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María Jesús Granados, encadenada a una palmera como protesta, pasa una jornada con el apoyo de sus vecinos. Javier Martín
Un día con María Jesús

24 horas encadenada a una palmera en Motril

Con café, galletas y palabras de ánimo, María Jesús Granados sigue en su lucha por mejorar la accesibilidad a su residencial

M. J. Arrebola

Motril

Viernes, 27 de septiembre 2024, 00:42

El sol castiga el asfalto con dureza, pero a María Jesús Granados, la sombra de una palmera le ofrece «un respiro». Hace ya varios días que la presidenta del residencial Arenas de Poniente de Motril, tomó la decisión de encadenarse a esa misma palmera, convirtiéndola en símbolo de una resistencia inquebrantable. Su protesta es simple pero firme y necesita el derrumbe «inmediato» de un muro colindante que bloquea el paso a servicios esenciales, como ambulancias y taxis, para los residentes de su comunidad.

Cuenco de fruta y apoyo vecinal

12.30

Cuenco de fruta y apoyo vecinal

El tiempo pasa lento en este rincón improvisado, es media mañana y el calor se hace más pesado, la brisa marina se vuelve apenas un susurro que no refresca lo suficiente. Lola, una vecina de siempre, aparece con un cuenco lleno de fruta para María Jesús. La presidenta ha recibido durante toda la mañana a distintos medios de comunicación. Es por ello que ha contado con un gran número de llamadas de sus familiares brindándoles apoyo y cariño.

Almuerzo veraniego

14.15

Almuerzo veraniego

Llega la hora del almuerzo y los vecinos le acercan una bandeja de fritura de pescado que huele que alimenta. «Te he traído tus boquerones, que te gustan mucho», le dice una de las vecinas, y en la voz se nota el cariño sincero de quien comparte no solo comida, sino apoyo.

La hora del café

16.10

La hora del café

De postre, la vecina Encarni se acerca con un cuenco de fruta: uvas y peras frescas que María Jesús agradece con una sonrisa cansada. A lo lejos se ve a Julia que se acerca a paso ligero con unas galletas de chocolate, detrás viene José Luis con una taza de café humeante. María Jesús coge las galletas, las moja en el café caliente y sonríe: «Soy como las de antes, siempre tengo que mojar las galletas en la leche o en el café. No hay otra manera de tomármelas», dice, soltando una pequeña carcajada.

Primeras molestias en la rodilla

18.00

Primeras molestias en la rodilla

Llega la tarde, su rodilla comienza a dolerle, pero la compañía de su comunidad le da fuerzas para seguir adelante. «¿Te sigue molestando?», le preguntan algunos vecinos. Ella, acomodada bajo su «chiringuito», solo asiente mientras mantiene la pierna en alto, procurando no moverla demasiado. «Luego vendrá un fisio para revisarme», explica. Pilar y Antonio, quienes bajan a menudo para verla, charlan un rato antes d e regresar a sus casas. «Los vecinos me están cuidando como si fuera su familia», comenta María Jesús, orgullosa del apoyo que recibe. Ha estado conversando con sus sobrinos y primos por teléfono, quienes no dejan de llamarla para darle ánimos. A lo largo del día, muchas personas se detienen a hablarle, aunque solo sea un minuto para preguntarle cómo está o para decirle que siga adelante.

Las horas pasan con cierta lentitud, pero están llenas de pequeñas cosas cotidianas que hacen que el tiempo sea más llevadero. A media tarde, el dolor llega José Cardeñas, un residente que vuelve de Jaén. Su primera parada ha sido junto a María Jesús. «No quiero que estés sola en esto», le dijo al llegar. José, como tantos otros vecinos, está siempre pendiente de ella. Aunque María Jesús le asegura que, con tantos vecinos que la cuidan, es imposible que se sienta sola.

La partidita de cartas

20.10

La partidita de cartas

Avanza la tarde y ya quedan menos horas para que acabe otro día interminable. Alrededor de la palmera se respira un ambiente familiar, casi como una reunión improvisada en torno a una vieja amiga. Los vecinos se ponen a jugar a las cartas para que se haga más llevadero.

«Lo más importante de estos ratitos es la convivencia, nos estamos conociendo todos y hay una unión muy grande», comenta con orgullo.

Rodeados de pizzas

22.05

Rodeados de pizzas

Al caer la tarde, el bullicio comienza a disminuir. María Jesús se prepara para otra noche larga. Alguna que otra barriga empieza a rugir y Jorge les lleva tres pizzas grandes de champiñones, margarita y 4 quesos, todas de la pizzería del barrio. «Las pizzas están buenísimas, una noche más nos traen la cena», añade María Jesús con una sonrisa. Los aritos de cebolla desaparecieron rápido entre los que están allí.

Una sorpresa muy especial hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Su marido, que había estado trabajando fuera, apareció inesperadamente. «Me he emocionado muchísimo, no me lo esperaba. Ha venido solo para verme porque sabía que lo necesitaba», relata.

Con edredón en mano

00.00

Con edredón en mano

Ya más entrada la noche, una de las vecinas se acerca con una manta y un edredón. «Aquí están mis vecinos acompañándome otra noche», explica María Jesús. Con tanto cariño y atención por parte de los vecinos, las noches no se sienten tan solitarias, aunque reconoce que el paso de las horas se hace más lento cuando el ruido del día se apaga.

Amanece un nuevo día

07.15

Amanece un nuevo día

El día siguiente comienza temprano, en torno a las 7 de la mañana se despierta, pero no está sola. Un hombre que pasea todas las mañanas con su perro pasó a saludarla. Se trata de un médico que, al verla, decidió revisarla. «Me ha visto la garganta, que la tengo un poco afectada, y también la rodilla. Me ha recetado algo de medicación, y unos vecinos van a ir a la farmacia para comprármela», cuenta.

Un desayuno calentito

08.00

Un desayuno calentito

El desayuno llega en torno a las 8 de la mañana de la mano de su vecino Pepe. «Me ha traído el café con leche descafeinado y galletas, que es lo que más me gusta en el mundo», asegura.

Los viandantes que pasan mientras corren, otros que salen a caminar o van al trabajo, todos se detienen un momento para preguntarle cómo está y si necesita algo. Muchos le traen café, otros algún dulce, y siempre está rodeada de conversaciones amables y palabras de ánimo. Aunque la noche suele ser más tranquila, siempre hay algún vecino pendiente de ella.

Las 24 horas con María Jesús Granados no son fáciles. El dolor en su rodilla, el cansancio y la incomodidad son parte de su rutina. Pero entre café, galletas y charlas bajo la sombra, su día se llena de momentos que le dan sentido a su lucha. Y sobre todo, le recuerdan que no está sola.

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