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María Escámez
Lunes, 14 de abril 2025, 20:04
El Lunes Santo en Motril, jornada en la que la cofradía la Oración de Nuestro Señor de la Humildad en el Huerto de los Olivos ... y María Santísima de la Victoria realizan su estación de penitencia, es una cita que ayuda a entender por qué la Semana Santa 'cala' hondo, cuando se vive desde la emoción más sincera. Se lleva dentro como los recuerdos que uno ve pasar, a tropel, en ese mismo colegio de su infancia. Fue precisamente ahí, en el colegio de San Agustín, en 1995, con la imagen recién bendecida de la Virgen de la Victoria, donde surgieron Motril asentó el costal -en aquel tiempo desconocido en esta ciudad. Aquellos jóvenes, conocidos cariñosamente como 'Los Niños de la Victoria', fueron los primeros en adoptar esta forma de portar los pasos, hasta entonces desconocida en Motril. Una legión que marcó el inicio de una nueva tradición costalera que hoy se siente firmemente arraigada en la ciudad.
Este lugar donde empezó todo, volvió a convertirse en el más bello escenario. Tras la Semana Santa de 2024, en la que la cofradía tuvo que salir de la Iglesia Mayor de la Encarnación para resguardarse de la lluvia, regresó a su lugar original. La expectación fue máxima y la multitud se congregó en los alrededores de la calle Muralla y Borde de la Acequia. La jornada estuvo marcada por importantes novedades en su recorrido, con un mayor protagonismo del barrio agustino tanto al inicio como al regreso.
Como estaba previsto, a las siete de la tarde, el portón del patio del colegio de San Agustín se abría para dar paso a una hilera de nazarenos de capillo rojo escoltando al Señor de la Humildad, el paso con más imágenes secundarias de la ciudad que recrea la mirada de cualquiera que pose sus ojos en él. Emocionante fue la levantá que su capataz, José Peña, realizó a las puertas de la Iglesia de la Victoria frente a los hermanos de la Salud, con la que comparten sede canónica, en recuerdo a Chiqui, reconocida cofrade motrileña que fallecía el pasado Sábado de Pasión.
Con la elegancia que la distingue, la Virgen de la Victoria deslumbró a todo aquel que puso sus ojos en ella. Estrenaba nuevos candelabros de cola y su paso, de arte, provocó pasión, alma y escalofrío en una noche de Lunes Santo de eterna belleza.
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