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Pilar García-Trevijano
Granada
Miércoles, 24 de febrero 2021
Adrián Rodríguez, agricultor de Carchuna de 34 años de edad, se levanta todas las mañanas a las 6 y media para cultivar su hectárea de tierra, este año repleta de tomates Bernal. Su padre y su abuelo fueron agricultores antes que él. A los ... 16 años, el joven carchunero se echó al campo en busca de un futuro y ahora se topa con malas campañas en las que a veces no le da ni para cubrir los costes de producción.
« Esto es una ruina para muchos agricultores, algunos se endeudan. El campo es peor de lo que vivieron mis padres«, cuenta.
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Este miércoles se ha subido a bordo de su camioneta Nissan del 97 para protestar con los suyos y exigir mejoras para el campo. Con Radio 3 de fondo y las emisoras que las interferencias en la subida de la Costa dejan sintonizar, la furia de Carchuna se ha sentido por la carretera.
Rodríguez y sus compañeros de fatiga han amenizado la caravana con 'conciertos' de claxon durante los 68 kilómetros que separan el recinto ferial de Motril, desde donde ha partido la marcha del sector primario, hasta la Chana. «Un milagro si no fundimos los pitos de los coches», bromeaba con alegría. Rodríguez ha perdido la cuenta de las marchas en las que ha participado. Las canalizaciones de Rules, la crisis de precios... Al sector no le han faltado motivos para quejarse en estos últimos años. En 2020 este agricultor llegó a cortar la autovía en la gran tractorada en la que participaron cerca de 15.000 personas.
«Sin optimismo y sin ganas no vamos a conseguir nada«, apunta. »Del campo no solo viven los agricultores. Somos un motor de empleo en toda la provincia. Desde la persona que te vende los plásticos o que te instala el riego en el invernadero hasta que llega el producto a los supermercados. Formamos una gran cadena y necesitamos que se actúe para evitar que la gente abandone masivamente el campo, que es lo que está pasando. Llegó la pandemia y todo se paró, pero nosotros seguimos trabajando. Somos esenciales«, reflexiona.
Además de los problema endémicos que acechan al sector, los agricultores juegan con otro factor incontrolable: el tiempo. A 40 kilómetros por hora en la autovía, la caravana de coches contempla el paisaje. Almendros en flor y con las hojas verdes en Dúrcal. «Fijate en todos esos árboles. Estamos en una primavera anticipada con este calor. Una racha de frío, de lluvias o de calor te salva o te arruina una cosecha», cuenta.
Una ruina que conocen bien los agricultores que plantaron pepino esta temporada. «Competimos con terceros países sobre los que no hay control ninguno y cuando hay un cultivo que es rentable una campaña nos echamos todos a por él y se producen más crisis y al final el precio cae», argumenta. Este año Adrián iba a plantar también pepinos, pero una corazonada le llevó a plantar tomates. El calorcito que hay en Carchuna y su invernadero, que mira casi todo el día al sol, ha ayudado a que sus tomates, que los corta con mimo con un bisturí, hayan crecido mucho. «Saben a tomate de verdad», alega.
Ya en la capital, el carchunero, que había engalanado la furgoneta con dos sábanas llenas de proclamas, ha puesto la música «a tope» para que le escuchen bien en la calle y ha pitado al unísono con el resto de agricultores de Carchuna, entre ellos su hermano. Al llegar a Neptuno, la caravana se ha disuelto y han puesto rumbo a la Costa con la promesa de que volverán a participar en la próxima marcha y con la tarde libre para ellos sin que tengan que mancharse las manos de sudor y tierra, al menos durante unas horas. Mañana, cuando los primeros rayos del sol despunten, volverán a los invernaderos para poder llevar pan a casa. En el caso de Adrián, si cierra una buena cosecha, llevará también una Harley, su deseo es poder comprarse una, junto con un piso para dejar de vivir de alquiler.
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