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Laura Ubago
Granada
Domingo, 18 de septiembre 2022, 23:50
Antonio Mancilla, el alcalde de Los Guájares, joven y alto como un castillo, confiesa que ha llorado mucho estos días. Después de que las llamas ... utilizasen como pasto su sierra y 30 hectáreas de aguacates, pisaba la ceniza con sus botas y no se creía la realidad deformada de esa negrura en el bosque, de las ramas de los árboles peladas haciéndole muecas de terror.
Una semana –de jueves a jueves– ha tardado el dispositivo del Infoca en poder controlar este incendio disparatado por el viento, inaccesible por lo escarpado del terreno y tan solo debilitado por algo de lluvia. Cuentan los alcaldes que lo peor ha sido transmitir calma a los vecinos cuando tenían las llamas en el cogote y un nudo que les retorcía de la garganta al estómago. Noches sin dormir y ese humo que cegaba la posibilidad de ver de nuevo el cielo celeste.
El peor incendio forestal de los últimos 22 años en Granada ha calcinado 5.100 hectáreas. Un 42,7% son de bosques de coníferas (como el ciprés o el pino) y un 34,6% del terreno calcinado era de vegetación esclerófila, con árboles típicos del clima mediterráneo. Las fincas agrícolas suponen un 11,4% de la superficie quemada.
Pero dentro de tanta desolación, hay esperanza. Así lo ve el investigador del Departamento de Ecología de la UGR, Alexandro Leverkus. Especializado en incendios forestales, ha estudiado con profundidad el fuego que se produjo en Lanjarón en 2005 y la resurrección de ese monte.
Aunque reconoce que suelen llamar mucho la atención y que son dolorosos, una vez acontecidos, este experto asegura que hay que saber aprovechar la oportunidad para que la vida se abra paso y se produzca la regeneración de la zona, que puede enriquecerse con especies nuevas que se abran paso.
«En estos primeros momentos hay que dejar que la zona quemada rebrote de manera natural, por su propia cuenta porque en semanas vuelve la vida, como hemos visto en el incendio que hubo en San Miguel Alto donde, incluso siendo verano, han resurgido especies como las esparragueras», expresa el experto en fuegos forestales.
Por eso, lo que recomienda ahora Alexandro Leverkus es «paciencia y esperar» y recordar que el suelo está sensible y que no hay que alterarlo para no impedir que la vegetación resurja de manera natural. «De cara al año que viene se puede planificar una intervención», apunta este investigador que señala que, siempre coordinada por los responsables de la gestión del monte.
Este investigador de la UGR señala que habrá árboles que vuelvan a crecer, de raíz, de cero y que en «diez años ya habrá arbolitos» en el monte quemado en este incendio de Los Guájares y El Valle de Lecrín. «Tenemos como ejemplo el incendio de Lanjarón. 17 años después no te imaginarías que allí hubo un fuego que quemó ese monte. Ahora la vegetación allí es más diversa», expresa. Por eso, recalca este investigador que hay que tener «paciencia». Y en cuanto las reforestaciones de voluntarios que surjan que esas acciones tienen «muy buena voluntad» pero que hay que actuar siempre según el plan de restauración que se establezca. También aconseja no quitar los troncos quemados, que servirán para animales y para que la vida se abra paso. «No hay nada tan bonito como unos brotes verdes resurgiendo de un árbol», señala Leverkus, que asegura que esto pasará pronto.
Ahora, en este paisaje de fin del mundo, los alcaldes no pueden pensar en un futuro tan lejano. Piensan de cómo recuperarse del desastre cuanto antes. Para eso pedirán la declaración de zona catastrófica, a través de la que esperan que llegue ayudas para el monte, para los agricultores y para diseñar el resurgimiento.
Para ellos, más allá de las fincas agrícolas que tienen una repercusión económica directa, la sierra quemada tiene un valor sentimental y es, además, un gancho turístico para convertir la zona en destino turístico que empezaba a consolidarse.
Los alcaldes se reúnen en el monte y posan para IDEAL en una foto. No les importa llenarse los pies de cenizas. Llevan metidos en ese polvo negro varios días. Quieren mostrar unidad, fuerza, y sobre todo capacidad para resucitar y que el incendio quede en pesadilla.
Del Valle se ha quemado menos de un 10% de su sierra pero ha hecho daño al paisaje del que comen. «Recuperaremos el pulmón verde. Volverá a ser el Valle de la alegría», asegura Sandra García, alcaldesa de el municipio El Valle, que recuerda la tradición de las «merendicas» que celebra el pueblo en la zona ahora arrasada. El alcalde de El Pinar, Francisco Titos, resalta también que el monte aportaba a la economía de estos municipios y que es importante recuperarlo pronto para volver a ser lo que eran.
José Díaz, regidor de Albuñuelas, donde ha estado el puesto de mando en los días en los que ardía la sierra, añade que no hay que pasarse con el mensaje catastrofista porque siguen siendo un entorno valioso a pesar de estas heridas de guerra.
De la recuperación turística de El Valle de Lecrín está preocupado el presidente de la asociación de empresarios, Isaías Padial, que propone hacer «de la desgracia, una oportunidad». Padial explica que los turistas que visitan esta zona repiten, que hay familias que han venido hasta diez veces y que el destino se está convirtiendo cada vez más conocido a nivel nacional. «Podríamos crear un museo del desastre para que conozcan qué se ha quemado y cómo se está regenerando. Esas familias podrían plantar un árbol y ver cómo va creciendo», manifiesta este representante de los empresarios turísticos que asegura que no ha habido cancelaciones tras el fuego, que los visitantes siguen confiando en la belleza del Valle.
Entre las pérdidas agrícolas, una de las más significativas es la de Antonio González en Los Guájares, que se ha quedado con solo una hectárea de aguacates y ha visto trece más desaparecer entre las llamas. Recogía 75.000 kilos de aguacates al año. «Los árboles tenían más de 30 años. Eso tiene un valor incalculable», se lamente este agricultor que incluso temió por su vida. Por minutos no le pilló el fuego allí.
Después de unos días de terror, la vida llama ya a la puerta de esta sierra que comparten cuatro municipios, que ya están unidos para diseñar un plan de recuperación. Los vecinos ya preparan plantones para sembrarlos. En la zona, han comprado el billete de lotería de Navidad con la fecha que empezó el fuego. Ya han empezado a escribir el resto de la historia.
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