RELATOS NAVIDEÑOS

Solo yo conozco su secreto

Todos los años baja a este pueblo a esconderse travieso en la oscuridad anaranjada de las calles, para besarte el rostro con sus labios de niebla y vestir tu cara de camelias blancas y rosas. Solo yo conozco su secreto

Estefanía soto domínguez

Jueves, 31 de diciembre 2015, 00:40

Todos los años lo veo. Un anciano renqueante, apoyado en un bastón de hojas secas, coronado de musgo y romero, baja de la sierra para sembrar las calles de frío azul y plata, desnudar los árboles y vestir las puntas de sus ramas de azabache con mirlos juguetones. Todos los años, por estas fechas, lo veo. Sé que es el quien escarcha los campos hasta esculpirlos en mármol blanco y pinta una nueva estampa de la vega. Y si por la noche, insomne y pensativa, me asomo a mi ventana de hielo y vaho, si dirijo mi mirada hacia el Piorno, puedo verlo sentado en su trono de bruma y piedra silbando alguna nana a las liebres que duermen en sus madrigueras.

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Todos los años baja a este pueblo a esconderse travieso en la oscuridad anaranjada de las calles, para besarte el rostro con sus labios de niebla y vestir tu cara de camelias blancas y rosas. Solo yo conozco su secreto. En alguna ocasión manda su séquito de garzas azules cruzar apacibles el pueblo, para dar paz a los hombres y esperanza de verse de nuevo victoriosos y exultantes.

El inventa calles de chimeneas, que exhalan humo de leña, acogedora y candente, y pone sobre los tejados gatos maullándole baladas a la luna. Es quien hace que las madrugadas sean generosas en sueños de color cobalto. Su risa bondadosa, de anciano desdentado, se esconde entre las campanas, satisfecho de ver su creación sosegada y cuando están tañen anunciando cada hora de nuestras vidas, aquellos que guardan la verdadera esencia de los días fríos en su corazón, podrán oír su risa perfectamente audible, perderse poco a poco entre los campos.

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