De izquierda a derecha, Fátima Conde, Mar Ferrer y Lucía Castillo, en el campus de Ciencias de la Salud. Blanca Rodríguez

El día de las doctoras

Este 11 de febrero se celebra la jornada internacional de la mujer médica, cuando ellas ya son mayoría en las aulas y en las consultas

Inés Gallastegui

Granada

Martes, 11 de febrero 2025, 00:55

El 11 de febrero se celebra el Día Mundial de la Mujer Médica, en recuerdo de la fecha en que la primera mujer graduada en Medicina en Estados Unidos, la británica Elizabeth Blackwell, recibió su título del Geneva Medical College (Nueva York), tras ser rechazada ... por una decena de universidades. El impersonal 'se celebra' es oportuno en este caso porque muchas de las homenajeadas este martes ni siquiera sabían que existía un día dedicado a ellas. La duda es si la celebración sigue siendo necesaria cuando en España la feminización de la Medicina es ya una realidad imparable. En el Colegio Oficial de Médicos de Granada ellas representan el 56% de los profesionales colegiados en activo, son casi el doble que hace diez años y la tendencia se agudiza en las nuevas generaciones, ya que son el 64% de los profesionales menores de 40 años y dos de cada tres en las aulas de la Facultad de Medicina en el curso 2024/25.

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¿Cómo han conquistado las mujeres este terreno que hace unos años les estaba vedado? ¿Mejoran las características habitualmente atribuidas a las mujeres –sensibilidad, empatía, habilidades comunicativas– la atención a los pacientes? ¿Se ha feminizado también la ciencia médica, tradicionalmente androcéntrica? Cuatro facultativas con perfiles profesionales diversos y de distintas generaciones ofrecen su visión sobre esta nueva realidad. Eso sí, todas coinciden en dos cosas: una, que todos los días son su día –«Ojalá no tuviera que haber un día específico», apuntan– y dos, que ser médico –o médica– no es un trabajo, sino mucho más: vocación, pasión y servicio a la sociedad.

«Cuando empecé la especialidad éramos diez ginecólogas en todo el país»

Amalia Jiménez Ginecóloga

«Cuando empecé la especialidad éramos diez ginecólogas en todo el país»

Amalia Jiménez (Granada, 77 años) comenzó la carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca y la terminó en Granada, donde se especializó en Obstetricia y Ginecología, obtuvo el doctorado en Sociología de la Medicina y fue profesora desde 1975 a 1987. Trabajó más de 20 años en el servicio de Ginecología del Hospital Clínico San Cecilio de Granada, donde contribuyó a poner en marcha unidades como las de Esterilidad, Endocrinología ginecológica, Planificación familiar, Detección precoz del cáncer y Mama. También puso en marcha el Centro de Planificación Familiar de la Dirección Provincial de la Salud en 1980. Desde 1986 hasta su jubilación en 2021 gestionó una clínica privada. Fue diputada por el PSOE en la primera legislatura del Parlamento andaluz.

Para empezar, a Amalia no le gusta la palabra 'médica' –«El artículo que precede a la palabra médico ya define el género»– y tampoco que exista un día para ellas. «Ser médico y ejercer la profesión como lo hace y ha hecho mi generación es un gran privilegio que celebramos y nos gratifica cada día –explica–. Se puede estar en un trabajo por el sueldo, pero el médico es, y eso implica un compromiso de servicio a todos y cada uno de los momentos de nuestra vida, que tanto hombres como mujeres de mi generación conocemos bien».

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«Ser médico y ejercer la profesión como lo hace y ha hecho mi generación es un gran privilegio que celebramos y nos gratifica cada día»

Aun reconociendo el extraordinario aumento de mujeres médicos en los últimos tiempos, tampoco le gusta el concepto de «feminización de la Medicina». «Cuando empecé la especialidad no éramos más de diez mujeres ginecólogas en toda España y la masiva incorporación a la Medicina forma parte del fenómeno de adhesión de las mujeres al mundo laboral, por lo que este proceso lo he vivido con absoluta naturalidad», señala.

