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El equipo de gobierno dio a conocer la semana pasada que trabaja en el diseño de un proyecto para renaturalizar el río Genil. El objetivo, como avanzó este periódico en exclusiva, es devolver la vida al cauce casi tres décadas después de que fuera encapsulado ... con hormigón con motivo del Mundial de Esquí. Un repaso a la hemeroteca revela que la iniciativa no es nueva. Es la cuarta vez que se produce, lo que refleja a las claras que el resultado de la operación del 95 no fue del todo satisfactorio.
Casi desde que se acabó con el cauce original, volver a la estampa previa de la ribera fue objeto de debate. Los primeros en abrir el melón fueron Ecologistas en Acción, que inició una campaña en 1997 para reclamar la renaturalización. La denominó Ríos vivos y pedía la recuperación integral del curso y la reforestación de sus cabeceras mediante la potenciación de los bosques de ribera y corredores ecológicos. La medida iba más allá y buscaba extenderse también al Fardes, el Darro y el Monachil ante la «lamentable» situación en que se encontraban ya entonces. Como denunciaba el colectivo, los canales se habían convertido en «auténticos estercoleros y cloacas».
El debate trascendió y propició que dos años después, en septiembre de 1999, se presentara el proyecto para la creación de un parque fluvial en el Genil, con un presupuesto de 219 millones de pesetas. Los ejes de la iniciativa eran la rotura de la solera para dar espacio a la vegetación y la colocación de grandes piedras a lo largo del curso para provocar meandros. Su promotor, Javier Egea, ya advertía que el colectivo no quería «ni poco ni mucho hormigón, puesto que hay otras formas de tratar los ríos que no sea destruyéndolos».
En abril del año siguiente, los ecologistas recabaron más de un millar de firmas para reforzar el proyecto. De nuevo insistieron en declaraciones a los medios de comunicación que las actuaciones realizadas en el 95 habían sido un «craso error» que, a su juicio, «se había demostrado con los problemas de malos olores provocado por el estancamiento del agua y el deprimente paisaje que ha quedado».
La propuesta llegó al pleno, donde recibió el apoyo de la mayoría de la corporación en 2002. La medida quedó, sin embargo, en el cajón, como denunció el colectivo tres años después. Entonces recordó que «para sonrojo de todos» nada se había hecho «para acabar con esa imagen de río muerto metido en su sarcófago de hormigón y desprendiendo tufo constante».
Aunque la mala situación del río salpicaron de manera constante las hojas de los periódicos en los años siguientes, fue en 2006 cuando volvió el asunto con fuerza. Fue a raíz de que IU reclamara públicamente al alcalde de Granada, José Torres Hurtado, que acometiera la reforma del río. La edil Lola Ruiz instó al responsable a invertir 4,40 millones procedentes de fondos europeo. La propuesta fue oida por el equipo de gobierno, que en julio apoyó la moción presentada por la formación para estudiar la devolución a su estado natural del cauce. La iniciativa, curiosamente, contó con el voto en contra de los socialistas.
Durante los siguientes años se reiteraron las quejas por la situación del río, aunque no fue hasta 2017 cuando volvió a ponerse la idea sobre la mesa con fuerza. Fue el segundo intento y nuevamente a través de Ecologistas en Acción, que presentó un plan que planteaba reconvertir cuatro kilómetros de cauce en un espacio «agradable a la vista, libre de malos olores y con la vida propia de un río».
Entre otras propuestas, hablaba de aumentar la «rugosidad» del fondo y la sinuosidad del recorrido, además de facilitar el enraizamiento de árboles para que pudiese servir de refugio para la vida animal. La intervención contemplaba también la bajada de todas las compuertas, con vistas a no hacer demasiado costosa la operación, y la colocación de grandes piedras que favorecieran la formación de rápidos y cascadas. Respecto a la vegetación, abogaba por emplear especies como el sauce, el aliso, el alamo blanco y el chopo en las zonas más cercanas al agua. También por el fresno, el olmo y el taraje en las áreas más alejadas. Como elementos arbustivos, proponía el uso de rosales silvestres, majoletos, sahúcos, avellanos, durillos o gayombas.
