Edición

Borrar
Luis García Montero, en un pasillo 'forrado' de libros de su domicilio granadino.
«Mi relación con los libros se puede calificar como fetichismo»

«Mi relación con los libros se puede calificar como fetichismo»

Empezó su colección con Enid Blyton y 'Los cinco', y hoy es un bibliófilo que atesora muchas primeras ediciones y rarezas

JOSE ANTONIO MUÑOZ

Domingo, 24 de abril 2016, 01:09

En casa de Luis García Montero, la literatura llegó para quedarse. Con su biblioteca repartida, como el corazón de Chavela Vargas y el suyo propio, entre Granada y Madrid, la colección de páginas que alberga su morada en la capital tiene más de profesional que de personal. Aunque, bien pensado, flaco favor haríamos a la persona si separáramos ambas dimensiones de su existencia.

Sus primeras lecturas fueron en realidad audiolibros, porque fue su padre, Luis como él -primogénito de seis hermanos-, quien le leía antes de dormir algunos poemas de Espronceda -la imprescindible 'Canción del pirata'-, 'El tren expreso' de Campoamor, romances del Duque de Rivas , leyendas de Zorrilla... «Eran poemas con planteamiento, nudo y desenlace, que yo vivía como pequeñas novelas de aventuras». Aquella edición de 'Las 1.000 mejores poesías de la lengua castellana' de Juan Manuel Bergua, supuso su bautismo poético, a la par que literario.

Ya de adolescente, empezó a recibir regalos en forma de libro, con personajes de Enid Blyton, como 'Los cinco' o el gordito Fatty al frente de esa pandilla que se hacía llamar 'Los cinco indagadores'. También en esa etapa encontró en la biblioteca de sus padres una primera edición de las obras completas de Federico García Lorca, editadas por Aguilar, junto a las del mejor cronista de la España decimonónica, Benito Pérez Galdós.

Fue el primero de los dos volúmenes, el dedicado a nuestro paisano de Fuente Vaqueros, el que, afirma, «supuso una auténtica conmoción para mí. La lectura de las 'Canciones' de Federico cuando tenía 13 o 14 años me marcó durante esa etapa tan particular de la vida». También la 'Misericordia' de Pérez Galdós, con el ambiente marcado por la presencia de los desheredados y la historia de la mendiga Benina, abrió los ojos del joven García Montero hacia esa España que, desgraciadamente, hemos vuelto a ver repetida en los más pobres buscando su comida en los contenedores de basura.

Cuenta el poeta que dichos volúmenes se encontraban en 'el salón cerrado', llamado así porque «dado que éramos seis hermanos, y todos unos verdaderos trastos -yo el que más-, mis padres resguardaban esa habitación de nuestra presencia para que estuviera presentable para las visitas». En los anaqueles de aquella estancia se iban acumulando las joyas de la colección Aguilar, a las que el padre de García Montero estaba suscrito, y que les traía a casa un antiguo militar que era el vendedor de la editorial.

Una lengua para compartir

Pronto comenzó en el autor el deseo de compartir esta temprana pasión por la lectura, y sus regalos empezaron a tener pastas y páginas. «Recuerdo haber regalado en alguna onomástica algún ejemplar de aventuras infantiles, aquellas novelas ilustradas de Julio Verne, como 'Miguel Strogoff', editadas por Bruguera». Y en su colección comenzaron a estar presentes las ediciones de bolsillo - porque la paga duraba en el mismo lo justo para comprarlas-, sobre todo de Aguilar, Alianza Editorial y Seix Barral.

No mucho tiempo después, el joven García Montero tuvo su primera estantería de tres baldas en su dormitorio, donde se fueron alojando estos volúmenes, su primer tesoro. Desde aquel temprano momento, la relación del poeta con los libros ha evolucionado hacia lo que él mismo describe como «fetichismo. Se ha amalgamado mi condición de lector, de poeta y de profesor. Cuando hoy me acerco a una librería, voy buscando las novedades de los escritores que me interesan, bien porque les sigo, o bien porque debo explicarlos en clase. Por ejemplo, este año estamos repasando 'San Manuel Bueno, mártir' de Unamuno, del que tenía una edición antigua, y me he comprado las dos o tres más recientes para leerlas con sus notas».

Al hilo de esta reflexión, surge inmediatamente la pregunta de cuáles son las obras que hoy interesan a García Montero. Hay variedad, sin duda: «En narrativa, autores como Sara Mesa, Marta Sanz, Eduardo Mendicutti o Jesús Carrasco. En poesía, Carlos Pardo, Raquel Lanseros, que acaba de publicar una traducción al castellano de 'Los ojos de Elsa' de Louis Aragon, Elvira Sastre, o la antología sobre los últimos años de la poesía española, publicada por Valparaíso, una pequeña editorial granadina muy interesante».

