![El último superviviente de las torturas de Fuerte Carchuna](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/201911/03/media/cortadas/1419972993-kcMG-U90571023761rPH-624x385@Ideal.jpg)
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Pilar garcía-trevijano
Lentegí
Domingo, 3 de noviembre 2019, 13:55
7 de julio de 1947. Manuel Guerrero (1932) tenía 15 años cuando fue torturado por la Guardia Civil en el fuerte de Carchuna. 72 años ... después, con las manos arrugadas y los ojos hundidos en las cuencas los recuerdos siguen igual de nítidos y aquel muchacho revive los años que separaron a su familia, perdieron a sus vecinos y puso a Lentegí en medio de una lucha contra los maquis. El silencio se ha roto.
«Íbamos a recoger el trigo junto a unos chiquillos del pueblo. Las cabras se nos habían escapado y mi padre se quedó para amarrarlas. En el camino me encontré con varios hombres. Me preguntaron mi nombre y el apodo. Uno de mis acompañantes dijo que se me conocía como 'Cortapicos', al igual que mi padre. «Te vas a venir con nosotros», dijeron. Mi padre se acercó y preguntó que porqué me llevaban y también le apresaron», explica Manuel mientras se ajusta el sonotone. Eran guardias de paisano. Otras 16 personas, entre ellas siete mujeres, sufrieron el mismo destino después de una redada en las cortijadas del pueblo en busca de posibles aliados que habían estado ayudando o alimentando a las guerrillas de la sierra.
Los «echaron a caminar» y temieron lo peor. Pensaban que les iban a fusilar, pero les llevaron hasta Otívar. Al llegar al pueblo vecino, los subieron a un camión hasta llegar al Fuerte de Carchuna. Jaqueline López y José María Azuaga, historiadores de la Asociación para la Recuperación de la Memoría Histórica cuya investigación, 'El Fuerte del Horror: Torturas y ejecuciones extrajudicales en Carchuna y Castell de Ferro en julio de 1947', ha rescatado del pasado a las víctimas torturadas y ejecutadas en la torre, mantienen que la ubicación del fuerte a las afueras era perfecta para que no se escucharan los alaridos de los detenidos.
Separaron a las mujeres y a los hombres en dos celdas y los torturaron en el interrogatorio. «Nos maltrataron lo que pudieron. A mí me pegaron y a mi padre también. Cuando me estaban apaleando en la espalda vi por la ventanilla de la celda a un hombre moviendo las manos para que los agentes pararan. Se habían equivocado», dice Manuel, quien afirma que un delator había dado los nombres de los vecinos.
Dos días recluido
«Me dejaron la espalda llena de verdugones. Querían saber si había estado con la gente de la sierra o les había llevado comida», manifiesta mientras se seca las lágrimas. «Se llevaron a mucha gente del pueblo. Unos se quedaron en el fuerte, los mataron y a otros se lo llevaron a la cárcel. Los que nunca volvieron los mataron allí». A los dos días de encierro, se abrieron las puertas. Su hermano Antonio entró. Era el hombre que buscaban los guardias.
A él y a su esposa les habían acusado de ayudar a los guerrilleros. Los trasladaron a la cárcel provincial, donde ella, que estaba embarazada, dio a luz a su primer hijo. A Manuel y a su padre los liberaron. Salieron del fuerte y echaron la vista atrás para comprobar que nadie seguía sus pasos. Llegaron a Pueblo Nuevo con las fuerzas que les quedaban.Dos conocidos les llevaron a Motril donde hicieron noche, las fuerzas flaqueaban. A la mañana siguiente retomaron a pie el camino de regreso al pueblo a instalarse en una extraña normalidad.
Su padre vendió las cabras para evitar el campo. Cada noche los guardias apagaban las luces del pueblo y los recluía en sus casas con el fin de ahogar la resistencia en la sierra. Los vecinos quedaron en medio de las acciones del régimen, que quería acabar con la guerrilla, y entre los maquis, que también les amenazaban si no les ayudaban. «No pasó mas, ni paso menos», repite Manuel.
El ahora anciano y su padre pudieron reencontrarse con su hermano y su cuñada años después. En el pueblo se sucedían los paseíllos nocturnos hasta las afueras . Algunos afortunados pudieron huir avisados por los chivatazos y porque tenían medios para hacerlo, apunta María, mujer de Manuel. El último superviviente vivo del Fuerte de Carchuna.
«Mi padre desapareció con sus cabras una mañana y todavía sigo esperando que vuelva. No recuerdo su cara, no tengo ni una foto. Él no sabía lo que eran las izquierdas y las derechas. Mi madre se quedó sola a cargo de cuatro hijos. Yo no puedo olvidar mientras viva», lamenta la mujer quien cree que a su padre lo mataron los partisanos en Almuñécar. Aguantaron el hambre, compraron su primera casa con 10.000 pesetas y trabajaron en lo que «buenamente» podían.
Han criado a dos hijos, han visto crecer a 4 nietos y ahora tienen un bisnieto. Viven con distancia las discusiones sobre la exhumación del dictador o la campaña electoral. Su única petición es que «la historia no se repita».
Redadas y ejecuciones extrajudiciales
Los vecinos de Lentegí Vicente Fernández Cobo y Juan Ruiz Aneas, quienes, junto a otras dos personas que no se han podido identificar, fueron asesinados el 4 de julio de 1947 sufrieron una ejecución extrajudicial y se les enterró en una fosa del cementerio de Jayena, hoy una placa les recuerda. El primero era padre del guerrillero José Fernández Villoslada y el segundo, hermano del guerrillero Francisco Ruiz Aneas. Días después, cuatro personas fueron fusiladas en Castell de Ferro y se les enterró en una fosa en el cementerio. Eran José Villoslada Ruiz, Miguel Fernández Villoslada, Antonio Miguel Medina Franco.
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