Hubo palabras muy cariñosas a quien, durante casi tres décadas, ha llevado las riendas del Colegio de Farmacéuticos. Les hablo de Manuel Fuentes, que no dudó en asistir a la celebración de la Patrona del colectivo, la Inmaculada Concepción.
No dudó en dedicarle las primeras palabras de su discurso institucional –«Con permiso de la presidencia»–, agradeciendo a su progenitor que le enseñara «el valor del esfuerzo». Momento emotivo que se unió al resto de su intervención en la que habló con gran cariño de una profesión «con vocación de servicio».
También intervino el presidente del Consejo Andaluz de Farmacéuticos y presidente de Bidafarma, Antonio Mingorance, que dejó claro que «estos actos nos ayudan a pensar en qué nos une», y habló de la cercanía de una profesión «cuya seña de identidad es el trato con los pacientes».
La jornada comenzó con el reconocimiento a los nuevos colegiados –123 en este nuevo año– en cuyo nombre hizo el juramento Eva Ferreiro; antes de que se entregara el premio al mejor trabajo de Fin de Grado, que recibió Yaco Morillos, con un accésit para Amanda Fernández y Juan Rodríguez.
Al acto acudieron el decano de la Facultad de Farmacia, Manuel Sánchez, y el subdirector general de Farmacia y Prestaciones de la Consejería de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía, Carlos Gustavo García, que también intervinieron en el turno de palabra.
Se entregaron insignias, tanto del Colegio como de Bidafarma, a personas cuya trayectoria en el Colegio, por sus años de pertenencia son merecedoras de estos reconocimientos. Y también, como es tradicional, se entregaron las medallas de oro, este año para dos mujeres que han destacado «por su colaboración en la respuesta humanitaria de ayuda a los afectados por el terremoto de Turquía». Un mérito que compartieron Ana Vargas y Miriam López, ambas con una espléndida trayectoria en distintos ámbitos y que, como dijo Miriam, demostraba que «nuestra profesión va de la mano de ser humanitarios».
Ya lo había recordado el presidente, aludiendo a una frase del escritor Kapuscinski: «Para ser buen profesional hay que ser también buena persona». Y, por ello, en sus palabras, no dudó en presumir del colectivo, el de los farmacéuticos de cuyos méritos no me queda sitio para detallarlos todos. Me quedo con un dato importante; el farmacéutico de las zonas rurales «es una pieza clave para luchar contra la despoblación». Y otro dato: los tenemos siempre, sin listas de espera.
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