![Camilo y Wendy, trabajadores del sector de la prostitución, pasean por una calle de la ciudad de Granada.](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202301/13/media/wendy-vinculada.jpg)
![Camilo y Wendy, trabajadores del sector de la prostitución, pasean por una calle de la ciudad de Granada.](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202301/13/media/wendy-vinculada.jpg)
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Javier F. Barrera
Granada
Domingo, 5 de febrero 2023, 00:24
El oficio más antiguo del mundo da dinero. Los testimonios de las personas consultadas por este periódico lo confirman. Eso sí, también añaden que es muy variable, que «hay de todo» y que «puede pasar cualquier cosa». Camilo explica, por ejemplo, que «los hay que ... te entran ganas de atenderlos y los hay que no. Hay unos que te tratan bien, pero otros no son muy agradables». Sus tarifas son las del mercado local de Granada. 50 euros media hora y una hora 100.
Ni Camilo ni Wendy tienen chulos ante los que responder, así que cobran lo que quieren. En el caso de Wendy, cobra 20 euros por una felación. 30 euros por un completo «si es rapidillo». Si el cliente tarda más, puede legar a los 50 euros.
Cuenta que ayer trabajó una hora, «y me saqué 40 euros en dos servicios y me fui, porque no me gusta el frío. En verano, puedo tener cinco clientes, unos 100 euros en tres horas, de 22h a 01h. Y con eso vas tirando».
Es complicado establecer una media de ingresos mensual, «porque esto varía cantidad». Una estimación establece una horquilla. «Al mes, puede ser de 1.200 euros a 2.000 euros». Depende de cada día.
La historia de Wendy
La historia de Wendy, una ecuatoriana de 47 años, da para un libro. Nacida Guido, lleva en España 20 años. Su caso es un modelo de lo que sucede a muchas personas que migran de América a España para terminar como trabajadoras sexuales. En el caso de Wendy, como transexual. Su odisea incluye el proceso de ser transexual, lograr la documentación para terminar con un DNI español y dejar de ser peluquera para ser una trabajadora sexual. Entre medias, amores, pisos y viajes de ida y vuelta para cuidar de su madre y de su hijo.
Para ello, días como el de ayer mismo en los que con la nueva Ley, se ha acentuado el proceso. «Es más complicado encontrar clientes y he tenido que echarme a la calle». «Vivo en Camino de Ronda. Cojo el metro, me bajo en la parada de Jaén y camino hasta la zona de polígonos de Pulianas». Ahora, con el frío, va con ropa. En verano, se pondrá en lencería. «Ahora empiezo a las 20.30h, espero a que cierren las tiendas».
El plan es el de siempre. «Llega el cliente, en coche o andando, te pregunta el precio. Lo negocias, te subes al auto, trabajas y te vas». A por otro.
Eso sí, Wendy trabaja solo seis meses en España. «El resto del año estoy en Ecuador. Tampoco tengo vicios, no fumo, no bebo ni nada. Nunca me hice daño».
La historia de Camilo
Camilo es un treintañero de Colombia. Un caso diferente al de Wendy. Aunque también era peluquero en su país de origen ahora trabaja en Granada de chapero. No quiere ni oír hablar de trabajar e la calle. «Solo he trabajado una vez en la calle y pasé un miedo terrible. Hay hombres que están locos y es muy peligroso». Para siete meses que lleva en España, en Granada, ya ha sido la experiencia más que suficiente.
Por esta razón, su trabajao ha desaprecido prácticamente de la noche a la mañana. «Me anunciaba en las páginas en internet, tengo alquilada una habitación en un piso céntrico en Granada y podía trabajar para mantenerme hasta que consiga los papeles de residencia en España», explica.
Comparte que «he venido a España para cambiar de vida y para ayudar a mi familia»: Por estas razones, cree que «la prostitución es la entrada más fácil que hay. Si no tienes documentos, es la directa. Busqué trabajo pero no he encontrado. Así que soy chapero».
Explica que la ley prohíbe los anuncios sobre prostitución, «pero no la prostitución. Ninguna ley prohíbe hacer con tu cuerpo lo que quieras». Así que él se anuncia en tres páginas web que se mantienen activas a día de hoy sortenado la legalidad.
«Pero como son nuevas no tengo trabajo. Así que ahora mismo, por ejemplo, vengo de Cáritas, donde he pedido alimentos no perecederos. En Ingénero, de momento, me han hecho la compra. Luego por la noche me pondré de chapero». «Hoy en día, ser chapero en Granada no da ni para subsistir por el cierre de las webs».
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