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Luisa Fernández Heredia con sus tres hijos, Natalia, Paula y Álvaro, en un aula de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada. Pepe Marín

Estereotipazos gitanos

Fernández Heredia. Los tres hijos de Luisa, maestra y orientadora educativa, estudian grados superiores, se sienten orgullosos de su etnia y su cultura, y luchan contra la discriminación

Martes, 24 de noviembre 2020, 00:25

Los tres hijos de Luisa Fernández Heredia son algo así como todo lo contrario a lo que sale en la tele en programas estilo los 'Gipsy Kings'. Si en la tele sale el brilli-brilli por doquier a los Fernández Heredia les salen los apuntes por las orejas. Álvaro, el mayor, es licenciado en Sociología en la Universidad de Granada y, las vueltas de la vida, se gana la vida en un laboratorio del PTS produciendo los reactivos de las PCRpara detectar el coronavirus.

Paula tiene 19 años y estudia segundo de Psicología en la Universidad de Granada. La más chica, Natalia, cumplió el domingo 22 de noviembre –fecha que precisamente conmemora el Día de los Gitanos y Gitanas Andaluces– su mayoría de edad y cursa un grado superior de medicina nuclear. Frente a los estereotipos sobre los gitanos, la jungla de cristal y el cajón flamenco, los estereotipazos de Luisa, Álvaro, Paula y Natalia, una familia gitana orgullosa de serlo. Buena gente, aplicados y con un futuro de lo más prometedor.

Luisa Fernández Heredia es orientadora educativa en la Fundación Secretariado Gitano. Maestra de formación, tiene 56 años de los que quince lleva ocupada en su actual labor. Estaba ayer en la Plaza del Carmen para conmemorar el 22-N y está profundamente orgullosa de ser gitana. Por eso lucha contra los prejuicios y los estereotipos. Y ha construido un discurso que han heredado su hijo y sus dos hijas.

Lo lleva en la sangre. Fue su madre, Victoria Heredia, quien en los años setenta emigró a trabajar a un hotel en Düsseldorf, en Alemania. No dudó en dejar atrás a su marido con sus cinco hijos pequeños. «Se fue sola. No es que fuera la primera gitana que viajaba sola, sino que fue de las primeras españolas que lo hicieron». Mientras, el padre cuidó de la familia. Un caso particular que a ellos les resulta normal.

«Por eso llevamos muy mal el tema de los prejuicios. Es una lucha constante que tenemos las personas que trabajamos por la igualdad de los gitanos». El problema es que superarlos es muy difícil. «Se instalan en la sociedad y generan una imagen falsa y generalizada. Es una imagen que se incrusta en el imaginario de la sociedad y romperlo es difícil». El estereotipo incluye a todos los gitanos, «y está asociado a la pobreza y a la delincuencia, a la suciedad y al alboroto. Y al contrario, la comunidad gitana es heterogénea».

Del estereotipo nacen los prejuicios. Lo explica Luisa. «El prejuicio es la materialización del estereotipo. Tenemos primero un sentimiento concreto de rechazo, de miedo. Y el paso siguiente es cometer un acto de discriminación, un acto concreto contra una persona que ni conoces».

Esta lucha no es mala herencia para su prole, que la ha hecho suya. Álvaro, por ejemplo, es el que desde pequeñito se ha sentido más gitano de los tres hermanos. «Es cierto. Siempre he sido muy flamenco. Y me encanta ser gitano. Cuando conozco a alguien lo primero que le digo es que soy gitano».

Las dos hermanas actúan de forma similar. Paula, la mediana, es muy activista. «Cuando salimos por ahí y alguien dice algo sobre los gitanos con tono peyorativo, salto. Le digo que soy gitana y le explico que eso es un estereotipo, y un prejuicio». Natalia, la pequeña, simplemente comparte el amor por su pueblo. «Amo ser gitana. Me gusta mucho nuestro pueblo. Yme hace sentirme una persona especial».

La pregunta, una vez hechos añicos los estereotipos, tiene que ser qué significa ser gitano. «Ser gitano es difícil de definir», responde Luisa. «Es un compendio de valores, de sentimientos, de pertenecer a una cultura que tiene cuestiones que nos unen a todos nosotros». Pone un buen ejemplo. «El pueblo gitano no tiene patria, pero tiene una lengua común, que ha desaparecido y se intenta recuperar. Yun sentimiento de pertenencia».

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