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Las nueve de la mañana era hoy la hora de la libertad. Después de casi un mes y medio en casa, los niños podían por fin salir a la calle. Había condiciones, sí, pero la puerta de su vivienda dejaba de ser infranqueable. En la Costa de Granada el día ha amanecido soleado. Soplaba el viento, pero era soportable, y si apuramos, hasta agradable para aquellos que llevan mucho tiempo sin sentirlo en la cara. Almuñécar anunciaba anoche, a última hora, que permitiría el paseo por la playa. Y las familias no han desaprovechado la oportunidad.
En las playas urbanas del municipio sexitano, decenas de niños, siempre respetando la distancia de seguridad entre familias, paseaban, lanzaban piedras al mar, jugaban con la pelota. Una imagen en la que nadie habría reparado hace un par de meses, pero que hoy era tan extraordinaria como excepcional. Sólo una hora por niño, por familia. Una hora que parece mucho pero se hace corta. Pero una hora de vida, de normalidad, de aire libre.
Hay felicidad en la calle. O algo que se parece mucho a eso. Acudiendo a los lugares comunes de los que uno siempre trata de escapar cuando escribe, se mastica en el ambiente esa sensación de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y que la tristeza de perderlo solo es comparable con la alegría de recuperarlo, aunque solo sea un poquito.
Había hoy también, hasta quien estaba cansado. «¿Dónde vamos ahora cariño?», preguntaba una madre, cuyo hijo respondía, que ya era hora de volver a casa.
Patinetes y pelotas han regresado a los lugares de los que nunca quisieron marcharse. Pero de repente, uno se da cuenta de que nada es igual que era, cuando a un niño se le escapa una pelota y justo antes de devolvérsela te paras porque te preguntas si es seguro o no es seguro hacerlo.
Fuera de Almuñécar, en Motril o Salobreña, las familias han podido pasear por el paseo marítimo, siempre y cuando residan a menos de un kilómetro, pero por el momento no se les permite pisar la arena. Aún así, también han sido bastantes los que han salido a la calle.
Si todo va bien y esas cifras terroríficas que nos relatan cada día no empeoran, a partir del 2 de mayo los que no tienen hijos ni perros también tendrán permiso para salir a caminar o a correr. Lo que aún no sabemos es cuándo se podrán compartir esos momentos con la gente a la que queremos. Tal vez entonces, sí, podremos decir que se respira felicidad. Tal vez lo de hoy solo era alegría. Que no es poco, pero tampoco es lo mismo.
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