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Unidad es una palabra rara. Es ajena al uso común. No se suele escuchar en los bares ni en el metro. En las pocas veces que se emplea, casi nunca va sola. Hace años, cuando Europa estaba de moda y el euro venía a mejorar ... las vidas de los españoles, se hizo popular la muletilla «unidad monetaria». Ahora, en tiempos de la inteligencia artificial , alguna vez surge en los papers. Unidad de tiempo. Unidad de muestreo. Unidad de lugar.
El término, sin embargo, parece haber enraizado bien en la Chana. Si algún granadino cae por allí y pregunta por el supermercado, el estanco o la cafetería, lo normal es que el paisano lo mande a la Unidad, el corazón del barrio. Que llegue es otra cosa. Hasta ahora, el callejero de Granada no reconocía oficialmente el nombre popular de este rincón. Se trataba tan solo del cuadrado ajardinado ubicado en la encrucijada de las calles Arzobispo Guerrero, Sagrada Familia y doctor Santos Oliveras. Así, llegar o no a la plaza venía siendo cuestión de suerte. O de seguir preguntando.
Tamaña anomalía va a ser resuelta ahora por el Ayuntamiento de Granada. Los concejales aprobaron este martes el expediente para dar carácter oficial a lo que ya era norma y uso en lo popular. El proceso, que debe pasar aún por distintas comisiones y por el pleno, sirve también para reivindicar una de las historias más curiosas y desconocidas del barrio, como reveló la primera teniente de alcalde, Ana Muñoz.
El origen se encuentra en la raíz misma de la Chana. Más de medio siglo atrás, al calor del desarrollismo imperante, el barrio vivió un verdadero furor constructivo. Las calles que antes eran campo cobraron forma y los bloques empezaron a surgir uno tras otro, manzana tras manzana. Fueron muchos los granadinos que aprovecharon para mudarse allí. Al fin podían disfrutar de muchas cosas que sí existían en otros puntos de Granada: hogares nuevos, tiendas, equipamientos... Lo que no había eran espacios libres. Algo tan sencillo como una plaza en la que pudieran reunirse o un jardín en el que sentarse.
El crecimiento rápido agotó la mayoría de los terrenos disponibles. Solo uno, en el centro del barrio, estaba aún por construir. Allí iba a ubicarse el bloque definitivo, el último.
Según contó este martes la edil, la promotora llevó las vallas y comenzó a acarrear los materiales. Sin embargo, los vecinos se unieron para impedir la obra y propiciar el desarrollo de la plaza. Fue en ese momento en el que comenzó el pulso entre las dos partes. La empresa aprovechaba las mañanas para transportar los sacos y los ladrillos necesarios para construir el bloque. Los chaneros aprovechaban las noches para arrastrar todo lo que había en el solar fuera del barrio. Así, un día tras otro, tras otro, tras otro. Primero, una semana. Luego, un mes.
Muñoz contó que el alcalde de la época acabó por tomar cartas en el asunto y dio la razón a los vecinos, que vieron sus ilusiones cumplidas. Donde iba a ir un bloque, fue finalmente una plaza. La única del barrio. Su lugar más preciado. La Unidad que fue posible por los chaneros y que, a partir de ahora, quedará para siempre homenajeada en el callejero.
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