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La playa de San Cristóbal se quedó huérfana hace dos años del Calabré. El chiringuito cerró sus puertas y en su abandono, de forma sigilosa, algunos han aprovechado sus muros como refugio. El restaurante que dio de comer a muchos en sus aventuras vacacionales es ... hoy el lecho de varios okupas. Vendedores ambulantes y veraneantes que quieren disfrutar de todas las ventajas de Almuñécar sin pagar por la primera línea se han hecho fuertes en el negocio.
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Javier F. Barrera
El escenario sorprende a los bañistas, testigos de la vida de quienes allí habitan. Desde sus hamacas siguen los pasos de los inquilinos, mientras el Ayuntamiento intenta devolver la normalidad al local.
El chiringuito Calabré fue uno de los primeros vecinos que llegaron al paseo de San Cristóbal en 1963. Hace más de 60 años y durante todos ellos sirvió buenos productos, el género local, en sus mesas y también su terraza, que se desparramaba por parte de la arena, como era tradición en el destino de playa. Era de los de concesión antigua. Fue resistiendo a los cambios, se adapto a las normativas que surgían y también al paso de los años. Se enfrentó a varias reformas y revisiones de sus servicios. La carta cambió y hasta el fin de sus días siempre tuvo una cantera de fieles que acudía al establecimiento. Clientela no le faltaba.
Sin embargo, y aunque no se quiera, al emblemático restaurante le llegó su amarga despedida. No tuvo más veranos y en 2022 la familia Rodrigo echó el cierre. «Hemos pasado toda una vida allí. Cuesta pasar por la puerta, yo lo evito. Me da pena», resume Pepe Rodrigo, uno de los exgerentes del chiringuito.
El establecimiento lo abrió su abuelo, Antonio Rodrigo, y en el negocio le siguieron su padre y su tío, José y Antonio Rodrigo. La muerte de su progenitor en 2019 no achantó a Pepe. Él, que es profesor, y su hermano se vincularon de nuevo al negocio. Era su legado y no querían que se perdiera. Lograron conservar su esencia a la vez que implantaron mejoras. Por su trabajo, el Patronato de Turismo les concedió uno de los reconocimientos anuales. El tiempo de la concesión se agotó. El negocio estaba a nombre del fallecido y la familia trató de traspasarlo a sus nuevas manos. No pudieron e iniciaron en vano los trámites para poder optar a la explotación. Finalmente, por motivos personales los Rodrigo tuvieron que desahacerse de una parte de lo que han sido. «Con todo el dolor de mi corazón. Prácticamente nací allí. Dormíamos allí y es un pedazo de mi vida. Tuvimos que seguir adelante», cuenta Pepe Rodrigo.
La Junta de Andalucía continúa con la tramitación de una nueva concesión administrativa, según informan desde la Delegación Territorial de Medio Ambiente, quien gestiona las autorizaciones. El Ayuntamiento de Álmuñécar-La Herradura ha solicitado la concesión, de acuerdo con la administración, pero no se ha formalizado todavía.
El consistorio confirma que optan a quedarse con el local, aunque no definen que uso le darán. El Ayuntamiento ya tiene en propiedad otro establecimiento hostelero en la misma playa, Las Tres Rejas.
La familia del Calabré confiesa que no le gustaría ver otras manos regentando el que fuera su negocio. Pero sí les gustaría que el chiringuito renaciera de sus cenizas, de su pasado y de lo que ha sido hacia una nueva vida con un uso distinto para el turismo o para los vecinos. El local está en el corazón de San Cristóbal y podría volver a latir si se resuelve su situación.
Por el momento, fuentes locales informan que el consistorio ha dado parte a las autoridades del estado de okupación del restaurante.
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