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Dicen que los antiguos -los muy antiguos- creían que un eclipse solar era un fenómeno mágico que alteraba la vida en la tierra. Lo cierto es que este sábado, después de un trillón de días de lluvia, el sol parecía un milagro. Un milagro figurado y absolutamente real porque, durante cerca de una hora y media, el Sol, el astro rey, brilló con un bocado, una sombra negra, una suerte de corona lunar.
La parada de metro de Universidad parecía una lanzadera espacial. «Iba a subirme al metro, pero he visto esto y he venido a preguntar. ¿Qué pasa aquí?». A Marcos le entregaron unas gafas oscuras, muy parecidas a las que nos dan en el cine para ver películas en 3D, y le dijeron que mirara al cielo. «¡Le falta un trozo!». El eclipse solar congregó a más de 300 personas de todas las edades, acogidos por un maravilloso equipo de divulgadores liderado por Tomás Ruiz Lara, investigador y profesor de Astronomía en la Universidad de Granada. «Hacemos mucha docencia, sabemos mucho del universo, pero si no somos capaces de acercar la ciencia al público general, no sirve de nada».
El eclipse de este sábado 29 de marzo es el primero de cuatro seguidos y, también, el más pequeño. «Así que, de alguna manera, este es un entrenamiento para lo que está por venir», apuntó Ruiz. Los siguientes serán en agosto de 2026, en agosto de 2027 y en enero de 2028. Como había cien gafas preparadas para la observación, la gente -que superaba en mucho la centena- se las fue pasando para compartir la experiencia. Aunque lo realmente impresionante fue mirar por el telescopio.
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Sin embargo, Tomás y su equipo repartieron pequeñas cartulinas de papel para que la gente hiciera un ejercicio sencillo: hacer un agujero en una de ellas, ponerse de espaldas al sol y proyectar la luz en otra cartulina. La sombra, claro, apareció mordida. «Hay que tomar ciertas precauciones para ver los eclipses -incidió el profesor-. Pero hoy y todos los días. ¡El Sol no se mira!».
Lucía y Jone, estudiantes, se quedaron fascinadas con la bola roja. «¡Se ve perfectamente!». Como Jorge y Laura con sus hijos Teo y Nico. «Es como si a una manzana le dieran un bocado», explicó Teo, de 6 años. Enrique se convirtió en un maestro de las cartulinas, dando a sus nietos las claves del experimento. Y Laura fue la primera que vio por el telescopio, a las 10.43, el eclipse en Granada. «Es una maravilla».
Entre los curiosos y paseantes estaba también el decano de la Facultad de Ciencias, Manuel Pérez Mendoza, con su familia. «No esperábamos tanta asistencia. LA gente tenía ganas de salir al sol y de ver el sol», sonríe Pérez. «Esto -abarcó con sus brazos a toda la gente que le rodeaba- es gracias al esfuerzo de mucha gente que pone la divulgación por delante, un esfuerzo que va más allá de sus responsabilidades. Ellos hacen posible que la ciencia salga a la calle». A su lado, un señor subraya el hecho de que, si la Tierra no fuera redonda, esto no se vería. «¡Exacto! -ríe el decano-. Es una prueba clarísima de que la Tierra y los cuerpos celestes no son planos».
Larga vida al Rey Sol.
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