Los etarras huyeron por la 'ruta del colesterol' y caminaron dos días por el monte: «Casi nos helamos»

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Inés Gallastegui

En su 'kantada' -el relato sobre la información desvelada a las Fuerzas de Seguridad que los terroristas estaban obligados a hacer llegar a la jefatura de la banda tras su detención-, el etarra parece aludir a la 'ruta del colesterol', aunque no da pistas sobre cuál fue el «pequeño pueblo» de las faldas de Sierra Nevada al que llegaron camuflados como montañeros. Tres días después del asesinato de Portero cogieron un autobús a Sevilla.

En la misiva a sus jefes, Solana aprovecha para dar información detallada acerca de otros posibles objetivos a los que el comando había hecho seguimiento y que ya conoce la Policía –que descubrió los pisos en los que se habían ocultado en Granada (en la calle Asturias del Zaidín), Málaga y Sevilla– y otros que no, como un militar de Granada al que aluden como «cafelillos».

También se autoexculpa de la explosión del coche bomba que dejaron aparcado a 40 metros del portal de Luis Portero, que atribuye a un fallo en el detonador y que milagrosamente no causó víctimas. «La explosión de Granada nos sorprendió mucho», asegura.

Igor Solana pasó por varias prisiones –ETA fraguó un plan para sacarlo de la de Huelva en helicóptero– y en 2008 recaló en la cárcel de Albolote, donde tuvo un hijo con la también terrorista Eider Pérez. El niño nació en un hospital de Granada y él mismo lo inscribió en el registro de la ciudad. Los tres han vivido juntos en varias prisiones, hasta su traslado a Martutene (Guipúzcoa) en 2022. El Gobierno Vasco le ha concedido el tercer grado.