David Rodríguez entrega un pedido a uno de sus clientes. RAMÓN L. PÉREZ
«El dragón ha enseñado la cabeza; faltan sus latigazos»
Salir a flote | David Rodríguez, distribuidor de vinos ·
Se ha hecho un hueco con una empresa propia en el difícil mundo de la hostelería, y aunque con esfuerzo ha conseguido superar esta fase de la crisis, afirma que hay mucha incertidumbre
guillermo ortega
Sábado, 21 de agosto 2021, 23:43
El encuentro es en la Plaza de Santo Domingo y tras los codazos de rigor, antes aún de que dé tiempo a preguntarle cómo le va, David Rodríguez esboza una sonrisa que se le nota pese a la mascarilla y a quemarropa suelta un: «¡Va bien la cosa, va bien!». Sin duda es una optimista manera de comenzar una entrevista.
Aunque minutos más tarde, con la grabadora en una de las mesas de la Picoteca Tres Maneras, uno de los bares donde distribuye sus vinos, esa euforia inicial parece haberse diluido y se muestra más semejante a una pompa de jabón a punto de explotar.
Debe ser porque, cuando ha hecho balance de lo ocurrido en este último e ingrato año, se ha dado cuenta de que hay cosas que se han perdido por el camino y que será muy difícil recuperar. Le encanta comentar que el mes de mayo de 2021 ha tenido cifras de venta casi de récord y que se han recuperado los niveles de dos años atrás, pero por otra parte sabe que la pandemia ha generado una crisis tremenda, que probablemente durará mucho más que el propio virus.
«Lo peor de la crisis está por venir –vaticina–. Este dragón ha enseñado la cabeza pero ahora tienen que venir sus latigazos. Cuando el dinero falte en el sistema, los bancos empezarán a exigir y vendrán momentos delicados. Ahora ha habido una explosión, se respira mucha solidaridad, han aumentado las ventas, pero leo en la prensa que hay una inflación en otros países, que en China se están encareciendo las materias primas, y eso va a repercutir en Europa. Hay mucha incertidumbre», resume.
David y algunas referencias.
R.L.P.
Lo dice alguien que conoce bien este negocio. David Rodríguez González, nacido en Granada hace 48 años, se inició el mundo de la hostelería a través de bares, restaurantes y empresas de cátering. Siendo jefe de sala de un hotel en Almería, le entró «el gusanillo del vino» y ya se dedicó a la distribución y venta, primero en empresas como Makro y Areñas, después como responsable comercial de la bodega granadina Señorío de Nevada, más tarde como jefe de distribución de González Byass en Andalucía Oriental y, desde hace siete años, en su propia empresa, que para no despistar mucho se llama David Rodríguez Distribuciones y en la que le acompaña su hermano Carlos Jesús.
Le apasiona su trabajo y lo dice las veces que haga falta. «Para mí es un regalo, así que no cuento las horas que le echo ni los muchos kilómetros que hago», resalta este hombre serio, de gesto adusto, firme a la hora de hablar y perfeccionista. Al terminar la charla pensaba que todo lo que dijo lo podía haber expresado mejor.
Con esas cualidades se ha ganado un hueco en un mundo «difícil y cada vez más especializado» en el que el distribuidor ya no se enfrenta a un tendero de la vieja escuela sino «a sumilleres que entienden de esto mucho más que tú». Se maneja bien, admite que se puede vivir cómodamente con lo suyo, combinando la venta de vinos del día a día, «que son los que permiten pagar las letras y te hacen crecer», con la de otros más selectos.
O sea, que David Rodríguez iba tirando, vivía feliz con su trabajo, su mujer y sus dos hijos, de 8 y 10 años, y de pronto, como a todos, la crisis del coronavirus le estalló en la cara. Y entonces, su primera reacción, por lo demás muy común, fue pensar que era cuestión de días, quizás un par de semanas pero no más. «Me lo tomé a guasa, como si fueran unas vacaciones. Cuando luego empecé a ver las cifras de contagiados y fallecidos entendí que no», confiesa. Y también que sintió miedo.
Tuvo la suerte de vender en plena crisis un ático en La Zubia, lo que le permitió capitalizarse para seguir funcionando
Entre otras cosas porque es asmático, así que se pasó casi 40 días sin salir de casa. En ese periodo aprovechó para hacer trabajo atrasado, alcanzar acuerdos comerciales con nuevos proveedores y «empezar a planificar estrategias», pero lo que se dice colocar botellas por ahí, colocó muchas menos. «La hostelería estaba cerrada y, aunque crecieron las ventas a particulares y a tiendas, eso no lo compensó ni de lejos».
Calculó que, incluyendo la ayuda de 1.900 euros que solicitó, le daba como para subsistir cuatro meses o así, pero tuvo la suerte de vender en plena pandemia un ático en La Zubia –«firmamos ante el notario con mascarillas y todo», recuerda– y entre eso, que lo tenía «todo pagado» y que su estrategia ha sido siempre conservadora, ha logrado pasar los momentos más duros, entre los que destaca ese periodo en el que a los bares les cambiaban el horario de cierre casi cada semana. «Tenía que concentrar todas las visitas en cuatro o cinco horas, abusar del teléfono… Y a pesar de todo eso, es obvio que los bares no podían vender lo mismo en menos tiempo, así que ahí también bajamos».
Ahora vuelve a sacar la cabeza. El Corpus, de hecho, le ha venido bien. «Allí las casetas tiran más que nada de fino y manzanilla. Como este año no se han puesto, la animación se ha trasladado del recinto ferial al centro y eso nos ha beneficiado», argumenta. Aunque tiene claro que la situación, en una ciudad como Granada, dista mucho de ser la de antes. «Necesitamos que vuelvan a estar todos los días esos 30.000 turistas que comían, cenaban y dormían aquí. Es la gente que busca nuestros productos y nuestro vino». Mientras eso no suceda, tocará seguir vendiendo a la baja (que es algo que también han hecho las bodegas, lo que sin duda ha aliviado a su gremio) y «trabajar mucho para la digitalización de la empresa y para seguir luchando contra la competencia, que ya no sólo son las otras distribuidoras sino también internet, al que acuden directamente cada vez más hosteleros. Los que no se adapten a la nueva situación lo tendrán mucho más difícil», pronostica.
«En Granada hay buen material del que tirar
»A pesar de las dudas, matiza que en Granada existe un buen material del que tirar, unos vinos que cada vez se hacen mejor, que están muy lejos de aquellos que «servían para calentarnos en los inviernos» y para poco más. El reto es saber colocarlos en todos los rincones del mundo, algo que ve factible pese a que «luchamos contra mastodontes». Ir a una batalla contra los Rioja, los Ribera del Duero o los Rueda es una muerte segura «porque nosotros tenemos tirachinas y ellos cañones». Pero partiendo de esa base, apuesta por «creer en la bondad de nuestro producto».
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