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El karaoke de una generación

El karaoke de una generación

Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel y Serrat llenaron anoche el Palacio de Deportes durante tres horas de un nostálgico concierto con las canciones de toda una vida

LEO RAMA

Sábado, 17 de septiembre 2016, 02:06

Entre comentarios balompédicos, referencias al inclemente tiempo y promesas de subir la foto de rigor de las entradas a Facebook, la larguísima hilera de incondicionales y nostálgicos, veteranos en su mayoría, fue introduciéndose en el Palacio de los Deporte. Unas 10.000 personas lo llenaron, como ocurrió aquella noche de septiembre de 1996, cuando pasaron por Granada en su primera gira 'El gusto es nuestro'.

En el escenario, una gran tropa de músicos ocupó sus sitios cuando se hizo la oscuridad. Catorce sin contar a los protagonistas. Maracas, luces y acción. Con los brazos en alto y vítores, cantó primero Serrat, le siguió Víctor Manuel. Ríos abrió la boca y el Palacio hizo amago de derrumbe. Fue Ana Belén la que terminó de recordar aquello de 'Hoy puede ser un gran día'. Recién inauguraron la noche colectiva, regresaron todos a los camerinos; todos menos Víctor Manuel, que arrancó al público los primeros coros de balada.

Solo acabó y solo siguió, no sin antes ganarse el aplauso de los asistentes tras suministrarles una dosis de realidad: «La ONU ha apercibido en numerosas ocasiones a España por los 120.000 muertos que aún reposan en fosas comunes. Parece increíble que no haya un solo gobierno en España que no se haya tomado en serio». Tiró de memoria histórica para recordar: «¿Cómo voy a olvidarme / de todas las derrotas?». No paró de preguntar con 'A dónde irán los besos'. Debió de ir tras de ellos y desapareció.

Las guitarras sacaron uñas. Ana y Miguel, mirándose a los ojos, cómplices, cada uno al son del otro, fueron apurando la 'Insurrección'. Ríos, bien arrimado al margen del escenario, se movía como sólo lo hace él. Sufriendo la canción hasta la apoteosis que terminó en abrazo. Y siguieron el camino de Víctor Manuel.

Ante un cielo estrellado -y proyectado-, retorciendo, subiendo y bajando las vocales; golpe a golpe, verso a verso, Serrat y el público ejecutaron un dueto con 'Cantares', de Machado. «Sois, con mucho, el mejor público de esta gira». La broma no paró: «No habéis cambiado, prácticamente, desde el concierto de hace 20 años». Éxito tras éxito, también entre canción y canción. Fue 'Algo personal' lo que vino después, la versión más cabaretera de Joan Manuel, guitarra en mano. Como si las palabras de 'No hago otra cosa que pensar en ti' surtieran algún tipo de efecto mágico, salió Miguel Ríos. Hizo lo que tenía que hacer con Serrat antes de regresar

El contoneo de Miguel

Y de nuevo, las guitarras. Cadillacs en la gran pantalla y Miguel Ríos, al frente, acelerando la sangre, dando palmas y contoneando el cuerpo como pocos cuando han sobrepasado los 70. No había terminado, casi, 'Memorias de carretera' cuando un golpe brutal de las seis cuerdas azotó al público. Las luces se fueron al rojo. El Palacio vibraba, literalmente. Se venía la bienvenida a los hijos del rock and roll con una ráfaga sonora que alzó, por si no lo hacían ellos, los brazos de los asistentes. Brincaron y brincaron. Si Ríos lo hacía, no había excusa ni tampoco tregua.

Luego, otro relevo. Ana Belén y Víctor Manuel se trajeron a Granada un cachito guanche, el 'Contamíname' de Pedro Guerra, que no faltó. El público agradeció el tema y demostró su vasto conocimiento de un estribillo tan pegadizo como el de 'El hombre del piano'. Y entre todas las luces de los móviles grabando, como sacado de aquel concierto de hace dos décadas, un mechero se zarandeaba. De izquierda a derecha, de derecha a izquierda, y vuelta a empezar. El torrente de voz de la recién premiada con el Goya de Honor, llegando con solvencia a las notas pertinentes, consiguió acrecentar la rabia con la que los asistentes la acompañaban. Los más fervorosos golpeaban al aire al término de cada palabra.

Ella, toda de rojo, cantó a la cal de nuestros pueblos. Prosiguió con 'Peces de ciudad'. Al igual que las grandes, las que pueden, con una mano colocada con delicadeza sobre el piano. Y se marchó.

'El abuelo' de Víctor Manuel

Cuando Víctor Manuel volvió al escenario, miró al frente y hacia atrás: «Sentado en el quicio de la puerta / el pitillo apagado, entre los labios / con la bina calada y en la mano / una vara nerviosa de avellano». 'El abuelo' estaba en su mirada, en su garganta y en la de Serrat, que le acompañó. Juntos volvieron, y volvieron a desaparecer. Emergió entonces el granadino, que se sabía querido por su ciudad y por los guitarras, que le escoltaron en cada tema con las guitarras afiladas. «La escribí en el 83 pero parece que estuviera escrita hoy», dijo antes de animar a la asistencia a la manifestación programada para hoy, a las 12:00 de la mañana, para reivindicar «el tren de me cago en tus muertos». No quiso dejar de pedir y cantó aquello de «dame una cita» a la Santa 'Lusía'.

Así continuaron. Juntos, revueltos, unos y otros. Cuarenta canciones y tres horas después, acabaron todos cantando a la que sigue estando ahí, 'La Puerta de Alcalá'. Incombustible karaoke repleto de temas que marcaron a una generación: la de la Transición.

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