También tiene sus clásicos el poeta. «Tengo verdadera devoción por Juan Marsé, del que ahora se ha publicado una edición conmemorativa de 'Últimas tardes con Teresa', que cumple medio siglo, y que acaba de sacar novela nueva».

Pero, más allá de la novedad, García Montero es un visitante asiduo de las librerías de viejo. «Cuando salgo afuera, sobre todo en Latinoamérica, y también aquí mismo, en nuestro país, ando a la caza y captura de ediciones raras o antiguas de mis poetas favoritos. Tengo 'Impresiones y paisajes' de Federico García Lorca en esa primera edición que publicó con el dinero de su padre en 1918, o las 'Soledades' de Machado en la edición de 1903, o a tantos poetas de la Generación del 27: Cernuda, Alberti... en esas ediciones anteriores a la Guerra Civil o que editaron en el exilio». Con estas joyas, ha ido configurando una colección de alto valor sentimental, ante todo.

Lector impenitente

Aunque no ha leído todos los libros de su biblioteca -a pesar de que lleva tres o cuatro a la vez-, sí es cierto que todos los que ha elegido tienen un lugar en su trayectoria experiencial, y a todos les ha dedicado un vistazo, al menos. También, como es costumbre en el mundillo, recibe muchos libros que le envían autores interesados en que el poeta les dé su opinión, o un consejo certero. Por ello, en sus anaqueles se mezclan muchas ediciones españolas con otras del otro lado del charco.

La misma importancia que tienen sus lecturas tienen sus relecturas, muchas de ellas acaecidas por razones profesionales. «Hice mi tesis doctoral sobre la época vanguardista de Alberti, y releí mucho 'Sobre los ángeles'. En Granada llevo una asignatura sobre Federico García Lorca, y obras como 'La casa de Bernarda Alba' o 'Poeta en Nueva York' las he repasado con frecuencia. También he estudiado a Francisco Ayala, y quizá la obra que haya leído de forma más recurrente haya sido 'La cabeza del cordero'». Además, relee con frecuencia poemas sueltos de distintas obras, de Machado, Cernuda...

Entre los huecos que hay en su biblioteca está el segundo libro de Rafael Alberti, publicado como un suplemento por la revista Litoral. «Tengo las primeras ediciones de todas sus obras, y ese me falta». Y como desideratum, una primera edición de 'Las flores del mal' de Baudelaire. No es mala cosa. Las joyas de su colección se ensartan en un collar imaginario en el que estarían, quizá, la primera edición de una obra propia que vio en un escaparate; el libro que su mujer, Almudena Grandes, escribió cuando iniciaron su relación (el 'Atlas de geografía humana', llevado al cine en 2007); la primera edición de 'Marinero en tierra' de Rafael Alberti, con anotaciones del autor, un manuscrito de Machado y fotos del álbum familiar, que le regaló en su día Aitana, la hija del poeta, o esa edición, ya mencionada, que Laura García Lorca le regaló de 'Impresiones y paisajes'.

Intermediación

Hablando de autores extranjeros y traducciones, afirma que la labor del traductor «es una intermediación necesaria. Quien sabe idiomas y lee en el original, tiene un privilegio. Quien no, se vale del traductor. Sobre todo, es necesario que las traducciones estén bien hechas, no solo en el sentido literal, sino en el literario».

También defiende las antologías, «fundamentalmente como instrumentos para difundir la obra de los autores, y también como foro de discusión. Es cierto que algunos autores no antologados pueden sentirse molestos con ellas, pero es igualmente verdad que ofrecen, si se han realizado con rigor, una fotografía precisa de un momento creativo concreto, de una generación, un estilo o una ubicación, integrando a autores que por separado pueden no estar al alcance de todos».

La biblioteca granadina de Luis García Montero invade habitaciones, pasillos y hasta su propia cama, donde reposa un libro abierto cuando el periodista le visita. El orden de cada colección tiene que ver, a su juicio, «con la personalidad del propietario, o su memoria. Yo la tengo por épocas, y dentro de cada época, sigo el orden alfabético».

El poeta mantiene su capacidad para sorprenderse cuando abre la página 3, y gusta de ediciones «como las que hacía Juan Ramón, cuidadas hasta el detalle. «A veces, llevo libros que me gustan a un encuadernador para que me haga una edición especial, personalizada. Manías del coleccionismo...».

Nació en el 58, y este año cumple 58. Y le quedan muchos libros por leer, entre ellos la nueva novela de Felipe Benítez Reyes, y clásicos. Para él, no se acaba el universo literario, porque como el mar de aquel 'Marinero en tierra', va más allá de donde la vista y l a imaginación alcanzan.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal «Mi relación con los libros se puede calificar como fetichismo»