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Medio centenar de menores de edad, 46 exactamente, habitan el Centro de Internamiento de Menores Infractores (CIMI) Genil en Granada. Día a día, un equipo de un centenar de profesionales trabaja para enderezar su camino y reincorporarlos a la vida en sociedad para que puedan ... desempeñarse en libertad. Las vivencias extraordinarias, los problemas, las inquietudes y las anécdotas jalonan la rutina diaria.
«Les preguntas qué echan de menos y todos responden lo mismo: la libertad, mi móvil, hacer lo que yo quiera». Hay un segundo denominador común. Cuando conocen que van a ser internados, lo primero que preguntan es lo siguiente: «¿Aquí te pegan?». Santiago Expósito Ballesteros y Paula Arrabal, directores del CIMImasculino y femenino respectivamente, explican que todavía existe «el recuerdo del reformatorio tenebroso y violento. Ahora, además, se ha incorporado la idea de qué hacen con mis impuestos con esos niñatos». Pueden estar tranquilos, en el CIMIno hay violencia alguna y los impuestos están muy bien empleados.
Las instalaciones, de hecho, son de primera categoría. Tanto que cuando los nuevos fiscales fueron a este centro de visita, con la oposición recién aprobada, no dejaron de aplaudir el estado del CIMI, hasa el punto que los responsables les informaron de que ni uno solo de los chicos y chicas quieren estar internados.
El trabajo profesional que se realiza con ellos y el magnífico estado de las instalaciones, las habitaciones, los patios, las aulas donde se imparten los talleres, las pistas polideportivas, la piscina o el pabellón cubierto, no esconde que quienes están ahí internados son delincuentes juveniles, y por tanto, son tratados como tales.
Se traduce en que por las noches, por ejemplo, se quedan encerrados en sus habitaciones, que disponen de una mesa, silla, ordenador, flexo, una ventana al aire libre con rejas, cama, armario y un baño particular. Por supuesto, las visitas están controladas y hay un férreo control de acceso a estas instalaciones. De igual forma, hay vigilantes jurado por doquier. En los pasillos, en las aulas o en los patios.
Además, cuando salen de los patios o de las instalaciones deportivas y vuelven a entrar en el edificio se les pasa un detector de metales. De igual modo, todas las puertas están cerradas con llave y hay cámaras de videoviglancia. Es decir, lo que manda la ley. También es importante romper un tabú. «No por estar aquí los menores no van a sus centros educativos. Duermen aquí y van a sus institutos. Sería el régimen semiabierto y el abierto».
–¿Qué tienes que hacer para entrar en este centro?
–Cometer un delito grave. Entre 14 y 18 años menos un día, si cometes un delito grave, te juzgan en Menores, y en la resolución judicial se establecen las medidas pertinentes y a continuación ingresas en el centro.
Los directores del Centro de Internamiento de Menores Infractores abundan en estos aspectos. «Si cometes el delito con 17 años y te caen 8 de internamiento, sigues aquí. No te mandan a un penal. Pero hay excepciones, que te mandan a prisión». Pone ejemplos. «Hemos tenido un caso de un menor internado por delito de violación durante seis años. Tenía 17 cuando cometió el delito y ha estado aquí hasta los 23 años». También hubo un caso de pasar del centro a la cárcel. «Hubo un caso de una persona que con veintipocos fue trasladado a Albolote. No había forma de poder con él».
Hay muchos casos de éxito gracias a la labor de los profesionales del CIMI. «Un interno, por ejemplo, se dedicaba a robar a personas mayores, y se ha arrepentido. Tras dos años de internamiento, en su proceso, se ha concienciado de la gravedad de su delito. Ahora está trabajando en una empresa de catering, y sale en diciembre».
Hay que tener en cuenta que cuando llegan al centro se hace una valoración de su situación personal, según cada cual hay un itinerario, unos en el laboral y otros en el académico. «Tenemos chavales que han llegado a segundo de Bachillerato, otros que han ido a la Universidad y hay chavales que son educadores sociales», explica Fermín Olvera, jefe de servicio de la delegación de Justicia de la Junta de Andalucía.
No son casos aislados. Hay chicos que trabajan en cafeterías importantes de Granada. «Van todos los días, salen del centro, van a su cafetería, y vuelven. Desarrolla su labor profesional totalmente normalizada. Este es el éxito de estas medidas judiciales». «Además, como esta persona tiene muchos robos a personas, está pagando la responsabilidad civil dictada por la sentencia del juez. Y nosotros lo gestionamos de su propio sueldo. Está feliz. Suma y sigue, otro que tiene una empresa de transporte con un empleado. Y ha salido de aquí. Trabaja en Málaga».
Las chicas son diferentes, sus delitos son principalmente violencia filioparental. «En los chicos es 80% robos y 20% violencia filioparental, en el caso de las chicas es al revés». Por ejemplo, hay una chica contratada en un restaurante muy importante de Granada.
También trabajan en la campaña del Banco de Alimentos, «y ya tenemos hasta los supermercados donde van a colaborar, a los que van con sus educadores». Otra entidad colaboradora es la asociación Protectora de Animales, «donde también participan en labores de cuidar a los animales. De esta forma colaboran con la sociedad, eso sí, de forma paulatina, no de buenas a primeras». Hay internos que son jardineros, que se han formado, y realizan su aprendizaje en ayuntamientos de la Vega de Granada.
Las anécdotas se suceden. «Nos han llegado chavales que no sabían ni lo que era un cepillo de dientes. O en el ámbito escolar, que era la primera vez que abrían un libro. Estos ejemplos suponen unos cambios brutales».
El aprendizaje en el centro permite la reincoporación a la vida social. «Uno que aprendió a leer y escribir, acabó de botones en un hotel. Ni se conocía las calles de Granada, y se quedó impactado la primera vez que le dieron una propina por llevar las maletas».
Siempre hay, además, lugar para el sentido del humor. Ocurrió cuando fueron al Ayuntamiento. «Nos dieron un premio por ser un espacio Libre de Humos. Íbamos por Reyes Católicas y vimos la estatua de Isabel la Católica y uno de Algeciras me dijo:'¿Eso qué es? Isabel, la de los Reyes Católicos, le respondimos. Y va el chaval y me dice de nuevo:'¡Pero si esos son los padres!'».
Pero hay moraleja. «La anécdota describe a la perfección el entorno donde se han criado estos menores delincuentes. Son muy marginales».
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