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La Policía Local de Granada ha clausurado un 'after' en la calle Pedro Antonio de Alarcón por «deficiencias sanitarias». Además, han encontrado un arma en el local, que ha despertado las quejas de los vecinos en las últimas semanas por los «ruidos» y «peleas» ocurrido ... en sus inmediaciones. IDEAL ha estado dentro del local en el que se celebran los 'afters' y ha hablado con Diego, el propietario del negocio.
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Una doble puerta da acceso a un lugar cuyo interior se asemeja a un bosque encantado, completamente oculto tras los muros, sin ventanas al exterior. El reloj marca las once de la mañana cuando el responsable acude para limpiar el recinto. «Recojo y lo dejo todo listo para la mañana siguiente», afirma. Las luces de discoteca aún no han dejado de brillar, pero pierden intensidad con la claridad del día, que se asoma por la puerta. Las botellas lucen tras una pequeña barra en la que Diego se encarga de servir las bebidas. «La única diferencia entre esto y un bar es que los clientes me piden copas y no café», dice mientras explica que cuenta con este tipo de licencia. El horario de apertura es de 07.00 horas a 10.00 de la mañana, aunque hay días en los que reconoce que se prolonga hasta las 13.00 o las 14.00.
Algunas pequeñas mesas con taburetes, un baño y un almacén completan un establecimiento que aún conserva la imagen y el olor de la fiesta que vivió hace apenas unas horas. El propietario cuenta que llegó hace varios años a Granada y montó una coctelería en Pedro Antonio, aunque finalmente decidió reinventarse y se adaptó a este modelo. Aunque admite que tanto Policía Local como Nacional acuden habitualmente a su negocio a registrar las instalaciones, asegura que no han encontrado «nada ilegal hasta la fecha». Estas declaraciones se hicieron antes del hallazgo del arma, esta misma mañana.
Lleva un año con este negocio, pero los problemas han aumentado desde hace varias semanas porque las autoridades le obligan a tener la puerta del establecimiento abierta. Antes, él mismo controlaba desde el interior a quién dejaban pasar y a quién no con ayuda de un vigilante. «La gente entraba y ya no salía hasta que se marchaba», cuenta. Asegura que el inconveniente al que se enfrenta ahora está generado por la entrada y salida de los clientes a fumar, algo que él ya «no puede controlar». Cuenta que reforzará la vigilancia en la entrada del club tras lo sucedido este fin de semana, pero insiste en que lo único que quiere seguir con su negocio. «Necesito que me dejen vivir», sentencia a las puertas del local.
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