Calor para la mente

Era el cinco de enero. O mejor dicho, eran los cinco de enero. Mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a ver la cabalgata de reyes. Bufanda, guantes y mucha emoción

fernando morante peregrina

Martes, 29 de diciembre 2015, 00:13

Qué recuerdo? Recuerdo pocas cosas hijo, aunque hay una que no olvidaré jamás. Era el cinco de enero. O mejor dicho, eran los cinco de enero. Mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a ver la cabalgata de reyes. Bufanda, guantes y mucha emoción. Casi me noto cogido en brazos de mi padre. ¡Qué sensación, por Dios! El bullicio de la gente, la música Luego íbamos a casa de nuestros abuelos maternos porque, ¡oh sorpresa!, los reyes, antes de salir en cabalgata, habían pasado por su casa para dejarles nuestros regalos. Todo el recuerdo está cubierto, manchado de un color parecido al sepia. Y recuerdo también el eco lejano de algún villancico.

Publicidad

Y no hay más, ¿sabe usted? ¡Como desearía poder estar de nuevo allí! Incluso me conformaría con verme por una ventana mágica. ¡Ver la cara de mi abuela! Aún más ilusionada que nosotros mientras destrozábamos los  papeles que envolvían nuestros regalos.

Y no hay nada más. Así que le ruego que cuando esto que me está matando, avance un poco más, y ya no tenga ni un instante de lucidez, me cuente la historia de esos hermanos, de esa cabalgata y de esos abuelos. No desespere si la expresión de mi cara no le corresponde. Usted insista. ¿Quién sabe? Quizás alguna parte de mi cerebro recibirá sus palabras como un pequeño rayito de sol en invierno. Es imposible que algo tan grande para mí desaparezca del todo, aunque sea un recuerdo.

¡Ah, una cosa más, doctor! Cuando tenga usted nietos por favor, convenza a los reyes para que pasen por su casa antes de salir en cabalgata. Verá como ellos, cuando sean muy, muy mayores, podrán abandonar este mundo con un poquito de calor en su mente. 

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad