Adriana cumplió 80 años este domingo. Tiene seis hijos y vive en Salobreña. La crisis sanitaria la tiene aislada a ella en casa. Su familia le había prometido un día especial antes del confinamiento, pero no pudieron estar con ella. Aún así, Adriana está feliz y emocionada. El domingo llamaron a la cancela de su vivienda y le pidieron que saliera a la puerta. No eran sus hijos. Eran dos patrullas de la Policía Local, habían ido a cantarle cumpleaños feliz. «Se me pone el vello de punta de pensarlo. Fue mi hija la que tuvo la idea. Nunca me habría imaginado algo así», asegura.
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Adriana reza el Rosario todas las mañanas. Pide salud para ella, pero sobre todo para sus hijos. Desde hoy, asegura, también pedirá lo mismo para los que contamos su historia. Tiene fuerza y una voz que desprende amor. «Esto no se me va a olvidar nunca», dice emocionada. «Con lo que tenemos con el virus este, yo no me esperaba algo así», relata.
«Mis vecinos se asomaron también a la puerta. Todos me decían que nunca habían visto algo similar. Pero es que mi hijos son así. Tengo mucha suerte con ellos, con todos», dice con orgullo. A pesar de que no ha podido estar con su familia en una fecha tan importante, no transmite tristeza, más bien lo contrario. Se le nota que se se sabe querida y acompañada, aunque sea en la distancia. «Mi hijo me trae las medicinas que necesito y mi yerno, cada vez que va a la compra, me llama para preguntarme qué necesito. Así que estoy bien en casa», dice.
«Cuando mi marido cumplió 80 años lo celebramos todos juntos. Mis hijos me decían, cuando te toque a ti lo haremos también. No ha podido ser, pero esto ha sido muy grande», recuerda, al tiempo que deja claro que lo único realmente importante es la salud. «Si uno tiene salud, se sale de todo».
Adriana salió al umbral de su puerta con su bata azul y con una sonrisa que le llenaba la cara, mientras lanzaba besos y devolvía los aplausos a los policías que le cantaban cumpleaños feliz. Ella está ahora menos acompañada de lo que suele, pero no está sola. Seguramente por eso, aunque no soplara las velas con su familia arropándola, está feliz. «Ellos ahora no pueden venir, pero están conmigo».
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