El criptoartista motrileño que ha logrado un millón de euros con sus obras
Javier Arrés ·
Ganador de la Bienal de Londres en 2019, vende sus creaciones artísticas a través de una plataforma de California que certifica la originalidad de ellas a través del mecanismo denominado blockchain, que sustenta criptomonedas como bitcoin o ethereum
Javier F. Barrera
Granada
Miércoles, 5 de mayo 2021, 01:02
Javier Arrés ha ganado este año 2021 casi un millón de euros con sus obras que vende en una plataforma web de California que certifica la originalidad de sus trabajos a través del mecanismo denominado blockchain, la tecnología que sustenta las criptomonedas como bitcoin o ethereum. ¡Ale hop! Ya está dicho. Ahora, que sea el propio artista motrileño el que explique todo lo que le está pasando, qué diablos anda vendiendo en internet y qué es eso de blockchain. Para ello, recibe en su casa del Albaicín con vistas a la ciudad –es un antiguo Airbnb venido a mucho menos con la pandemia–, y Javier Arres se ha puesto 'cool'. Esto significa que aparecerá con una chaqueta rosa fucsia combinada con una camisilla amarilla chillona y gafas estrafalarias. «Es que quiero comunicar que mis obras son pura diversión. Yquiero parecer divertido». Lo consigue.
Empecemos por el principio hasta llegar al millón de euros. Javier Arrés nació en Motril en 1982, hijo de padres funcionarios. Policía él y maestra ella. Desde su casa en Motril, que tiene buenas vistas, ve la ciudad, los atardeceres y las gamas de sombras. «Mis recuerdos de infancia en Motril explican mi arte», confiesa. Recuerda entonces también el viaje familiar a Eurodisney. «Fue un momento clave. Me creía todo lo que veía.Era un niño. Me fascinó». Eurodisney le enseñó un concepto muy ligado a su actual obra. «Podemos recrear un mundo de fantasía, como en Eurodisney».
En el proceso de formación de la personalidad creativa de Javier Arrés también es importante su conexión con los videojuegos y el cine clásico, con Mario Bros, los dibujos animados y todo el mundo audiovisual. Como dato curioso que termina de completar el retrato de este artista adolescente, la feria, los columpios y los cacharros, con su movimiento y sus luces de colores. «Desde mi casa se veía también la feria y sus luces. Mi padre conocía a muchos feriantes y la visitábamos cuando la feria no funcionaba, cuando estaba parada, y así veías dónde estaba el truco. Todas estas vivencias me han influenciado en mi obra».
Decepción en la Universidad
Hay un apunte más, fundamental. «Desde los once años iba a clases particulares de dibujo. Mis padres vieron que de pequeño estaba todo el rato dibujando, y que era un 'psicópata' del Tente, y hacía recortables». También se apuntó a una compañía de teatro. «Entre unas cosas y otras, aprendí todas las bases».
En el año 2000 sale de Motril y recaba en la UGR. Todo fue decepcionante. Asu juicio «era excesivamente académico y no daba tiempo a pensar en nada». Además, «justo el año que quiero ingresar se elimina la prueba de acceso y se entra por nota. Yno creo que les puedas pedir a los artistas que saquen buenas notas». No entró y se apuntó a Historia. «Fui cinco veces a clase, de empalme, y me quedé dormido. Me dediqué a jugar a rol y salir de fiesta con mis amigos del colegio mayor Cardenal Cisneros».
Buscó nuevos horizontes, que le llevaron a Altea, a Bellas Artes, en la Universidad Miguel Hernández en Alicante. «Aprobé todo». Pidió entonces el traslado a la UGR, y con ella, llegó su decepción. «He estado cinco años pagando la matrícula y nunca aprobé ni una sola asignatura porque solo iba a Dibujo, porque era la única que me gustaba». Así que se puso de camarero por las noches en Pedro Antonio. «Y cuando me apetecía y fluía, me pasaba por Bellas Artes a dibujar un rato y listo».
No había mucha salida en la UGRy se matriculó en la Escuela de Arte Granada para tener un título de Diseño Gráfico y Producción Multimedia. «Tras los años perdidos en la Universidad, en estos estudios me aparece algo que no tenía, la versión digital, algo que trabajé mucho durante tres años».
Llega ahora una etapa que le lleva por Liverpool, para aprender inglés, sobrevivir como camarero y visitar Anfield Road. Yque termina en Madrid, en el barrio de Puente de Vallecas, donde su novia Raquel, a quien conoció mientras ambos trabajaban en Pedro Antonio, se había mudado para estudiar Estilismo. «Vivíamos de forma miserable en un sofá cama», comparte.
Pero le llamaron de una pequeña agencia de publicidad justo cuando iba a empezar a trabajar en un hotel. «Allí estuve tres años haciendo diseño gráfico». Fue un primer paso que le llevará al estrellato. No sin problemas, trabaja su jornada y después dedica a diario dos, tres, cuatro o hasta cinco horas a dibujar. A desarrollar ese volcán creativo que lleva en su interior.
