Megumi Igarashi posa junto a una de sus obras: un kayak con la forma de su vagina

Labios sellados

La censura japonesa hacia la representación de los órganos genitales se ensaña con la artista Megumi Igarashi, quien compartió el archivo informático para poder imprimir en 3D su vagina

Encarni Hinojosa

Sábado, 19 de julio 2014, 08:15

El alias de 'rokudenashi-ko' -'chica mala'- no puede describir mejor a la artista japonesa que ha revolucionado Japón esta semana. Megumi Igarashi, una creadora multidisciplinar de 42 años y residente en Tokio, fue arrestada el 12 de julio por distribuir una plantilla que permitía imprimir en 3D su vagina.

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Sobre ella ha caído la acusación de obscenidad por vulnerar la ley japonesa que prohíbe cualquier tipo de representación o muestra de los órganos sexuales. A pesar de que en este caso la artista solo transmitió las claves para crear la polémica obra, si es hallada culpable, tendrá que enfrentarse a una pena de dos años de cárcel o a una multa de unos 2,5 millones de yenes (más de 18.000 euros).

La censura japonesa en obras sexuales o eróticas es estricta pero desigual y, a veces, un tanto absurda. Un ejemplo de ello es la última ley contra la pornografía infantil que el gobierno japonés aprobó el 18 de junio rodeada de polémica al excluir de la norma a los manga y los 'anime' -series de animación-. Si ya de por sí esto sorprende, las penas acordadas terminaban por ponerle el broche al despropósito. Un año de cárcel o una multa de un millón de yenes son los máximos establecidos para los que vulneren la nueva ley. Sin embargo, en el caso de Igarashi, la petición de pena y sanción supone el doble.

La trampa del rectángulo negro

Una ley anterior es la que más se identifica con la pornografía japonesa y sobre la que se asienta la acusación hacia la 'mangaka' y escultora nipona. La llamada popularmente 'ley bokashi' -literalmente, 'oscurecer'- determina que no se pueden mostrar ni representar los genitales ni el vello púbico en su totalidad. Esta última acotación es la que permite la trampa que tiene toda ley: no se puede mostrar la totalidad, pero sí una parte. Aunque al comienzo de la aplicación de la norma los órganos sexuales que aparecían en películas, cómics o fotografías eran tapados completamente por cajas de color negro o por un pixelado, al cabo del tiempo las máscaras evolucionaron al rectángulo negro más diminuto posible para ocultar prácticamente nada.

Lo que también llega a ser incomprensible es que, estando en vigor la 'ley bokashi', muchos templos budistas y sintoístas tengan representaciones de órganos sexuales de ambos géneros pero principalmente masculinos. Incluso en la ciudad japonesa de Kawasaki, muy próxima a Tokio, se celebra cada primer domingo de abril el Kanamara Matsuri -literalmente 'falo de metal'- que consiste en procesionar tres representaciones del pene en su respectivo 'mikoshi' -altares que son portados por varias personas-.

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El sorprendente machismo que aún impera en un país desarrollado como Japón parece estar detrás de este doble rasero a la hora de aplicar una ley que ya es confusa e inútil. La sociedad japonesa es consciente y ha dado muestras de ello al apoyar a Megumi Igarashi. Dos días después de su arresto, Masanori Takano, un programador de Tokio, creó una plataforma para pedir la puesta en libertad de la artista en la web change.org . En tan solo cinco días, más de 20.000 personas firmaron para apoyar a la japonesa. Finalmente, Megumi era liberada ayer de su arresto.

La 'chica mala' del arte nipón ya creó polémica el año pasado con un 'crowdfunding' para recaudar el dinero necesario para la construcción de un kayak inspirado en sus propios genitales, el 'pussy boat'. Las 125 personas que le permitieron reunir un millón de yenes (más de 7.000 euros) para la consecución de su proyecto recibían a cambio la plantilla para poder reproducir en una impresora 3D su vagina, archivo digital que le ha costado la acusación. El empeño de las autoridades niponas en sellar los labios de Igarashi puede impulsarla cada vez más a convertirse en una heroína de la libertad de expresión sexual de las mujeres japonesas.

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