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No solo hay especies en desaparición, también hay oficios en peligro de extinción. Miguel Fernández (56 años) siempre ha tenido claro que Fornes, su pueblo ... natal, era su sitio y que si alguna vez lo abandonaba sería con los pies por delante. Cuando en plena crisis económica la carpintería «no daba para mucho», se lanzó a recolectar el 'oro líquido' de los pinos y a rescatar un oficio extinto. El forneño es el último -o el primero, según se mire- resinero de toda la provincia y de una gran parte de Andalucía. Antes que él, su abuelo también fue resinero, de casta le viene al galgo.Cada día, con mucha dedicación, Fernández logra sacar todo su jugo al parque natural Sierra de Tejeda, Almijara y Alhama. El solito recolecta más de 20.000 kilos de resina al año. Su trabajo ayuda a la conservación de los bosques y también sirve para reducir la huella del petróleo en todo el planeta.
Hacía cerca de 50 años que no se sacaba provecho de los pinares de Granada. Hubo un tiempo en el que en los bosques había hasta 100 trabajadores, pero a finales de los 60 y principios de los 70 la competencia empezó a hacerse fuerte y el oficio comenzó a desaparecer. La producción de países como China o Brasil no dejaba de crecer y España redujo la exportación de resina. El resinado parecía entonces destinado a la extinción y las herramientas y métodos empleados durante generaciones pasarían a formar parte de museos etnográficos. Los derivados del petróleo sustituyeron al aguarrás y la colofonia que se extrae de la resina de pino.
«En Granada llegó a haber más de 100 resineros, pero con la obligación de emplear a trabajadores por cuenta propia y la competencia con China hizo que se dejara poco a poco el oficio. Además, que lo rural estaba cayendo», explica Miguel. «Es un trabajo que, si no te gusta, es costoso. Es trabajosillo, pero tampoco para matarse. El tema es que te guste esta zona porque estás solo», añade. Hace ocho años que Miguel retomó un oficio tradicional de la comarca de Alhama. La oportunidad le vino gracias a la Junta de Andalucía, que quiso sacar del letargo los pinares de la sierra con una formación en 2014. «No se ganaba dinero con la carpintería, estaba la cosa muy mal y le di una oportunidad a esto. Me formé junto con otros seis hombres, pero ninguno resistió. Al poco tiempo solo me quedé yo», cuenta.
Una empresa sexitana y una fábrica de Segovia se interesaron por los pinares granadinos, pero no duraron. La Junta concedió entonces a Miguel autorización para explotar una superficie de 200 hectáreas de pinus pinaster, la especie de la que puede extraerse resina. Así fue como se convirtió a la vez en el primero y, por ahora, también el último resinero de toda la provincia granadina. En Andalucía, solo queda algún resinero más en Siles, Jaén.
El forneño es capaz de remasar 10.000 pinos al año y llega a extraer resina de 500 de ellos al día en jornadas maratonianas para convertir el sudor y el esfuerzo en pan para su familia. Loma arriba y abajo empujando un carrito con un bidón y sus herramientas. No para quieto y, en plena sierra, ni siquiera le hace falta abrigo del trajín. Para extraer la resina, prepara el pino. Lo «derroña», es decir, separa la corteza sin tocar la madera. Posteriormente, clava una chapa sobre la que se engancha el pote, una especie de vaso recolector. Entonces se hacen incisiones que originan el exudado de resina. Cuando los potes se llenan, se vierten en el carro.
«Se quita la corteza sin tocar madera y se queda la capa intermedia. Se clava la chapa haciendo un trazo de 12 centímetros de anchura y en la pica o hendidura que le hacemos al pino se echa el estimulante, ácido sulfúrico. Empezamos con este proceso a mediados de marzo», explica a la vez que recoge resina en la sierra de Alhama. Durante la pandemia se fue a Navas de Oro, la única vez que ha dejado Fornes, para aprender nuevas técnicas, métodos que ha introducido ya en los pinares granadinos y que dan su resultado. Aproximadamente cada 5 años se cambia la cara del pino por donde se extrae la resina para que no pierda la productividad.
Los bidones de resina que extrae Miguel van directos a una fábrica de Navas de Oro, en la provincia de Segovia. La miera, como se denomina a la resina extraída del árbol sin tratar, se destila en un tanque con depuradora y de ahí se obtiene aguarrás y la colofonia, hidrocarburos vegetales. Estas sustancias se emplean para cera, tintas de impresoras, pegamentos, barnices o productos de cosmética resistente al agua en sustitución del plomo. La empresa para la que trabaja exporta la resina a Holanda, Bélgica y Portugal.
Sacar provecho de los bosques
El oficio de Miguel contribuye a obtener productos de origen sostenible. Con la crisis del petróleo y en un contexto de cambio climático, se buscan economías más sostenibles que puedan prescindir de los hidrocarburos de origen mineral y ahí el resinado ha encontrado su hueco. Además, el resinero de Fornes ayuda a controlar y a mantener los pinares de la Sierra. «Sería el primer perjudicado si hay un incendio», destaca.
El resinado podría ayudar a fijar población en estas zonas de la España vaciada. Miguel cuenta que ahora hay otro hombre que se ha interesado por el oficio y ha empezado a practicar las técnicas. «Yo estoy encantado de que vengan más compañeros, hay bosque de sobra para todos», apunta.
El resinero, que no es de poner todos los huevos en la misma cesta, se ha especializado también en el aprovechamiento de piñas a través de la delegación de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en Granada. El programa de formación para recolectar piñones cuenta con un presupuesto de 13.635 euros, todo ello incluido en el Plan de Gestión Integral del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara. Se han localizado 76,28 hectáreas, lo que supone un interesante recurso a nivel local, con un potencial de producción estimada de 10.000 a 15.000 kilogramos, por lo que puede considerarse como fuente de ingreso complementaria al resto de actividades rurales.
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