Fueron nueve años en Madrid trabajando en diferentes agencias, combinándolo siempre con la ilustración en forma de encargos. Ahí es cuando empieza a desarrollar un estilo propio. Entonces recibe encargos de grandes medios como 'The New York Times' o de la NFL, la liga de fútbol americano. «Voy teniendo cierta presencia internacional. También hay momentos en que me quedo en paro. Pero yo he hecho oro con el paro, porque me dedicaba a desarrollar mi obra».
La tinta cobra vida
De 1982 en Motril hemos llegado a 2017 en Singapur. Javier Arrés va desarrollando su obra en tinta en blanco y negro. Cada vez con formatos más grandes. «Amplío ideas hasta que la tinta me pide cobrar vida, quiere moverse». Aquí va a estar, aunque todavía no lo sepa, la clave de su éxito. «Hago 'gift art'. A mis obras las lamo 'visual toys' (juguetes visuales)». Otro pasito más, su obra empieza a gustar en los ámbitos donde tiene que gustar. Yeso se llama Singapur. Exactamente, el I Festival de Gift Art de Asia. «Y me invitan a mí». Aquí las cosas empiezan a ponerse interesantes para Javier Arrés y sus 'visual toys' empiezan a tener millones de reproducciones en Internet.
Pasan cosas. Le entrevistan en la 'MTV'. También ocurre una conversación con coleccionistas y galeristas que es clave porque quieren comprar su obra, pero no hay manera de comprarla porque no es física. Solo existe en Internet. «Si tienes arte digital sin movimiento, puedes imprimirlo. Pero el mío es en movimiento y no había manera de venderlo». Salió también la segunda parte. «La otra clave es la autenticidad. El comprador quiere saber que él es el único que tiene esa obra».
Dos años después, en 2019, participa en la Bienal de Londres. «A la hora de que se abriera la exposición de tres días ya tenía compradores. No sé por cuánto se vendió, sé lo que me pagaron a mí. No sé ni quién la ha comprado. A mí me dieron 10.000 euros. Así que dije, este es el camino». YJavier Arrés sigue con su obra en tinta, sus 'visual toys' y aceptando todo tipo de encargos, hasta que a finales de 2019 recibe un mail. No es un mail cualquiera. Es el mail que te cambia la vida.
Se trata de Dannie Chu, el fundador de makersplace.com. Es el principal mercado para descubrir, recopilar e invertir en obras de arte digitales verdaderamente raras y auténticas, de los principales artistas y creadores del mundo. Existe como plataforma web con sede en California y mueve millones de dólares, exactamente igual que una casa de subastas, pero donde nada existe físicamente.
Es el criptoarte, donde el comprador paga por una obra de arte con certificado de originalidad basado en blockchain, el sistema que también permite la existencia de monedas virtuales como bitcoin o ethereum, imposible de hackear.
«Dannie Chu y su plataforma han solucionado el problema que teníamos». Entonces, Javier Arrés empieza a acuñar obras en criptoarte. «Da la sensación de que los 'visual toys' se habían creado para este mundo».
De repente, todo se acelera. «Me hacen un 'drop', que es una subasta. Presento una pieza que lamo 'Crypto Toy Coin'. Pagan 2.000 euros. Es un pasito más hacia arriba». La velocidad es ahora de bola de nieve monte abajo. «Pongo algo y al minuto tiene una oferta. Resulta que tenía mucha obra hecha para un mundo que no existía y, de repente, ese mundo se abre. Y me la compran. Me lo han comprado todo. Un día gano mil euros, al día siguiente cuatro mil euros».
Una subasta tras otra
Los 'drops' se suceden.Llega el cuarto. Se llama 'Bitcoin, the origin'. Son dos piezas. Y se venden de una forma curiosa. Una pieza única y otra que se vende durante un cuarto de hora a cuatrocientos dólares y todo el mundo que entre en esos quince minutos puede comprarla. «Se vendieron 64. Cuando ves que en cinco minutos has ganado 10.000 pavos… Y la otra pieza se vendió a 18.888. Ese día gané 40.000 euros. Ahí si notas la diferencia». De hecho, Javier Arrés es el número 16 en ventas en el mundo en criptoarte.
Todavía falta un último peldaño hasta el millón de euros. Ha llegado ahora, con la quinta subasta. La pieza se llama 'The Cool Glasses', y consiste en 24 piezas de diseños de gafas y una pieza grande llamada 'The Cool Glasses Crazy Machine'.
El sistema de subasta es endiablado. Al ser 24, hicieron dos subcolecciones de doce cada una. Cada pieza iba a estar disponible en la subasta durante 25 minutos, con un sistema muy imaginativo, como si fuera un juego. Ibas desbloqueando gafas que podías conseguir si comprabas otras. Las cinco primeras valían 599 dólares. La sexta, un dólar. Pero solo podías comprar la sexta si habías comprado antes las cinco anteriores. Además, las gafas iban subiendo de valor de forma que las últimas costaban 1.500 dólares. «Saqué 430.000 dólares».
Todavía hay una fuente de ingresos más que le ha permitido llegar a la mítica barrera del millón de euros. Hay gente que compró su obra hace tres meses por trescientos euros y ahora la ha vendido por tres mil. Y Javier Arrés se lleva el 10%, es decir, 300 euros en este caso. «En total, casi he ganado un millón de euros... antes de Hacienda, que se llevará la mitad».
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