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chari ruíz de peralta
Lunes, 4 de enero 2016, 00:21
Ya sé lo que les voy a pedir el año que viene!!!!!!!!!!!!... (6 de enero 8 de la mañana...)
Esto que suena a ilusión no es tal cosa, es una amenaza. ¡No han traído nada de la carta! y se habían cumplido todos los requisitos necesarios y por cierto continuamente recordados: «come que sí no los reyes...», «pórtate bien que los reyes están a la vuelta de la esquina», «a ver esas notas, se vayan a enfadar los reyes y ya sabes...». Da la sensación de que a sus majestades le gustan las criaturas empollonas, rollizas y beatíficas; perfiles complicadillos porque todo eso a la vez es una maratón diaria. Pero mira por donde los años pasan y se empiezan a atar cabos porque se capta un ligero desequilibrio en todo este planteamiento. El punto de partida es simple: se escribe una carta a los reyes y estos en la fecha establecida te traen tus cositas y te llevas un día de locura. Todo esto está muy bien hasta que se presentan los insistentes avisos de toda la familia y allegados, ya se sabe que hay que aprobar, comer, y no hacer ni un ruido. Bien, ya lo sabíamos pero todo esto va a más, hay que escribir con tiempo porque con el pilón de cartas que tienen que atender es enorme y hay que facilitarles el trabajo Y aquí empieza un grácil descoloque ¿y sí a última hora aparece algo estupendísimo? ¿ya no se puede pedir? Bueno se acepta, la carta con tiempo y con buena letra, ya está escrita y lo escrito, escrito está, entonces por qué todo el mundo pregunta que es lo que vas a pedir y donde lo has visto, pero sí los reyes saben las notas que has sacado y lo que comes ¿no va a saber donde están los juguetes? ¿Y ese maravilloso almacén donde todo lo encuentran? Otro descoloque, a ver si es que lo que yo pido no esta allí, ¡vaya mala pata la mía!
Ya estamos en otro año y la carta se va escribiendo mejor, que las experiencias enseñan y hacen que se pida muy clarito: quiero esto y lo otro y están allí y allí... Para que no se pierdan pones direcciones y un planillo (más o menos) proporcionando el máximo de detalles de la ubicación de todo, para que luego digan que no se mima a sus majestades, los tenemos casi en brazos.
Pues bien de después de todo estos mimos ¡zas! ¡otro rebote! Pero, ¿qué es eso del pelo verde? Sí, yo quería una muñeca rubia, muy, muy rubia y esta parece rancia. ¿Y el vestido de ballet? ¿Qué es ese montón de tela blanca tan dobladita con el maravilloso cartelillo que dice «para la bailarina»? O sea que no saben donde lo venden pero si saben que en la casa hay modista ¡así no hay cisne ni pato que baile! Eso sí, material de colegio el que quieras. ¿Quién ha pedido eso? Y de complemento libros de todos los tamaños y acompañados de la gran exclamación ¡anda cuantos cuentos! Vamos, vamos, vamos, con que cuentos ¿eh? ¡Son libros de letra chica y sin dibujos! ¡Esta vez se han pasado lo más grande!
Sin embargo, el ambiente del día es tan genial que se disfruta (salvado el impacto inicial) de lo que hay de nuevo y se aprecia que antes no estaba y ahora es tuyo a pesar de la aterradora pregunta en cualquier esquina «¿Qué te han traído?». Y la respuesta pavita: «muchaaah cosaaah» (que a saber quien las ha pedido) Y todo el mundo tan contento te cuenta que les han traído hasta más de lo pedido y te aseguran que le completaran la entrega en Semana Santa con lo que se te queda cara de lo que me faltaba. El tiempo pasa, si, pero la memoria queda y te viene el flash maravilloso: ¿con que todo eso te trajeron? ¿y por qué no lo vimos nunca? ¿y lo de Semana Santa te lo traían en la borriquilla o en el caballo del municipal? Anda, anda que ahora que me acuerdo la cara que tenías me la vi en el espejo esa misma mañana, ¿será posible?
Que episodios tan divinos, tanto como la aguda espina dorada del admirado Machado, y a pesar de todo es una fiesta que sigue convocando a la ilusión y a la fantasía y quien mas y quien menos se asoma a ver la cabalgata y le grita a los reyes (lo mismo es para descargarse) y les pide caramelos como si nunca se hubiera visto uno, eso sí, sin rencores, no se les va a echar en cara el tren que nunca vino aunque podían haberlo traído
El caso es que la carta se sigue escribiendo con el mismo corazón que además se expande porque ya se marcha encima del camello portador de regalos y eso es grandioso, placentero y un poquito aclarador de los despistes de sus queridas majestades, no se ven los toros igual desde lo alto de la joroba que escribiendo la carta en la comodidad de la mesa camilla, pero bueno a nivel personal y después de las experiencias en un bando y en otro he decidido que voy a cambiar la perspectiva de mi carta y la voy redactar con otro condicionamiento: si me traéis todo eso que me gusta tanto ¡VOY A SER BUENÍSIMA!!!!!!!!!!!!
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