Tampoco cree que la mayor presencia de mujeres modifique de forma sustancial la atención a los pacientes. «La medicina actual nada tiene que ver con la que mi generación tuvo la oportunidad de vivir. Fuimos incorporando el progreso científico y los avances tecnológicos sin perder la esencia de los conocimientos adquiridos en los estudios universitarios y en la formación posterior como especialistas, sin perder la base en ambos escenarios. Tuve muy buenos maestros y compañeros (varones todos) desde mis comienzos en la Universidad de Salamanca hasta el desempeño profesional en Granada. La incorporación de la mujer me trajo discípulas que más tarde serían compañeras», recuerda.

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Amalia Jiménez aprecia actualmente «un cambio sustancial en el ejercicio de la profesión», con enormes avances en cuanto a métodos diagnósticos y terapéuticos que acercan al mundo a una medicina «futurista capaz de intervenir un feto intraútero, cirugía endoscópica, robótica, terapia génica, etc». Pero también detecta «un lado oscuro: la mercantilización de la profesión y la deshumanización de las relaciones paciente-médico», fruto de una sociedad «quizá más egoísta y hedonista». «Como dice mi nieta de 14 años cuando me quejo: '¡Abuela no te preocupes, que viene nuestra generación, muy preparada académicamente y con ganas de recuperar los valores perdidos!'», señala.

«Algunos pacientes al verme llegar preguntaban: '¿Dónde está el médico?'»

Mar Ferrer Médico de familia

«Algunos pacientes al verme llegar preguntaban: '¿Dónde está el médico?'»

Mar Ferrer (Granada, 55 años) quería ser médica desde que tenía 8 años. Cuando hizo la preinscripción para la Universidad y solo eligió Medicina, sus padres le sugirieron que ampliara el tiro, por si acaso, con Magisterio, por ejemplo, «una carrera más de mujeres», pero se negó. Entró la segunda de su promoción y terminó la carrera en aquella facultad «impresionante» donde todavía las mujeres eran minoría.

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Haciendo la residencia en el antiguo Hospital Clínico descubrió la Medicina de Familia y se enamoró de ella: «Es una especialidad maravillosa, que da continuidad al paciente: somos la puerta de entrada a todo lo demás». Su paso por el Hospital de Motril durante doce años le dio una preparación todoterreno para cuando se incorporó al Centro de Salud de la Zubia, donde lleva desde entonces.

Con una plantilla mayoritariamente femenina, este ambulatorio dista mucho de ser un centro rural, ya que atiende a una población de 20.000 habitantes –más del doble en urgencias– y ofrece una cartera de servicios más amplia que muchos centros de la capital: realiza ecografías, rayos X y cirugía menor, y cuenta con consulta de la mujer y de embarazo y unidad de cuidados paliativos para acompañar a los pacientes en el final de la vida.

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«Es una especialidad maravillosa, que da continuidad al paciente: somos la puerta de entrada a todo lo demás»

Mar está encantada con su trabajo, «a pesar de las dificultades que hay en atención primaria». «No se dan cuenta de que es la puerta de entrada a la sanidad y está siendo abandonada por falta de personal, de recursos y de ayudas», lamenta. La falta de sustitución de facultativos de baja, las guardias y la gestión de las residencias –médicos en formación– hacen que siempre estén saturados de trabajo. «No sé cómo nuestras familias no nos echan de casa –bromea–. Gracias a que tenemos maridos e hijos maravillosos que nos comprenden y nos apoyan podemos hacer todo lo que hacemos. Y además somos cuidadoras, porque también tenemos padres mayores».

