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Las cuentas no les salen a los chiringuitos de la Costa Tropical. En julio los ingresos cayeron un 26% respecto al mismo mes del año anterior. En agosto, con los datos aún por cerrar, calculan que la reducción será cercana al 40%. Y a eso ... hay que sumarle lo que no ingresaron durante los meses del confinamiento. Ahora, con la incertidumbre de septiembre llamando a la puerta, el presidente de la asociación de empresarios del sector, Paco Trujillo, afirma que entre un 60% y un 70% se plantea bajar la persiana hasta el año que viene.
Medio millar de empleos se quedarían en el aire. Ya esos hay que sumarle todos los que no se han contratado para el habitual refuerzo de temporada.
Trujillo asegura que el verano lo cierra «cubriendo gastos», pero poco más. Explica que habitualmente en esos meses los empresarios del sector consiguen ingresos suficientes para compensar la bajada que se produce en otoño e invierno. Eso no ocurrirá esta vez. Pero además, la incertidumbre sobre le futuro deja a los chiringuiteros en una situación muy comprometida.
Sin turismo extranjero y con el nacional dando los últimos coletazos, al presidente de la asociación le cuesta ser optimista. «Lo que vemos para septiembre es una gran incógnita. Si nada cambia, los datos van a ser catastróficos», indica.
De hecho, hoy mismo se reunirán los chiringuitos para analizar de forma más pormenorizada la situación. Aunque Trujillo apuna que hay poco que esté ahora mismo en sus manos. No se trata de ayudas de la administración, sino de que los viajeros comiencen a llegar lo antes posible. En la Costa Tropical hay 67 establecimientos de este tipo, todos cruzan los dedos con vistas ya a 2021, que es cuando confían en que las aguas vuelvan a su cauce y los clientes regresen.
La crisis en el sector turístico en la Costa no sólo afecta a los chiringuiteros. Hace unas semanas el representante de los hoteleros de la comarca advertía de que si las reservas de turistas extranjeros se siguen cancelando, como está ocurriendo ya, será imposible que la planta hotelera se mantenga abierta. De las 7.000 camas que hay en temporada alta, cerca de 2.000 suelen mantenerse en funcionamiento después del verano. Sin embargo, parece que este año no será posible.
La Costa afronta ahora unos meses inciertos. Sin Semana Santa, sin puente de mayo y con un verano a medio gas, el otoño y el invierno pintan más grises de lo habitual. A los empresarios del sector turístico sólo les queda cruzar los dedos y esperar que más pronto que tarde la vieja normalidad que tanto echan de menos los ciudadanos, regrese. Mientras tanto, las persianas comenzarán a bajarse y el espejismo de aquellos días de reapertura en los que todo parecía menos malo de lo esperado se quedará en eso, en un espejismo. «Esta es una realidad inédita. Nadie estaba preparado para algo así», sentencia el representante de los chiringuiteros.
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