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juan jesús garcía
Viernes, 11 de noviembre 2016, 10:16
Reportaje publicado en IDEAL el 13 de septiembre de 2009
La anécdota la recuerda el poeta y radiofonista Juan de Loxa, allá por 1986 director de la Casa Museo de Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, cuando en una visita privada a la casa natal del poeta con motivo de una estancia en Granada para realizar un vídeo, Cohen pidió permiso para meditar en una de las estancias. A la hora de cerrar, el personal del museo se lo encontró en el granero absolutamente concentrado haciendo el pino (postura Adho Mukha Vrksasana), intentando, se supone, captar las energías de ilustre habitante del lugar que tanto le había marcado desde su adolescencia. Tanto que su hija se llama Lorca.
Habría que remontarse a treinta y cinco años antes, cuando a los quince años, como relata su biógrafo, el catedrático Ira Nadel, se encontró de frente con el de Fuente Vaqueros: «Fue y sigue siendo su influencia seminal», reconoce el profesor de Lengua de la Universidad de Vancouver, que añade: «Su creencia extravagante de que poseía sangre de los gitanos y los judíos intensificó su identificación con él, así como su tono elegíaco, su fe en el absoluto espiritual y la lucha entre el artista y la sociedad aparecen en toda la obra del canadiense» .
«Con Lorca aprendí que la poesía puede ser pura y profunda y al mismo tiempo popular», aseguró Cohen en una entrevista, también «aprendí con él a usar el surrealismo y la posibilidad de utilizar los sueños como técnica expresiva». Cohen comenzó a escribir con dieciséis años, en 1950. Lorca tenía uno más cuando empezó. «Definitivamente Lorca arruinó mi vida», dijo con ironía en una ocasión.
No está documentado si Cohen se perdió también para que le buscaran en Cuba, lo cierto es que con un inaudito sentido de la oportunidad allí le cogió la invasión de Bahía de Cochinos, vivencia militar incluida: el cantautor se vio rodeado de fusiles y asistió tanto al movimiento bélico previo como a la euforia revolucionaria posterior, reflejada, también, en algunos poemas ('Only tourist in Havanna' o 'Death of a leather'). Preguntado por esta experiencia se limitó a decir que fue a Cuba «a matar o a que me mataran». Federico, en fin, no llegó a tanto.
Poetas en Granada
En 1986, un antiguo veraneante en Motril, en Torrenueva concretamente, Manuel Díaz, histórico compositor, cantante y el mayor ejecutivo discográfico que ha dado este país, por entonces director de la sección española de la multinacional CBS (luego dirigiría la mundial) propuso a varios artistas hacer un homenaje a Federico García Lorca. El trapo lo aceptaron líderes de la música en todos los idiomas: Angelo Branduardi en italiano, Lluis Llach en catalán, Chico Buarque en portugués, Moustaki y Theodorakis en griego, David Broza en yidish, Patxi Andión en español, Mauarenbrecher en alemán y Donovan y Cohen en inglés. El disco 'Poetas en Nueva York' recordaba el medio siglo del asesinato de Federico, y la pintura del desaparecido Úrculo de la portada, ese hombre de traje gris tocado con un Stetson y mirando Manhattan de espaldas parece sugerir casi fotográficamente al Cohen contemporáneo. Él grabó en París su colaboración, aquella adaptación del 'Pequeño vals vienés' que luego iría definitivamente en el posterior disco 'I'm your man'. Esa pieza sería el centro de otro proyecto muy posterior, el 'Omega' de Lagartija Nick y Morente.
Con motivo de aquel disco, llegó Cohen a Granada en los primeros días de octubre de 1986, para grabar un vídeo promocional de 'Poetas en Nueva York' . Se le permitió sin ningún tipo de problema rodar en las calles de Granada y en la casa de Fuente Vaqueros, que apenas llevaba tres meses abierta. Sin embargo el entonces director de la Alhambra, Mateo Revilla, se negó a permitir el acceso de las cámaras al palacio. Grabó en el mirador de San Nicolás, algunas calles del Albaicín y Fuente Vaqueros: «Fue el mayor clip promocional que se pudo hacer entonces sobre Granada y Lorca ya que su difusión fue mundial», reconoce De Loxa, un impacto que ya se intuía entonces porque en las informaciones que publicó IDEAL el 3 y el 4 de octubre de 1986 se refleja el enfado del consistorio por el veto de la Alhambra.
Enamorado de Federico
Respecto al autor de 'Poeta en Nueva York' dijo entonces que estaba absolutamente enamorado de él, y que «cuando uno se enamora de su figura ya no se distinguen las partes sino la totalidad; no puedes distinguir si te gustan más sus cejas, su pelo o sus caderas, y a mí me pasa exactamente eso con Lorca», dijo a IDEAL. La fotógrafa Charo Valenzuela inmortalizó su paseo granadino. «Era un seductor instantáneo, dulce y muy suave», rememora gustosa la responsable del reportaje: «Un tipo entrañable y más persona que personaje y que tuve a mi disposición casi una hora. Llegó solo, posó donde le coloqué y, se puede decir que fue un descubrimiento para mí, casi un enamoramiento. Y como llegó a la hora convenida se fue a seguir paseando por el Albaicín sin que nadie le reconociera». Anonimato curioso: en 1986 Leonard Cohen había vendido seis millones de discos sólo en Europa.
Casualmente uno de sus primeros difusores en Granada, Juan de Loxa (en su premiado programa 'Poesía 70' de la Cope; eran obviamente otros tiempos, en los que la cadena episcopal fue culturalmente la más vanguardista del país) sería su anfitrión. Como radiofonista recuerda que «nosotros manipulábamos todos los significados y las músicas buscando efectos nuevos y de más impacto, pero en su caso, como en el de Dylan, o Hilario Camacho, era tal su entidad que sólo eran compatibles consigo mismos». «A mí un libro como 'El juego favorito' me marcó mucho, estaba a la altura de Luis Cernuda o Allen Ginsberg», recuerda Loxa (por cierto que el poeta beat fue el introductor de Lorca en el entorno Dylan: léase por ejemplo el libro 'Tarántula' ). Sin embargo, en su opinión «su relación con Lorca no creo que sea tan formal como espiritual, con esa emotividad compartida que ha dado resultados tan grandes como el célebre vals vienés o el 'Diván' que hiciera Joan Baez».
El paso por la casa-museo, en palabras de su primer director fue «exquisito y natural»; era una persona «discreta, sensible y muy educada», se hizo fotos ante la cuna y se acomodó en el piano del poeta «acariciando respetuosamente» las teclas, cogió agua de la fuente y se sentó contemplativamente vaso en mano en el patio. «Observaba mucho y hablaba muy poco», cuenta Loxa: «Le dejamos solo a su aire» y paseó, reflexionó, meditó y dejó un recuerdo muy agradecido en el libro de visitas ilustres; página que, por cierto, tiempo después completó Nuria Espert.
Al cabo de los años una persona muy allegada al cantante pidió a la Casa-Museo en su nombre una copia del reportaje fotográfico de aquella visita. Quién sabe si para seguir haciendo el pino en su budista retiro monástico con la foto de Fuente Vaqueros en la mesilla de noche de su celda. Hasta que su contable le desplumó.
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