La doctora Ferrer ve «magnífico» que se reconozca a las mujeres médicas, pero sería aún mejor que resultara innecesario. Recuerda que en sus inicios profesionales nunca tuvo problemas con compañeros varones, pero las facultativas eran entonces tan escasas que algunos pacientes desconfiaban o las tomaban por enfermeras. «Te acercabas a pie de cama y te preguntaban: '¿Dónde está el médico?' –recuerda–. Eso ha cambiado radicalmente. Ahora los pacientes nos adoran».

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«Las mujeres estábamos infradiagnosticadas en muchas patologías, y eso ha cambiado porque las mujeres ahora investigan más y publican más»

Cree que el «cerebro femenino» ayuda a reducir la antigua distancia entre médico y paciente. «Los pacientes no me llaman doña María del Mar, y no es una falta de respeto, es un trato afable, porque confían en mí, y a veces me tratan como a alguien de su familia –explica–. La continuidad en la atención primaria tiene que ser así: cuando un paciente llega sabes lo que le pasa solo con verle. Está comprobado que cuando un paciente tiene muchos médicos y no solo uno, la mortalidad aumenta».

A su juicio, la feminización de la ciencia es un hecho. «Las mujeres estábamos infradiagnosticadas en muchas patologías, y eso ha cambiado porque las mujeres ahora investigan más y publican más», subraya. En cambio, no ve muchos cambios en la gestión, pese a la incorporación de mujeres a los más altos escalones del poder, por ejemplo como titulares de la Consejería de Salud. «Han olvidado la parte clínica, bajar a pie de consulta y ver qué les pasa a los compañeros», lamenta.

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«Los jóvenes, hombres y mujeres, apostamos por una Medicina más cercana»

Fátima Conde Traumatóloga

«Los jóvenes, hombres y mujeres, apostamos por una Medicina más cercana»

Fátima Conde (44 años) siempre quiso ser médica. Ayudó el ambiente familiar, ya que su padre fundó la Clínica Traumatológica Dr. Conde hace más de 40 años. «Además, me encantaban las manualidades, arreglar cosas con las manos... Tenía que hacer una cirugía», bromea. Estudió Medicina en Granada, hizo la especialidad en Cirugía Ortopédica y Traumatología en Jaén, trabajó tres años en el Hospital de Baza y unos meses en el Virgen de las Nieves, hasta que nació su primera hija. «Decidí dejar la pública por adaptarme a las necesidades y horarios de ella. En ese momento fue por las circunstancias, pero me he alegrado mucho», afirma.

Tras unos años en la mutua Asepeyo, en 2017 asumió las riendas de la clínica familiar cuando se jubiló su padre. Ahora ejerce como directora-gerente y traumatóloga, con once profesionales que atiende a los pacientes en todo el proceso de la enfermedad: diagnóstico, tratamiento, ejercicio, rehabilitación o cirugía. Y la plantilla es paritaria. «La ministra de Igualdad estaría orgullosa», asegura.

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La mejor médica de España

En sus años de facultad las chicas ya empezaban a ser mayoría. En cambio, cuando escogió la especialidad de Traumatología se encontró con que era la única mujer del servicio, «un poco sola y en inferioridad de condiciones». «Los pacientes a veces no confiaban cuando aparecía yo, una mujer y además joven, cuando esperaban a un señor de 50 años», explica. Quizá de ahí nació su necesidad de hablar mucho con los pacientes, explicarles muy bien su proceso, los pros y contras del tratamiento, hasta con dibujos... Ese extra de comunicación le ha valido ser elegida dos veces –en 2020 y 2024– la mejor médica de España en la especialidad de Traumatología en los Doctoralia Awards, basados en valoraciones de pacientes y profesionales.

«Es una especialidad muy masculina –reconoce–. Es verdad que para algunas cirugías hay que estar fuerte, pero a nada que entrene y esté en forma las puede hacer perfectamente una mujer. Yo pongo muchas prótesis de cadera y de rodilla, pero si no quieres hacer esas cirugías hay muchísimos procedimientos más delicados, artroscopias, cirugía de mano...».

