Josefa Mancilla Mendoza nació en la localidad de Guájar Faragüit el lunes 5 de diciembre de 1921. El próximo jueves, día 5, por lo tanto cumplirá con su familia 103 años. Hasta hace poco tiempo Josefa se encargaba, más que ahora, de las labores de su casa: hacer la comida, limpiar, atender sus macetas y gallinas y caminar para mantenerse en forma. La memoria de Josefa siempre ha sido prodigiosa. Lo que más le ha gustado a esta centenaria mujer ha sido cocinar y degustar migas de sémola con un poquito de harina, acompañadas con engañifa. Su familia y una cuidadora se encargan de ella.
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También, hasta hace poco tiempo, llegando el otoño, Josefa se ha dedicado a fabricar pan de higo para regalarlo en Navidad a su familia y amistades. A ella la enseñó su abuela, Encarnación Maturana Guillén, y su madre Dolores. Lo primero que hacía Josefa era quitarle a los higos los 'palillos' y 'piquitos' que tienen, después molía los higos y acto seguido hacía una masa en un lebrillo con los higos y almendras tostadas partidas, matalauva, anís, canela, aguardiente y 'arjolí'. El pan de higo lo presentaba Josefa en una especie de bollo redondo y alargado envuelto en papel y con la forma de un queso cercado con un cerote de pleita que ella misma fabricaba con esparto que le traían del monte. La parte superior la decoraba con almendras enteras. En otros tiempos, la familia de Josefa, como tenía posibles y era bondadosa, regalaba mucho pan de higo y muchos platos de comida a los más necesitados.
Josefa, a los seis años de edad, comenzó a trabajar en labores del campo y guardando cabras para ayudar a sus padres, Salvador y Dolores, y a sus hermanos a sacar la casa adelante. Desde entonces no ha parado de trajinar. En los años de la niñez de Josefa el trabajo infantil fue un elemento más de supervivencia dentro de la situación en la que vivía la mayoría de las familias. Josefa aprendió muy pequeña a lavar la ropa, a ir a por agua a la fuente, coser, bordar, planchar, cocinar, fabricar pan de higo y queso… Eran tiempos de precarias economías y de altas tasas de mortalidad. La mayoría de las niñas y niños en aquellos tiempos no tuvieron infancia.
Josefa Mancilla, una mujer que creció trabajando, tiene cinco hijos: Encarna (farmacéutica), Azucena (profesora), Laureano (profesor), Rafael (apicultor) y Santiago, que es camionero y su mujer María del Carmen, la encargada de la panadería de Guájar Faragüit. Josefa adora a sus nietos y biznieto. Josefa fue poco a la escuela. En aquellos años los hijos de las familias pudientes fueron los únicos que pudieron tener una infancia propiamente dicha. Era una sociedad, y más en las tierras de Guájar Faragüit, marcada por el trabajo de sol a sol. Las mujeres tenían escasísimas salidas laborales. No existían redes de protección social. Las mujeres trabajaban en el campo como un hombre y después llevaban también la casa y atendían a los hijos y ancianos.
Cuando Josefa cumplió los 29 años contrajo matrimonio con su primo hermano Rafael Mancilla. En un principio montaron una taberna en el pueblo. Él trabajaba la tierra y ella despachaba vasos de vino y copas de aguardiente a peseta la unidad. El vino, portado en dos mulos, lo compraba en la Venta 'El Puente' de Órgiva. El aguardiente lo adquiría a granel en una fábrica de Pinos del Valle. En aquellos tiempos poseía también este matrimonio una granja de gallinas y cada día solían vender media docena de aves. Las tapas solían ser de carne de pollo muy bien condimentadas para que los 'parroquianos' repitiesen y consumieran más en este lugar. Este matrimonio fue de los primeros en vender cerveza en botellas de cristal que era traída de Motril.
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En 1968 Josefa y Rafael se hicieron cargo de la panadería familiar. Uno de sus hijos, Laureano, con catorce años de edad, comenzó con un mulo blanco a vender pan casa por casa en este pueblo y en Guájar Fondón. Rafael Mancilla, que estudió de joven en el seminario, fue también secretario de la Cámara Agraria, corresponsal de la Seguridad Social, realizaba contratos de compra y venta, se encargaba de vender máquinas de coser y televisores y era el encargado de un molino de harina, entre otras cosas. En 1997, Josefa dejó de trabajar en la panadería. Rafael, un adelantado a su tiempo y un hombre muy formal, fue el primero en dotar a sus fincas con sistema de riego por goteo.
Josefa, que enviudó hace unos años, nunca he estado enferma. Cuando se casó no pudieron ir de viaje de novios. Ella fue por primera vez a Granada capital cuando tenía 20 años. Ese día salió con sus padres camino de Dúrcal. En este pueblo dejaron en una posada sus dos mulos. En Dúrcal se montaron en el tranvía para llegar a la capital. Josefa conoció su pueblo sin vehículos. El primero que llegó a Guájar Faragüit fue el del maestro de escuela don Francisco Mancilla. Fue todo un espectáculo. En los años setenta del pasado siglo pusieron el agua potable en las casas del pueblo de Josefa. Las carreteras eran de tierra. Josefa fue muy feliz con mi marido. Él era listísimo y muy aficionado a la fotografía. En 1933 el marido de Josefa le compró una máquina de fotos a un extranjero que le costó cinco duros, de los de antes. Este año Josefa celebrará como siempre su 103 cumpleaños rodeada de su familia.
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