Ana tras recibir el alta terapéutica, dispuesta a «no volver a caer». s. bárcena
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«Era esclava de mi adicción, casi no lo cuento»

Ana Escalona ·

Una cerveza, y otra, y otra. Así, hasta que su cuerpo no pudo más. Beber es un hábito social, pero no hay que olvidar que el alcohol sigue siendo una droga.

sara bárcena

Lunes, 22 de agosto 2022, 00:00

Quedar con los amigos para tomar unas cervezas es el pan de cada día de muchas personas. El consumo de alcohol está tan normalizado que a veces olvidamos que es una droga. Y, si no, que se lo digan a Ana. Esta granadina de 40 años se volvió esclava de su adicción y casi no lo cuenta.

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Al principio, era algo social, pero se convirtió en una necesidad. Su pareja perdió el trabajo y ella, auxiliar de ayuda a domicilio desde hace 22 años, empezó a meter más horas para salir adelante. Sin embargo, el estrés pudo con ella y el alcohol fue su vía de escape. En su casa era normal comprar cervezas, pero cada vez se acababan más rápido y su pareja se dio cuenta. Ella siempre decía que lo iba a dejar, pero empezó a hacerlo a escondidas. La cerveza ya no bastaba y optó por algo más fuerte: la ginebra.

«Crees que controlas, pero la adicción te controla a ti. Bebía a diario y vivía enfadada. Me volví agresiva y alguna vez tuvo que venir la policía a casa», lamenta Ana. Su cuerpo llegó al límite. Una pancreatitis la mandó dos meses a la UVI. Poco después, tuvo una recaída. «Estás buscando morirte», le dijeron los médicos.

Su familia, desesperada, contactó con Proyecto Hombre -que cuenta con el apoyo económico de Fundación La Caixa-, donde ayudan a personas con todo tipo de adicciones, con y sin sustancias. Allí, Ana pasó ocho meses intentando retomar hábitos saludables, con una rutina controlada y encuentros terapéuticos. Apenas hace tres meses que recibió el alta, pero está completamente comprometida con «no volver a caer, no bajar la guardia» y recuperar su vida.

«Si no fuera por ellos, yo no estaría aquí. El proceso no es nada fácil, pero ha sido una experiencia enriquecedora y ahora puedo contarlo sin vergüenza. Esta es mi salida del armario», asegura contenta como nunca, sin olvidar que su adicción «es una enfermedad para toda la vida».

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