![«Los vecinos no la dejamos sola ni un momento, la mayoría somos jubilados»](https://s3.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2024/09/25/encadenada-motril.jpg)
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M. J. Arrebola
Jueves, 26 de septiembre 2024, 01:01
En el Residencial Arenas de Poniente en Playa de Poniente, los días transcurren con una inusual escena que ha captado la atención de todo el ... que pasa por allí. María Jesús Granados, presidenta de la comunidad, lleva más de 55 horas encadenada a una palmera en plena calle. Su gesto es parte de una protesta que los vecinos consideran más que justificada, después de dos décadas enfrentándose a una situación que no ha hecho «más que empeorar»: la «imposibilidad de acceso» de los servicios de emergencia a sus viviendas debido a un muro que bloquea la única vía de entrada y salida.
María Jesús Granados con una silla de playa y una voluntad inquebrantable, se instaló el pasado lunes a los pies de una gran palmera, una imagen que ya se ha convertido en símbolo de la lucha vecinal. «Llevo dos noches aquí porque quiero que nos escuchen», explica la vecina. «Nos sentimos completamente desamparados por las autoridades», señala con cierto agotamiento tras pasar varias noches en la calle. Los vecinos han estado 20 años esperando una solución que nunca llega, y ahora, esta protesta parece ser la única vía para que los escuchen.
Las tardes para María Jesús han sido sorprendentemente animadas. La comunidad del residencial, compuesta mayoritariamente por personas jubiladas, no ha dejado sola a su presidenta en ningún momento. «Me trajeron fruta y pastas para merendar», cuenta María Jesús con una sonrisa.
Los vecinos suben y bajan a lo largo del día, llevándole comida, bebida e incluso alguna palabra de ánimo. Lejos de estar abandonada en su lucha, se siente arropada por todos ellos. «Los vecinos no la dejamos sola ni un momento, la mayoría somos jubilados», afirma José Luis uno de los vecinos que la acompaña cada tarde.
Durante su protesta, María Jesús ha empeorado de su rodilla ya que padece de líquido en ella, lo que ha agravado su dolor tras tantas horas sentada y encadenada. «Ayer vino un fisio a darme un masaje, no podía más del dolor», relata mientras se frota la pierna.
Las noches han sido las más complicadas para ella, aunque el apoyo de sus vecinos ha sido constante. A menudo, se turnan para llevarle comida y hasta bien entrada la madrugada algunos se quedan acompañándola. Sin embargo, el dolor en su rodilla la obligó en la noche de ayer a retirarse a descansar, eso sí, a regañadientes. «No quería dejar el sitio, pero no podía más», confiesa.
La preocupación principal de los vecinos es el constante miedo que sienten ante una emergencia. «Estamos todo el día con el miedo en el cuerpo», explican. Y es que, si algún día una ambulancia o los bomberos intentaran acceder al residencial, se encontrarían con un muro colindante que bloquea el paso.
Desde el ayuntamiento insisten en que están a la espera del informe del Defensor del Pueblo, pero para María Jesús y sus vecinos, esta espera se ha convertido en una «tortura sin fin». Los vecinos no tienen intención de rendirse hasta que les den una solución definitiva.
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