j. mARTÍN

Un trayecto el triple de lento y con obstáculos por la olvidada N-340

El desplome en la A-7 obliga a los coches a reencontrarse con la antigua nacional un lustro despues de su «abandono» y reaviva los negocios de la Costa

p.g-t.

Miércoles, 24 de marzo 2021, 00:06

Dejar atrás en el retrovisor la N-340 fue un logro para la Costa granadina. La conquista llegó después de 25 años peleando para unirse con Málaga y Almería en un trayecto más corto y seguro a través de la A-7. La victoria se ... fraguó tramo a tramo desde que en 1990 la Demarcación de Carreteras enviara el proyecto de conexión entre Motril y Adra a Medio Ambiente. Cada kilómetro abierto e inaugurado acercaba más a los municipios del litoral a la meta, pero no fue hasta 2015 cuando –con alegría e incredulidad– se inauguró por completo la Autovía del Mediterráneo a su paso por Granada. El tramo entre Carchuna y Castell de Ferro fue el último al que el Gobierno le cortó el lazo, por ser uno de los puntos más conflictivos. Su construcción se presupuestó en más de 100 millones de euros.

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Un año después de abrirla, le salieron las primeras grietas y desde entonces se han producido varios derrumbes. El último de ellos (el desplome de una ladera hace dos semanas) ha sepultado por completo ese logro de los granadinos, obligando a los coches a reencontrarse con la N-340 tras cerrarse al tráfico hasta nuevo aviso 12 kilómetros de autovía.

Los cortes en la autovía espesan el tráfico por la antigua nacional, donde los vehículos tienen que invertir el triple de tiempo que en atravesar los 12 kilómetros cortados de la A-7. En hacer el trayecto por autovía se tardaba seis minutos, frente a los 20 minutos que los vehículos emplean para sortear cuatro semáforos y tres núcleos de población (Carchuna-Calahonda yGualchos-Castell de Ferro).

Poco antes de llegar al kilómetro que trunca la travesía por la A-7, una pantalla luminosa avisa del cierre al tráfico. Una ristra de conos alertan del corte inminente de la carretera en el punto 342 y desvían a los vehículos a la entrada de Carchuna. Las líneas rectas cambian por curvas sinuosas con el mar azul y el mar de plástico de fondo.

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Aumentar la plantilla

El descenso hasta la población es rápido hasta que en la primera rotonda los camiones que hacen su salida de las cooperativas agroalimentarias se juntan con los tráilers que llevan mercancía a la provincia vecina. Turismos, ciclistas e incluso las cabras que van a pastar comparten ahora la nacional. En un minuto de la mañana de ayer este periódico contabilizó 16 coches y 6 camiones frente al ligero trasiego de coches y tractores que suele verse por la carretera.

Las vistas a la cala de la Playa de la Rijana, la avenidas de bares en Carchuna y los peñones de Calahonda rompen la monotonía y el tedio que provoca el tráfico pesado. El movimiento sobre el asfalto reaviva «ligeramente» los negocios de la olvidada nacional que han sobrevivido desde que se conectó el último tramo de la A-7 y se desvió por completo el tráfico a la autovía. Los propietarios de gasolineras, bares y pensiones han percibido un aumento de sus ventas gracias a la afluencia de los vehículos, aunque nada en comparación con lo que ingresaban cuando la antigua nacional era la vía oficial para llegar a Almería o viajar a la playa desde Granada capital.

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En el hotel Ibérico de Castell de Ferro, Luis Martín, empleado desde hace más de 30 años, ayer sirvió siete desayunos, pero los fines de semana las mesas de la cafetería están tan solitarias «como siempre». «Servimos menús a la hora de comer y desayunos a trabajadores que por diferentes causas se tienen que desplazar y en el hotel solo tuvimos a unos huéspedes que pidieron alojamiento de madrugada», explica Alicia Gálvez, propietaria del complejo que abrió sus puertas hace más de 40 años.

En el área de servicio de Castell y el mesón el Bierzo, la propietaria, Mari Carmen, sirve cada mañana el desayuno a los operarios de la Demarcación de Carreteras que tratan de solventar el derrumbe de la autovía. La leonesa puso un taller, la gasolinera y el restaurante, junto a su marido y se ha adaptado a los nuevos tiempos y a la apertura de la autovía como ha podido. Su mesón no es un bar de carretera común. A él acuden comensales de todas partes a probar la ternera y los platos típicos de la comarca leonesa. «No vamos a recuperar nunca el nivel de negocio que tenía la zona, que no se ha abierto turísticamente, antes de que se abriera la A-7. Los coches paran a desayunar, repostar gasolina y comprar refrescos y chocolatinas para el camino.Algo es algo. Nosotros siempre buscamos la forma de sobrevivir.Ahora estamos montando una azotea con vistas al mar y a la montaña en esta parcela como bar y aumentar así la oferta», manifiesta.

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En Carchuna, el derrumbe también ha llevado algo de fortuna a los establecimientos. En la Taberna El Ancla, casi todas las mesas estaban reservadas para comer y han tenido que aumentar la plantilla. Los negocios esperan poder aprovechar un poco más el tirón del cierre de la A-7, mientras que a pie de carretera y en la ladera, tres excavadoras y tres camiones recogen la tierra que ha escupido el cerro.

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