Dos granadinas, en Sri Lanka: «Al enterarnos de que había tantos muertos nos quedamos en 'shock'»
María Pastor, turista de Guadix en Sri Lanka ·
«En ningún momento temimos por nuestra integridad. Quizá, si hubiésemos estado en Colombo o alguno de los lugares que fueron atacados, las sensaciones serían distintas», asegura esta accitana que mañana volará de vuelta hacia España
Cuando María Pastor, de veintiséis años y natural de Guadix, despegaba rumbo a Sri Lanka desde Barajas el jueves pasado, nunca habría imaginado que aquel maravilloso viaje se convertiría al poco de aterrizar en Negombo, un aeropuerto situado a apenas veinte minutos de la capital ... Colombo, en una auténtica aventura. Al día siguiente de partir hacia su primer destino dentro de la isla, Dambulla, una cadena de atentados contra iglesias cristianas y hoteles, cuya autoría se ha atribuido Estado Islámico, causó 359 víctimas mortales y más de quinientos heridos.
Incertidumbre, toque de queda, imposibilidad de comunicarse, apagón de las redes sociales, noticias confusas... una experiencia que la accitana María Pastor, ingeniera de Caminos, Canales y Puertos y mochilera confesa, y su amiga de la infancia Ana, también de Guadix, jamás olvidarán. Pasado mañana, después de veintidós horas de vuelo incluidas diez horas de escala en Jeddah (Arabia Saudí), arribarán a Barajas. «¿Repetiría?», le pregunta el periodista. «¡Por supuesto, me han faltado muchas cosas por ver y hacer!», responde María. Desde un hostal en Negombo, donde hoy se palpa la tensión, atiende a IDEAL.
-¿Dónde estaban cuando se produjeron los atentados?
-En el momento de los atentados estábamos en Anuradhapura, antigua capital de Sri Lanka, aunque nos hospedábamos en Dambulla, una zona clave ya que se ubica en el centro de diferente atractivos turísticos que se conocen como triángulo cultural de Sri Lanka, aproximadamente en la zona central de la isla. Colombo lo dejamos la mañana antes de los atentados, cuando partimos hacia Dambulla.
-¿Cómo se enteraron?
-Alguien informó a uno de los chicos con los que íbamos que parecía que había habido varias explosiones, pero no nos quedaba claro si había sido algún ataque terrorista o quizá detonaciones en las antiguas minas que aún están activas en algunas zonas de la isla debido a la guerra civil. Al cabo de unas horas (en Sri Lanka hay 3.30 horas más respecto a España) familiares y amigos comenzaron a preguntarnos si estábamos bien por medio de las redes sociales. En ese momento consultamos periódicos digitales y nos enteramos de la noticia.
-¿Qué sintieron en ese momento?
-En ese momento quizá aún no éramos lo suficientemente conscientes de lo que había sucedido. En el recinto donde estábamos todo estaba tranquilo. Al enterarnos de que había tantos muertos y heridos nos quedamos un poco en 'shock' y esperamos a ver cómo iban avanzando los acontecimientos y qué información iba saliendo al respecto.
-¿Han temido en algún momento por tu integridad?
-En ningún momento. Quizá, si hubiésemos estado en Colombo o alguno de los lugares que fueron atacados, las sensaciones serían distintas. De cualquier modo, tras los atentados comenzamos a ver a más policías tanto en carreteras como en recintos públicos.
«Ojalá fuese posible volver pronto porque eso significará que la tranquilidad vuelve a esta isla»
-¿Cómo actuaron en las horas posteriores?
-Cuando nos avisaron, en torno a las 16.00 horas, de que se había iniciado un toque de queda que comenzaría a las 18.00 horas nos volvimos hacia el hostal. En ese momento ya se había cortado cualquier acceso a redes sociales. Al parecer, el país había tenido algunos problemas anteriores por la proliferación de bulos e incitación al odio a diferentes comunidades religiosas a través de las redes. En las horas siguientes el principal objetivo era tratar de comunicarnos con nuestros familiares y amigos para decirles que estábamos bien.
-¿Cómo vivieron el aislamiento sin redes y sin poder hablar con la familia?
-Fue un poco desesperante porque nos llegaba la notificación de posibles mensajes, pero cuando entrábamos en las redes no cargaba nada. En mi caso pude mandar un par de correos para avisar a amigos y familia que estaba bien y que ellos fuesen informando. Unos días después pude cambiar la IP del teléfono a otro país y responder los mensajes de amigos y familiares que había recibido.
