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María Escámez
Domingo, 13 de abril 2025, 19:48
¿Qué es Motril en Semana Santa? Podría preguntar el foráneo que desconoce esa luz distinta y diferente que invade la ciudad cada Domingo de Ramos. Aún con la amenaza gris del cielo, Motril se levantó temprano para asistir a su tradicional procesión y misa de palmas, previa a la salida del Señor de la Borriquita y Nuestra Señora del Rosario. La fe de esta ciudad no duda cuando llega la hora de anunciar que llega otra vez la Semana Santa. Esa caricia sobre Motril que ilumina los semblantes sigue siendo el mejor preludio para un sueño que, de nuevo, estaba a punto de volver a repetirse.
Motril, y su primera hermandad, vivió una jornada en clave de júbilo y alegría. Las calles, preparadas para recibir a su Señor de la Borriquita y su misterio a paso largo que salía con el corazón al viento. La imponente imagen de la Virgen del Rosario bajo palio, el brillo y la sonrisa de quien parece estrenar la felicidad, las palmas temblando en las manos pequeñas de los niños hebreos, los nazarenos de túnica blanca y capillo azul con sus velitas de cera, atravesando el umbral de la Encarnación al marcar el reloj las cinco de la tarde. Aún con incertumbre, más si cabe con el recuerdo todavía presente de aquella Semana Santa 2024, en la que la lluvia obligó a la mayoría de las cofradías a no realizar estación de penitencia, la Hermandad puso en alza su fe inocente y poderosa, recorriendo las calles de Motril con un cortejo en el que participaron más de 180 niños hebreos y un centenar de nazarenos.
Fueron muchos los ojos que se posaron en ambas imágenes, volviendo a ser testigos de un instante eterno, donde se contempló también uno de los grandes destacados: los cuatro nuevos candelabros del misterio de la Borriquita, tallados por Francisco Verdugo para las esquinas del paso. El primer destello visible del que será el nuevo paso de Cristo Rey, el ambicioso proyecto de esta corporación cofrade que comenzó en 2024.
Palmas y promesas, ilusión vestida de inocencia y la fuerza invencible del amor, esa que Dios entrega cada Domingo de Ramos, inundándolo todo de su inmensa belleza. Un año más, la ciudad volvió a rendirse a la primavera… y a su Señor de la Borriquita.
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