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Las cotorras Kramer y argentinas invaden Granada,

Las cotorras Kramer y argentinas que invaden Granada amenazan la biodiversidad

Estas especies invasoras preocupan a la comunidad científica de la provincia, que recuerda el daño que pueden ocasionar

JOSÉ MENDOZA MAYO

Miércoles, 15 de enero 2020, 16:42

Los océanos y las montañas funcionaron durante millones de años como fronteras naturales entre los distintos ecosistemas que componen el planeta Tierra. Sin embargo, de la mano de las primeras migraciones del ser humano, estas barreras se rompieron permitiendo que se introdujeran especies nuevas en escenarios donde no era posible encontrarlas de forma natural. A estos ejemplares, localizados lejos de su área original, se les conoce como exóticos.

En algunos casos, el ecosistema es flexible y se adapta para no sufrir daño, sin embargo, esto no siempre es así. En ocasiones, la nueva especie causa un gran impacto en el hábitat al que ingresa «y supone un peligro para los grupos autóctonos», tal y como señala el investigador de la Universidad de Granada Jorge Garrido-Bautista. «Estas especies exóticas, que se convierten en un agente de cambio, son las que se denominan como invasoras», define.

En la actualidad, las especies exóticas invasoras son la segunda causa de amenaza y extinción de especies, precedida tan sólo por la pérdida de hábitat. Su efecto puede cambiar hábitats enteros, volviéndolos inhabitables para las comunidades nativas, que pueden llegar a extinguirse.

Este daño causa una pérdida irreparable de los genes, especies y ecosistemas que conforman la diversidad biológica del planeta y disminuye la riqueza del medio natural, por lo que, según el científico granadino, «es importante llevar un control sobre ellas».

Granada también sufrió este fenómeno. «Ha habido varias especies, la más conocida el picudo rojo, que entró por Motril en los noventa y se extendió por el litoral andaluz. Este escarabajo pone los huevos dentro de las palmeras y se alimenta de la misma, por lo que acaba matándola», indica Garrido. «El cangrejo americano desplazó el cangrejo autóctono a partir de los años setenta. La trucha arcoiris está desplazando a la trucha común a las zonas más altas y frías de Sierra Nevada. Ahora este peligro ha vuelto con las cotorras argentinas y de Kramer».

Estas dos aves, que están incluidas en el catálogo nacional de especies invasoras, están mostrando un crecimiento exponencial desde su introducción en España, y de forma reciente se han asentado en Granada y su Área Metropolitana, especialmente en la zona de la Vega. El riesgo de esta especie es múltiple. Por un lado, puede desplazar a especies de la fauna autóctona, como el cernícalo primilla o la abubilla, pues «compiten por su comida y por los huecos para anidar». Este es el caso del nóctulo gigante, en Sevilla, donde las cotorras suponen una amenaza para el murciélago europeo más grande de Europa.

El riesgo más importante, sin embargo, recae sobre la agricultura, en donde puede producir perdidas importantes a nivel económico. «Las cotorras son granívoras, se alimentan de semillas. Se pueden ver bandos de entre 1.500 y 2.000 cotorras alimentándose en el mismo campo de cultivo».

Un problema con solución

Según los últimos datos de la Sociedad Española de Ornitología, en Granada existen 33 nidos y alrededor de 180 especímenes, mientras que de las de Kramer no se registró ninguna. Sin embargo, este informe es del año 2015, por lo que se teme que la población haya aumentado. Armilla, Bobadilla, Cerrillo Maracena y el Parque García Lorca o la Facultad de Ciencias en la capital son algunas de las zonas donde han anidado estas aves.

El investigador de la UGR resalta la importancia de atajar el problema antes de que crezca: «De momento no hay estudios sobre su potencial expansión y daños. Sería importante hacerlo porque la de Kramer aún se está estableciendo y la argentina ya tiene numerosos nidos por la ciudad. Es más fácil atajar el problema ahora».

En caso de perder la vigilancia sobre esta especie invasora, el método de control más efectivo «es el tradicional», es decir, a base de disparar a las cotorras, tal y como se realizó en Zaragoza, donde se redujo la población de 1.700 a 10 en cuestión de semanas.

«Existen métodos alternativos, pero muchas veces son ineficaces, como las jaulas trampas, o más lentos, como la esterilización de huevos, en donde se evita que se reproduzca, pero la plaga actual continuaría», concluye Jorge Garrido-Bautista.

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