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José César Perales | Catedrático de la UGR
«No existe evidencia sólida de que el uso del móvil sea adictivo»Andrea G. Parra
Domingo, 26 de noviembre 2023
Un grupo de familias de Cataluña ha puesto en alerta a toda España. ¿Se debe prohibir por ley el uso del teléfono móvil a los ... menores? ¿Cuál es la edad idónea para que tengan un smartphone? El debate está encima de la mesa. José César Perales López, catedrático del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada (UGR), argumenta las medidas que serían razonables tomar por las familias.
–¿A qué edad tienen que tener los chicos y chicas su primer teléfono móvil?
–La mayoría de las madres y padres queremos respuestas a estas preguntas en forma de reglas sencillas y generales, pero lo cierto es que no es posible establecer una edad exacta que valga para todos los casos. Depende en gran medida del grado de madurez del menor y del uso que se dé a ese dispositivo. Lo que deberíamos plantearnos siempre es en qué medida es necesario y qué uso se le va a dar. Por ejemplo, un menor que ya haga trayectos solo o que necesite mantener el contacto con otras personas puede necesitar un teléfono móvil con prestaciones adecuadas a su uso. En resumen, la pregunta que nos deberíamos hacer siempre no es cuándo, sino para qué. Nunca deberíamos ver el móvil como un juguete de uso personal o como un premio en edades en las que aún no se va a necesitar hacer un uso racional del mismo.
–¿Qué tienen que saber los padres a la hora de dar un móvil?
–El móvil es solo un medio para realizar una serie de actividades y son esas actividades las que realmente importan. No hay nada intrínsecamente negativo en usar el móvil para el disfrute o el entretenimiento, si estamos hablando de aplicaciones cuyas características sean apropiadas para la edad del menor. Lo importante es que las madres y los padres conozcamos esas aplicaciones y los riesgos que pueden entrañar algunas de ellas, como, por ejemplo, chatear con extraños, tener acceso a contenidos inadecuados o contrarios a nuestros principios éticos, o realizar cualquier tipo de pago. En términos generales, no debemos permitir el acceso online sin supervisión a actividades a las que no permitiríamos el acceso offline, lo que nos obliga a hacer el esfuerzo de conocer nosotros mismos esas aplicaciones.
–¿Son los padres los que deben tener la última palabra o sería necesario una normativa o acción legal para acotar el móvil?
–Existe un alarmismo excesivo y no del todo justificado a este respecto y un grado de polarización excesivo con poco fundamento científico, que no hace ningún bien ni a las familias ni a los menores. Es una decisión que corresponde a las familias y, dentro del ámbito escolar, a los centros educativos. La evidencia sobre los riesgos del uso del smartphone, pese a lo que se suele afirmar de forma exagerada en un sentido o en otro, aún deja mucho margen a la interpretación, de modo que nos movemos aún dentro de la incertidumbre. Toda norma de uso debe ser coherente y razonada y, en la medida de lo posible, consensuada.
–¿Cómo se explica a un niño que sus progenitores están todo el día con el móvil y ellos no pueden usarlo?
–Debemos ser conscientes de que somos los principales modelos y referentes de nuestras hijas e hijos. Las actividades que se realizan con el smartphone son parte de nuestras vidas y lo importante es que nuestras vidas sean suficientemente ricas y diversas. Usar el móvil para distraerse, para jugar o para evadirse no es intrínsecamente negativo. Simplemente debemos valorar si el tiempo excesivo que dedicamos a esas actividades se lo estamos robando a otras necesarias para nuestra salud y nuestro bienestar, como la actividad física o académica o la interacción social. Si queremos educar en el uso responsable de la tecnología, los primeros que debemos hacer ese uso responsable somos nosotros.
–¿Cuáles son los principales riesgos para los menores?
–Se ha realizado mucha investigación, sobre todo un abanico de posibles riesgos vinculados al uso de pantallas. Los principales son los relativos a su posible uso excesivo o adictivo, su posible impacto sobre el estado de ánimo y la salud mental (sobre todo en el caso de las redes sociales), la posibilidad de acceder a contenidos inadecuados, como material violento o pornográfico, y como vía para ejercer o ser víctima de acoso o abuso. En mi ámbito de especialidad, que es el de las adicciones sin sustancia, han corrido ríos de tinta sobre la supuesta capacidad intrínsecamente adictiva del móvil, pero lo cierto es que no existe evidencia sólida de que el smartphone sea adictivo. Ello no quiere decir que no haya personas que hacen un uso excesivo o descontrolado del móvil, pero la explicación es mucho más compleja que simplemente pensar que los móviles enganchan.
–¿Prohibir o educar?
–El gran inconveniente de prohibir es precisamente que nos roba la oportunidad de educar. Por tanto, no veo que retrasar el uso de móvil de forma generalizada sea bueno o malo per se. Educar implica permitir un uso progresivo y conceder libertad de uso en la medida en que se desarrolla la capacidad para ello. Existen formatos de 'contrato' para el uso responsable del móvil que nos pueden servir de guía, adaptándolos a las circunstancias de la familia y del menor. Esas normas deben ir adaptándose también a la propia maduración del menor.
–¿Qué tendrían que hacer los padres antes de dar una herramienta así?
–Los padres y madres debemos tener una actitud proactiva, en lugar de meramente reactiva. El smartphone y la cuenta asociada pueden configurarse con un perfil de menor de edad. También existen aplicaciones de control parental que nos permiten establecer limitaciones, por ejemplo, de horarios y tiempos de uso, sobre la descarga de aplicaciones y acceso a las mismas, o sobre el tipo de páginas que se pueden o no visitar. Deberíamos respetar las calificaciones PEGI sobre la edad recomendada para aplicaciones y las edades mínimas para poder tener perfil en redes sociales, así como bloquear el acceso a contenidos que sean para adultos. Las niñas y los niños, sobre todo los más jóvenes, además, deben entender que el móvil no es suyo, sino de la familia. Es posible el uso de la geolocalización o revisar el uso que se ha hecho de las aplicaciones como parte de las normas previamente establecidas.
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