Hay tantas recetas de gazpacho como atrevidos cocineros y paladares, aunque la fórmula estándar es la que triunfa en España y en medio mundo; en este último caso gracias, en parte, al cine de Almodóvar
«¿Qué lleva este gazpacho?», le pregunta incrédulo el policía nacional a Carmen Maura mientras ambos sostienen un vaso entre las manos y se miran fijamente a los ojos retándose. Ella, impávida, le responde remarcando con tono pausado los ingredientes, como quien dicta una receta: «Tomate, pepino, pimiento, cebolla, una puntita de ajo, aceite, sal, vinagre, pan duro y agua. El secreto está en mezclarlo bien. A Iván le encanta como lo mezclo yo. Lo hice para él». Fin de la escena. Esta es sin duda una de las secuencias más buscadas en Google de la película 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', de Pedro Almodóvar. Ésta y otra similar del mismo film, donde se recrea la elaboración de la bebida andaluza más refrescante y nutritiva, han ayudado a que se conozca y aprecie en más de medio mundo. Gracias a la cinta del manchego, uno de los cineastas españoles más admirados internacionalmente, el gazpacho entró en Hollywood. Carmen Maura, cuando se le pregunta por sus recuerdos de la película, cuenta los miles de seguidores que le han pedido la receta por todo el mundo. Incluso hay un restaurante que se anuncia en Internet que le ha puesto a su gazpacho el nombre de la película de Almodóvar.
La fórmula que recoge 'Mujeres...' es la estándar pero hay tantas recetas como cocineros o gustos al paladar. En su origen, el gazpacho no llevaba verduras. Se componía de pan remojado en agua, aceite y vinagre; a veces se le añadía ajo o almendra. Esta comida se consumía ya durante el siglo VIII en la España del Al-Ándalus y hay referencias a un alimento similar en el recetario romano y hasta en la Biblia. Es en el siglo XVI cuando se incorpora a la fórmula andaluza el tomate y el pimiento, verduras que se trajeron los conquistadores de América.
La clave, el ajo y el vinagre
De hecho, la que firma este reportaje, creció en su casa cordobesa durante la infancia con otra receta, más pobre en ingredientes; después, en la adolescencia y primera madurez barcelonesa aprendió de su madre Isabel su elaboración. La que disfruto y recomiendo es más simple y de entrada no lleva ni cebolla ni pimiento y en cambio incluye un huevo duro, que se mezcla y bate con el resto de ingredientes. Se sirve en vaso grande y muy fresco; si es del gusto del comensal se pueden incorporar trozos de manzana.
Para mi madre la clave estaba en la cantidad justa de ajo y vinagre. No puedes pasarte con ninguno de estos ingredientes porque de lo contrario arruinas una de las comidas más completas de la actual dieta mediterránea. Digo actual porque en la década de los años 60 y 70 del siglo pasado la alimentación diaria no llevaba apelativos y era más una cuestión de economía doméstica.
Esta comida, que fue el sustento básico de los campesinos andaluces porque sus nutrientes le permitían aguantar duras horas de trabajo al sol en verano, sin ganar kilos, se ha universalizado de tal manera que la única diferencia es su presentación. Te la encuentras en vaso de chupito en la copa de espera de una boda o en la tapa del bar acompañando a un rodaja de chorizo con pan.
Primo hermano del gazpacho, y que resuelve cualquier entrada es el salmorejo, una crema fría que, según aprendí, la única diferencia con éste es que no lleva pepino y en mi casa se sirve con una chorreón de aceite de oliva virgen extra. Se puede comer con cuchara o con sopas de pan. ¡Que aproveche!
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.