-¿Cómo fueron las veinticuatro horas posteriores?
-Las veinticuatro horas siguientes transcurrieron con tranquilidad. El toque de queda había finalizado a las 6.00 de la mañana y los comercios volvían a estar abiertos, había circulación de coches, buses y tuk-tuk, el típico vehículo de transporte de tres ruedas de la zona, y gente por la calle principal de Dambulla. Nosotros esa mañana nos dirigimos hacia Sigiriya, a unos dieciséis kilómetros de Dambulla. Por el camino nos encontramos con varios coches de policía y controles. Este segundo día el toque de queda se iniciaba antes de las 20.00 horas, por lo que regresamos al hostal de nuevo antes de esa hora para evitar cualquier problema.
-¿Han mantenido contacto con la embajada?
-Sí, primero llamamos al número de la embajada en Colombo, donde nos costó más poder entendernos ya que la persona que nos contestó no hablaba español y era algo costoso entenderla en inglés. Al día siguiente volvimos a llamar al número de la embajada en Delhi (India) y sí pudimos preguntarles por la situación y facilitarles nuestros datos.
Trato con la población local
-¿Cómo ha sido el trato con la población local?
-El trato con la gente local ha sido genial. En todo momento se han mostrado serviciales y muy hospitalarios con nosotros.
-¿Cómo sen han comunicado?
-Normalmente en inglés, aunque no todo el mundo habla el idioma, por lo que a veces se hacía más difícil la comunicación. Cuando no nos entendíamos señalábamos la ubicación en el mapa o la información por el teléfono y la cosa mejoraba (risas).
«El trato con los locales ha sido genial. En todo momento se han mostrado serviciales y hospitalarios»
-¿Han sentido solidaridad?
-Sí, tanto por parte de los turistas como por los locales. Es una pena que después de diez años de paz pueda volver a iniciarse un conflicto en la isla. El conductor que nos ha traído hasta Negombo, un chófer privado tipo Úber, se ha cerciorado de que llegásemos a un hostal seguro porque el primero que vimos estaba cerrado, aunque nos aceptaron la reserva esta mañana. Con su coche nos ha desplazado y ha llamado al número del hotel para cerciorar la disponibilidad. El ambiente está tenso pero sigue viéndose la cordialidad de la gente, al igual que la familia encantadora que llevaba el hostal donde estábamos.
-¿Por qué eligieron Sri Lanka y no otro destino a priori más seguro?
-Es una isla que tiene aún mucho por explorar, playas y paisajes increíbles... y que no está tan masificada de turistas como quizá otros destinos asiáticos. Antes de venir nos informamos y la isla llevaba sin conflictos desde que finalizo la guerra civil. Ninguno esperábamos que sucediese esto.
-¿Qué es lo más le ha gustado de Sri Lanka?
-A pesar de lo acontecido, es una bonita experiencia por la variedad de opciones turísticas. Un turismo diferente enfocado hacia paisajes y playas increíbles, o hacia construcciones milenarias que se integran perfectamente con la naturaleza. También por la posibilidad de conocer gente de casi cualquier punto del mundo y tratar con oriundos. Cuando viajas de mochilero y te hospedas en hostales, al final es posible conocer a una gran cantidad de gente con la que compartir la experiencia y sacar siempre alguna enseñanza.
-¿Repetiría?
-¡Por supuesto! Han faltado muchas cosas por ver y hacer. Ojalá fuese posible volver pronto porque eso significará que lo sucedido no ha trascendido más, y la tranquilidad vuelve a esta isla.
Un espíritu inquieto
María Pastor, que hoy día trabaja en una consultoría de ingenieros de Madrid, es una viajera empedernida. «Una mochilera», como asegura ella. También una mujer solidaria y preocupada por los demás. Estuvo realizando su proyecto de fin de carrera (se graduó en Caminos, Canales y Puertos por la Universidad de Granada) en Tanzania. Residió durante dos meses en la ciudad de Moshi, que se encuentra en las faldas del Kilimanjaro. Hizo un voluntariado con una ONG en la que necesitaban técnicos para ayudar en el diseño y construcción de un centro escolar hecho con materiales sostenibles (botellas de plástico llenas de tierra que se usaban a modo de 'ladrillos') ubicado en una comunidad pequeña, cercana a Moshi. «Fue una experiencia increíble a la par que muy formativa», afirma.
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