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Decenas de personas pasaron ayer la jornada en chiringuitos y bares.

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Decenas de personas pasaron ayer la jornada en chiringuitos y bares. JAVIER MARTÍN

Los turistas se saltan el cierre de la Costa

Muchos municipios del litoral habían clausurado ayer sus playas, pero hubo decenas de personas que obviaron la recomendación de quedarse en casa

Domingo, 15 de marzo 2020, 02:33

Almuñécar. 13.30 horas. Primer día del cierre de playas a consecuencia del coronavirus. Se aconseja no salir a la calle, pero no todos los ciudadanos siguen las recomendaciones. Hacía buen día ayer en la Costa. Una jornada idónea para salir a dar un paseo o tomar una cerveza en una terraza al sol. Era uno de esos sábados previos a la primavera y a la Semana Santa en los que lo habitual es el bullicio, aún calmado. Las risas. Los niños jugando. Los primeros cuerpos tostándose al sol (o intentándolo). Sin embargo, ayer era distinto. Igual que hoy y mañana. Y unos cuántos días más, no sabemos cuántos. Ayer era jornada de quedarse en casa. De observar el mar desde el balcón. De ser responsables. Las alcaldesas de Almuñécar, Salobreña y Motril habían clausurado las playas. Ondeaba la bandera roja y había vallas instaladas. Pero en el municipio sexitano, el encierro era a medio gas. Muchos bares y algunos chiringuitos seguían abiertos. Las terrazas estaban montadas. Y algunas decenas de personas disfrutaban, aparentemente ajenas a lo que ocurría a su alrededor, de una comida frente al mar. Camareros con guantes sirviendo a unos clientes que, en su mayoría, superaban los sesenta años y también, en su mayoría, eran extranjeros.

«Es realmente terrible», respondía una mujer, sentada en un banco, mientras observaba a dos niños –probablemente familiares– jugando con un balón en el paseo marítimo. Otra pareja se fotografiaba junto a una de las vallas en las que se indicaba, en inglés y castellano, que la playa estaba cerrada como medida de prevención tras haberse decretado el Estado de Alarma en el país. La preocupación del gobierno sexitano por tomar medidas como la clausura de parques o la desinfección constante de calles y espacios públicos chocaba con la tranquilidad de muchos ciudadanos. No todos, claro está. Es más, una minoría. La zona estaba más vacía de lo habitual. Pero teniendo en cuenta las circunstancias, incluso siendo pocos, eran demasiados.

«Hacia allí está todo cerrado. Mejor vamos a buscar un bar en esta dirección», espetaba una mujer a su pareja. Ellos no eran extranjeros, pero parecían igualmente poco conscientes de la situación. Iban a la busca de un bar. Como si no fuese sintomático, en un país como este, que muchos locales de hostelería hayan optado por cerrar. Quien no ha escuchado aquello de: «cuando cierren los bares, habrá que empezar a preocuparse». Pues aquí está, es el momento.

En Velilla, donde gran parte de las viviendas son segundas residencias de ciudadanos que viven habitualmente en la capital granadina o en Madrid, o en algunas otras ciudades de nuestro país, no había espacio para estacionar ningún vehículo. Las persianas de los apartamentos alzadas. Los chiringuitos, todos, abiertos. Parecía verano. O quizás no tanto. Pero sí Semana Santa. Época de vacaciones. A pesar de que desde las administraciones insisten, una y otra vez, en que esto no son unas vacaciones. En que es momento de cerrar la puerta y quedarse dentro. De esperar que pase. De ser pacientes. Y sin embargo, ayer había gente mirando al mar. Respetando la bandera roja. Sin acercarse a la orilla. Pero sentados en terrazas, en mesas colindantes, tranquilos, como si no hubiesen visto los informativos, leído las noticias o escuchado la radio. Como si no supieran que el Gobierno y los ayuntamientos y el personal sanitario llevan desde el viernes rogando, casi suplicando, que nos quedemos en casa para evitar el contagio y la sobrecarga de un sistema sanitario que ya está trabajando a marchas forzadas.

Había también, sería injusto no contarlo, muchos negocios con la persiana bajada en Almuñécar. Con carteles en los que advertían que se mantendrían parados hasta que la situación lo requiera. Autónomos que por su cuenta y riesgo, habían seguido las recomendaciones por el bien común.

Menos actividad en la Villa

En Salobreña, el ambiente era distinto. Mucho más calmado. Chiringuitos cerrados y las calles casi vacías. Alguna terraza, no vamos a engañar, con unas cuantas personas. Un par de despistados en bici sorprendidos por el cierre de las playas, una familia que se sorprendía al leer los carteles cuando bajaba del coche y un grupo que se había saltado sin preocupación el precinto y las vallas y estaba sentado junto a la orilla. Entre ellos una niña, en bañador, chapoteando en el mar. Todo envuelto en un silencio casi absoluto.

En casi todos los municipios de la Costa los ayuntamientos han decidido cerrar las playas. Muchos negocios en Salobreña, Almuñécar y Motril también han bajado sus persianas. A pesar de ello, todavía ayer había decenas de personas, también en las terrazas del centro motrileño, que brindaban, chocaban las manos y reían como si nada. Reír, claro está, hay que seguir riéndose, pero mejor de puertas para dentro.

Los que tengan la suerte de tener un balcón con vistas podrán estar acompañados por el mar durante los próximos –aún es difícil saber cuántos– días. Los que no tengan tanta fortuna, que recuerden que todo lo que ahora echen de menos, después lo disfrutarán aún más. Hoy será el segundo día del cierre de playas. El tercero desde el #yomequedoencasa. Todo seguirá ahí fuera cuando esto pase. Paciencia.

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