El colectivo volvió a reunirse con diferentes grupos políticos e instituciones para promover la actuación. Fue así como llegó nuevamente la idea al Ayuntamiento, donde fue presentada en forma de moción por el edil de Izquierda Unida Francisco Puentedura. En el debate, todos los grupos de la corporación coincidieron en señalar la necesidad de recuperar el cauce tras una actuación que, como dijo el hoy delegado de Cultura, el popular Antonio Granados, «se ha demostrado con el tiempo que no satisfizo a nadie». Las fuerzas decidieron llevar el proyecto a la CHG, que había mostrado interés en conversaciones previas. Sin embargo, volvió a quedar arrumbada en el cajón.
En 2019, la idea fue retomada de nuevo por Ecologistas en Acción, que rehizo el proyecto. Esta vez se apoyó en Santiago M. Barajas, responsable de la exitosa renaturalización del Manzanares a su paso por Madrid. El experto visitó la ciudad para conocer de cerca el cauce y, con la ayuda de especialistas locales, planteó una propuesta, la tercera, que solicitaba de manera inexcusable la demolición de la solera y la eliminación de las represas que se construyeron en el 95. Asimismo, la propuesta planteaba la erradicación de las especies vegetales exóticas con idea de que los árboles autóctonos pudieran hacerse con el territorio, que sería reverdecido en sus orillas.
Aquel proyecto fue adoptado por el grupo de Unidas Podemos, que la incluyó en su programa electoral y, desde entonces, la ha tenido sobre la mesa en cada una de las negociaciones. Así ha sido en las conversaciones que ha mantenido con los socialistas tras la ruptura del bipartito, un diálogo que recientemente fraguó en un preacuerdo.En paralelo, como contó este periódico, el equipo de gobierno inició hace unas semanas el diseño de un proyecto para renaturalizar el río en colaboración con Emasagra. La idea es que la propuesta pueda estar definida antes del 16 de marzo, cuando finaliza la convocatoria abierta por el Ministerio para la Transición Ecológica para financiar operaciones de este tipo con fondos Next Generation. Sería el cuarto intento, quién sabe si el definitivo para que los granadinos vuelvan a tener un Genil vivo.
Madrid fue el espejo en el que se miró Granada para encapsular el río en el 95 y ahora nuevamente lo es para devolverlo a su estado natural. La capital recuperó la estampa del Manzanares en 2016. Desde entonces, el bosque de ribera se ha hecho con el cauce, lo que ha permitido a los madrileños volver a disfrutar de primera mano del ecosistema nativo. «Es un proyecto precioso, que ha sido capaz de unir a todos los grupos municipales del Ayuntamiento de Madrid cinco años después y que está teniendo grandes ventajas para la población, que vuelve a mirar a su río con orgullo», reconoce su promotor, Santiago M. Barajas.
El responsable recuerda que, gracias a la iniciativa, la ciudad está disfrutando de escenas como la del zorro del Pardo que en la pasada Navidad, durante diez días, se aposentó en una isleta del río para deleite de los madrileños. «Eso ocurre porque el agua va limpia, los peces que hay son autóctonos, hemos detectado la presencia de 106 especies de ave y el río está lleno de vida, como tiene que ser», destaca.
El experto recuerda que la renaturalización «tiene ventajas sociales y ambientales». «Las ambientales están claras porque, entre tener un río muerto o un ecosistema vivo, queda claro que la presencia de vegetación y fauna autóctona refleja que la salud del territorio es buena. En cuanto a las sociales, son mucho mayores porque tiene que ver con la calidad de vida de cientos de miles de personas, en el caso de Granada, que son las que disfrutarían de nuevo de su río cada día», explica.
Una de las críticas habituales a este tipo de operaciones es que anteriormente a la operación del 95 el río Genil presentaba problemas de malos olores y ratas. Barajas alude aquí también a seguir el modelo de Madrid, que desde el inicio de la renaturalización ha seguido un programa de mantenimiento. «La basura no nace los ríos. Alguien la tiró, así que lo que hay que hacer es mantener los ríos limpios igual que se hace con los parques públicos. En el Manzanares han desaparecido los mosquitos, los malos olores y la gente disfruta viendo los pájaros. La renaturalización de ríos solo trae ventajas y no solo se hace en España. También en Alemania, en Corea del Sur, en Estados Unidos... Eso da cuenta del carácter positivo de la medida», remarca.
El responsable pide al Consistorio granadino que «mire al Manzanares» y llama a la ciudad a «aprovechar la oportunidad de los fondos europeos».
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