Si hubiera sido por la robustez de su diseño, nadie habría puesto en duda que la Caja General de Ahorros de Granada habría resistido vientos, mareas y fusiones. La sede construida para albergar los servicios centrales de la entidad granadina representaba la solidez que los ... directivos de la Caja querían mostrar en tiempos de marejada, cuando Sevilla empezaba a definir su estrategia sobre el futuro de las cajas andaluzas y La General mostró sus intenciones con kilos de hormigón armado.
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A comienzos de los años 90, Manuel Martín presidía La General. Recién fusionada con la Provincial, y en pleno debate para conseguir la sede de una Caja de Ahorros de Andalucía Oriental, tenía repartidos sus servicios centrales entre el Palacio de Villamena, el Zaidín, el edificio de la Pirámide, la Placeta de Tovar o el Colón, un patrimonio singular, pero un espacio insuficiente y disperso. La entidad invirtió entonces 800 millones de pesetas en comprar 94.000 metros cuadrados en un terreno de antiguas vaquerías frente a Cruz de Lagos, para instalar su sede. Una zona que no estaba definida urbanísticamente y con la intención de que el edificio se convirtiera en un referente. Sería el regalo para la ciudad en el centenario de la Caja.
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Un concurso de ideas eligió el proyecto presentado por Alberto Campo Baeza, una 'caja' de proporciones cúbicas, «hecho con un material que todos recibimos gratis, que es la luz» y que no tendría «ningún rincón oscuro», explicó entonces el arquitecto que consideró el edificio como «el proyecto central de mi vida».
Llevaba cinco años parado cuando Julio Rodríguez recuperó, en 1997, aquella idea del 'Impluvium de luz' propuesta por el arquitecto vallisoletano. «El edificio se construyó con el propósito de concentrar los servicios centrales para darles más funcionalidad», explica Rodríguez. A finales de los 90 los precios de la vivienda comenzaban a subir y el valor del patrimonio de la Caja se revaloró: «Nos encontrábamos con una situación en la que los activos inmobiliarios ganaban peso y no era una osadía poner todo en venta y con ello financiar la construcción», explica el entonces presidente de CajaGranada. El 21 de junio de 2001, con la presencia del presidente de la Junta Manuel Chaves, se inauguró la nueva sede. «Fue curioso», explica Rodríguez, «porque había gente que llevaba tiempo trabajando en servicios centrales que no se conocía, se pusieron cara aquel día».
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Más de seiscientos trabajadores se trasladaron a la nueva sede. Elena Cosano trabajaba en el edificio Colón, antes de mudarse al Cubo: «fue un cambio muy grande», continúa. «La oficina daba a un patio interior y lo recuerdo como gris. Y de ahí pasamos a un edificio lleno de luz, con todo a estrenar. Te sentías importante, era un orgullo trabajar allí». Aunque también tenía sus inconvenientes. Elena recuerda que debido a ciertas condiciones que había puesto el arquitecto no se podían, por ejemplo, colocar persianas y el «reflejo de la luz en el ordenador hacía complicado trabajar a algunas horas». En general «el edificio cayó bien», continúa Rodríguez, «y sí que pensamos que posiblemente sería un atractivo más para la visita a Granada».
El Cubo mantuvo su función y propiedad hasta septiembre de 2011, «cuando se decidió sacar adelante este edificio se entendía que la Caja tenía solidez como para edificar esta sede. Los problemas llegaron después y afectaron a muchas cajas de ahorro», apunta Rodríguez. La Fundación CajaGranada cedió la totalidad del negocio así como sus propiedades a BMN, menos su obra social, y el edificio comenzó a vaciarse. «Fue una pena. Los que se quedaron no sabían qué iba a pasar con ellos». Tras BMN llegó Bankia que ratificó su uso como sede territorial en Andalucía y trasladó allí varias unidades de negocio de ámbito nacional. En 2021, Caixa adquiere Bankia y en octubre del 23 la Junta anuncia que instalará allí las sedes judiciales. «Me han ido comentando varias iniciativas diferentes como destino final del edificio y este me parece el mejor», asegura Julio Rodríguez que cuenta con añoranza una anécdota: «cuando paso por Granada camino de Motril, mi mujer siempre me dice: 'no mires más al edificio de la Caja que nos estás poniendo en peligro', esto revela el afecto que yo le tenía a este edificio».
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Y cuando termina la conversación manda por whatsapp una foto de su escritorio en el que aparece un pisapapeles de metacrilato con la forma del edificio del que un día puso su primera piedra.
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