Edición

Borrar

En las entrañas del 'naufragio' de un mundo lleno de lujo en Carchuna

SK Yacht. ·

El yate de Carchuna tiene cuatro fisuras y daños graves. Sus expropietarios, la familia Ashmawi, que lamenta el destino del barco después de que lo vendieran en Puerto Banús, desean visitarlo

Martes, 22 de febrero 2022, 00:39

La seducción de un mundo de lujo después de estallar. En las entrañas del SK Yacht, el 'megayate' encallado y rescatado en la playa de Carchuna, quedan las vísceras y algunos recuerdos de su última vida.

Ventanas rotas, muebles desperdigados, sofás desbaratados, cojines hechos jirones, suelos que rezuman humedad, puertas astilladas y el sonido incesante del agua salada intentando escapar por las grietas del casco para después darse de bruces contra el suelo, a escasos metros del mar. Mirar el barco, en depósito junto a la sede de Capitanía Marítima en el puerto de Motril, es como contemplar una ruina. Aunque todo lo que fue y el poder que representó se ha marchado, sigue impregnado de una belleza melancólica.

El único vestigio no extinto de sus veladas en Marbella es la barra del bar en el salón principal, de lo poco que queda intacto. Una mesa de espejo partida por la mitad que no ha aguantado las embestidas del mar, la moqueta beige con cercos negros de moho y algunos enseres sueltos (lamparas, ropa y una maquinilla de afeitar) resisten y completan esta 'exsala' de fiestas y reuniones que en los noventa dio esplendor a la Costa del Sol, tiñendo de luz el agua del cálido Mediterráneo.

En la madera de la cubierta del barco ya no se escucha el resonar de los zapatos de sus huéspedes. Completamente abandonado, con comida putrefacta en la nevera y con camas encharcadas en los camarotes, el yate espera a que escriban su próximo destino.

No hay nada de la suntuosidad que tuvo, pero sí de una mudanza interrumpida: la de sus compradores franceses, que huyeron después de estrellarlo contra las rocas para no hacerse cargo del rescate.

Un póster de Puerto Banús colgado en una de las paredes trata de devolver al barco a su pasado sin conseguirlo, en una idea placentera de la irrealidad de la realidad y de cómo en poco tiempo se puede virar el rumbo del éxito al fracaso estrepitoso. En uno de los cinco camarotes –hay dos para la tripulación, uno para el armador y tres para invitados– al descubrir la tarima del suelo, un movimiento leve del agua, escasamente perceptible, hace diferenciar lo que podría tratarse de un cristal de lo que es un seña de la inundación del yate. Los bajos de la embarcación siguen anegados de agua, según explican los técnicos que evalúan la nave. Desde fuera, el goteo es insistente y en las hélices todavía quedan fragmentos de la laja de Carchuna enredados en el aspa. En el casco se contabilizan innumerables golpes y varios socavones. Algunos se tuvieron que abrir para colocar las cadenas y remolcarlo. En uno de ellos se escapa incluso una manta, presumiblemente de los camarotes.

Con relevancia enMarbella

Capitanía Marítima, que tiene los derechos del 'megayate', podrá dejar un año depositada la embarcación en la dársena granadina. En ese periodo, se prevé sacarlo a subasta o desguazarlo. Incluso si se efectúa una subasta del buque puede que su fin último sea el desguace: es común que se revendan las piezas de estas embarcaciones y, de momento, los operarios que han analizado el barco consideran que será mucho mas costoso arreglar la embarcación que el valor que tenía antes del seminaufragio. El yate presenta cuatro fisuras por donde ha entrado agua, la mas grande a babor, en el costado izquierdo. Además, a los tres motores les ha entrado agua y los globos a presión que se emplearon en el interior para reflotarlo con seguridad han provocado algunos daños.

Lo que sí es seguro es que Salvamento Marítimo y el Ministerio de Transporte le pasarán la factura al dueño, el francés que rechazó hacerse cargo del buque.

Los representantes de la familia Ashmawi, los propietarios de la embarcación antes de que se vendiera al matrimonio que lo encalló en Carchuna, cuentan que el yate, que se llamó 'Neeveen' en honor a una de las hijas del empresario saudí Sheikh Mohammed Amed Al Ashmawi, ya fallecido, se vendió en diciembre y se le cambió el nombre por SK Yacht. Tras la muerte de Ashmawi se erigió en Marbella un monolito en su honor por su relevancia y por haber proyectado el nombre de la ciudad por todo el mundo. Parte de la familia, que reside en la Costa de Sol, siente el destino del barco y desea visitar pronto Granada para ver cómo ha quedado la embarcación que relacionan con tantas aventuras y viajes.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal En las entrañas del 'naufragio' de un mundo lleno de lujo en Carchuna