«Ojalá cerrase los ojos y me despertara el 8 de enero». ¿Cuántas veces hemos escuchado expresiones como éstas en Navidad? En estos días en los que toca celebrar, reunirse con la familia y disfrutar de la supuesta época más feliz del año hay mucha ... gente que se deprime y se siente más triste que nunca. El psicólogo sanitario y psicoterapeuta Buenaventura del Charco, explica que la Navidad «da volumen» a los problemas que ya estaban latentes y aporta algunas claves sobre cómo aliviar el dolor.
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-¿En estos días de Navidad los psicólogos notáis más consultas de pacientes?
-Los días previos y posteriores a la Navidad son un momento en el que se incrementa la demanda de servicios de psicología. Creo que es representativo de que estas fechas tienen un enorme impacto emocional en las personas y hacen explícitas cuestiones que si aunque están ahí todo el año, las fechas las ponen en primer plano, evidenciándolas de forma confrontativa y sangrante.
-¿Quiénes se sienten mal en Navidad y cuáles son los motivos más frecuentes?
-El sufrimiento de las personas en Navidad es más variado que el surtido de polvorones que nos ofertan en el super, ese que trae algunos rarísimos que nadie se come, como las bolas de coco esas... El caso es que por un lado tenemos a los dolientes, es decir, a quienes tienen ausencias significativas: en el encuentro familiar se hace muy explícita la silla que se queda vacía.
También tenemos a las personas que tienen conflictos familiares, y es que cuando nos juntamos todos (o no) pueden aparecer roces que tocan antiguas heridas y terminamos saltando... Otra modalidad de encontronazo es el que se da en las familias a la hora de elegir cómo y cuándo se reúnen: si se prioriza a una familia política frente a otra, los celos de los abuelos por pasar tiempo con los nietos o por qué cuando se organizan los encuentros siempre se adaptan a uno de los miembros de la familia y a otros no...
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Por otro lado, están las personas que, simplemente, están pasando una mala racha personal: depresiones, enfermedades, ansiedad o lo que sea, y llega la navidad y se les obliga a tener que celebrar. Finalmente, estarían aquellas personas que pasan apuros económicos y en estas épocas de excesos y despilfarro se sienten agobiadas por gastar de más o experimentan culpabilidad al poder lo adecuado y mejor' a su familia en estas fechas.
-¿La ausencia de los seres queridos en estas fechas es el principal motivo de malestar o hay otros?
-Para mí lo más lesivo de las navidades no es tanto las ausencias (ahí el entorno suele entender más el malestar y actúa de forma empática y arropadora) como el imperativo de estas fechas de tener que ser feliz: Los anuncios de familia feliz de El Almendro, las películas de sobremesa naifs de Antena 3 y el espíritu navideño donde parece que todo el mundo debe desear juntarse, tener ánimo de celebrar cosas y estar eufórico, lleno de amor y cariño para todos, tocar la pandereta y cantar villancicos.
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Cuando estás jodido esto es terrible porque crea una profunda brecha entre los otros y tú, una enorme sensación de soledad e incomprensión y te obliga al aislamiento o a estar rodeado de gente pero con una careta de que todo va bien cuando estás desgarrado por dentro.
Digamos que ahí tienes dos fuentes de dolor: tu problema (ausencia, conflicto famiiar...) y la sensación personal de invalidez, de soledad y culpabilidad por no poder estar bien. Además, esta represión y evitación emocional provoca síntomas psicológicos como la ansiedad, la obsesividad, problemas de sueño, pérdidas de control, explosiones emocionales...
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-¿Cuándo hay que pedir ayuda profesional por este motivo?
-Pues para mí no hay una línea clara más allá de lo que te indica tu propio malestar. En esta cultura tristofóbica tendemos a considerar que 'aguantar y tirar para adelante' es algo bueno, y por desgracia ignoramos la parte de nosotros que sufre y nos pide ayuda, de forma que sólo acudimos a psicoterapia cuando el malestar nos desborda y se convierte en una enfermedad que nos obliga a hacerlo al tumbarnos (ansiedad, depresión, desesperanza profunda, obsesividad...). En esta cultura obsesionada con la productividad y el miedo a no ser suficientes nos sigue importando más funcionar que nuestra paz interior.
-¿La tristeza es una enfermedad o puede llegar a serlo?
La tristeza es una respuesta emocional adaptativa y natural. Es algo que nos sirve a hacer frente a la pérdida y al dolor: lamernos las heridas para cicatrizarlas, pararnos para recuperarnos del esfuerzo y el golpe, pensar en ello para entender el significado que tuvo para nosotros, llorar para calmarnos (es el mejor ansiolítico) y sentir acoger nuestro dolor, también para convocar a otros y mostrarles que necesitamos ayuda.
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Cuando la herida cicatriza, ya no necesitamos seguir estando tristes y podemos continuar. ¿Por qué entonces la gente se engancha en la tristeza? Pues aunque cada persona es un mundo, lo frecuente suelen ser dos motivos: No se permiten estar tristes, por lo que están mal obligándose a estar bien y culpabilizándose por no hacerlo (ahí aparece una ansiedad por el hecho de estar mal o una autoexigencia que nos impiden estar en la tristeza adaptativa) o porque a veces se utiliza la tristeza, más de tipo victimista, para tapar o protegernos de sentir otras emociones, como culpabilidad o rabia o para no enfrentarnos a situaciones que nos dan miedo, como conflictos, decisiones importantes o asumir responsabilidad. Así que como estar depresivo es útil y «nos protege» de algo que nos da miedo, no podemos dejar de estarlo.
-¿Qué consejos o herramientas les das a esos pacientes que se deprimen en estas fechas? ¿Cómo se les puede ayudar?
Pues que se permitan estar tristes y hagan lo que les pida el cuerpo. Está bien que se preocupen por los demás, pero el amor también es con uno mismo. ¿obligarías a tu amigo a tener que irse de cena con una sonrisa en la cara cuando sabes que está jodido? Pues no lo hagas contigo. Por desgracia nos tratamos peor que al vecino en la mayoría de las ocasiones. Le pido al lector que recuerde que estar mal cuando te pasa algo duro, es sencillamente, lo normal en general la premisa es no obligarse a nada que no sea honesto con uno y cómo nos sentimos: está bien celebrar si te lo pide el cuerpo, está bien no hacerlo, está bien querer sacrificarte por otros si es desde la coherencia y no desde la obligación social o familiar... Lo que sea, pero desde la lealtad con uno mismo, y entender que podemos cambiar de estado varias veces a lo largo de estas fechas y decir que sí y que luego sea que no, y al revés.
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-¿Por qué muchas cenas de Nochebuena en familia acaban como el rosario de la Aurora, por qué esperamos a ese momento para que salten los conflictos?
-Personalmente, y tras trece años de ejercicio profesional hurgando en la cabeza de las personas y más de dieciocho leyendo sobre el tema, creo en la tendencia a la bondad del ser humano, quizás soy un poco naif.
Las personas no hacemos tanto daño por maldad como por cobardía, y claro, vamos acumulando, no diciendo, no enfrentando y hablando claramente de lo que pasa, entonces, cuando llegan los encuentros familiares, vamos todos con el vaso al límite, y a ras, y basta con una gota para que se desborde y entonces saco el enfado de lo que acaba de pasar y el acumulado... Toca todo de golpe, como el euromillones, y es imposible de canalizar de forma adecuada. Luego nos arrepentimos y volvemos a acumular, de forma que acabará pasando lo mismo.
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