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«Los pacientes a veces no confiaban cuando aparecía yo, una mujer y además joven, cuando esperaban a un señor de 50 años»

Fátima no cree que las habilidades de comunicación, tan valoradas por los pacientes, sean exclusivas de las mujeres. «Es verdad que las mujeres solemos tener una sensibilidad, una empatía especial. Pero depende de la personalidad de cada médico y cuánto se quiera entregar. A mí me gusta llamar a los pacientes por su nombre, escucharles y dedicarles tiempo. La figura de autoridad tradicional del médico, aquella distancia, se ha acabado. En general los médicos jóvenes, sean hombres o mujeres, apuestan por una medicina más cercana», argumenta.

En cuanto a la feminización de la ciencia, recuerda que en su especialidad no hay grandes diferencias entre los pacientes hombres y mujeres. «Son artrosis, fracturas, deformidades congénitas... Aquí influye poco el sexo». Sin embargo, admite, «cuantas más mujeres haya en puestos de dirección, estaremos mejor valoradas y mejor atendidas. Como en todos los demás ámbitos de la sociedad».

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«Es un cambio cultural que enriquece a toda la sociedad, no solo a la Medicina»

Lucía Castillo Oncóloga

«Es un cambio cultural que enriquece a toda la sociedad, no solo a la Medicina»

De adolescente, Lucía Castillo (Jaén, 37 años) fue jugadora de baloncesto de alto rendimiento en Unicaja Málaga, pero siempre tuvo clara su vocación por la Medicina, que estudió en la Universidad de Córdoba, y completó su formación en Milán y en el Hospital Vall d'Hebrón de Barcelona. Desde hace doce años es oncóloga en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves y desde hace cuatro, subdirectora médica del mismo complejo sanitario. Su objetivo es ofrecer a los pacientes una atención humana y basada en todos los avances tecnológicos de la medicina de precisión que han cambiado el pronóstico de muchísimos enfermos de cáncer.

El Día Mundial de la Mujer Médica le parece una celebración importante. «Invita a reflexionar sobre el papel de las mujeres en el pasado, en condiciones de desigualdad e invisibilidad, y en el presente y el futuro de la Medicina –apunta–. Es un día para celebrar que podemos realizarnos sin problema en nuestra profesión, visibilizar nuestros logros y ayudar a las nuevas generaciones a perseguir los suyos». En concreto, espera que ver a mujeres en puestos de liderazgo inspire a las médicas jóvenes a aspirar a esos roles estratégicos.

Pero aún quedan retos por alcanzar. «La feminización es transformadora. Las mujeres podemos aportar perspectivas diferentes, enriquecedoras, en asistencia, investigación y gestión». Destaca valores como el enfoque humano, la escucha activa o la comunicación. «Es un cambio cultural que no afecta solo a la Medicina, y que enriquece a la sociedad con valores como la colaboración, la empatía y el enfoque integrador», resalta.

«En la Medicina cabemos todos, independientemente del género. Lo que importa es desarrollar nuestros valores: compromiso, dedicación y capacidad científica»

Lucía destaca que la mayor presencia de mujeres en Medicina tiene como efecto indudable que se preste más atención a la salud femenina, con sus particularidades, tanto en la investigación clínica como en la práctica asistencial. «En Granada ya hay estudios en los que vemos el impacto de las enfermedades en las diferentes etapas de la vida de la mujer o la necesidad de personalizar tratamientos para que la Medicina sea inclusiva y equitativa».

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«En la Medicina cabemos todos, independientemente del género. Lo que importa es desarrollar nuestros valores: compromiso, dedicación y capacidad científica», matiza la joven oncóloga, que lanza un mensaje de futuro:«Para mí ser médico no es solo una profesión, sino un compromiso con la sociedad, una vocación de servicio público y con cada uno de los pacientes que veo cada día».

Felicidades en su día a Lucía y a las más de 3.000 médicas de Granada.

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