Viernes, 15 de enero 2021, 00:16
«Rogamos a los granadinos que se queden en sus casas». Fue el 16 de octubre cuando en una visita a la capital el consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, pronunció estas palabras cuatro días después del puente del Pilar. Por el retrovisor ... veía cosas que no le gustaban, pero sobre todo temía lo que se presentaba ante sus ojos en una luna delantera en la que solo vislumbraba signos atemorizantes. Aquel día anunció una primera batería importante de medidas restrictivas especialmente diseñada para la provincia, cuyos datos se habían desatado. Lo que vino después fue una carrera detrás de un virus que parece siempre correr más deprisa que sus perseguidores.
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Trece días tardó la Junta en cerrar perimetralmente todos los municipios y 25 en suspender la actividad no esencial. En todo ese tiempo Granada batió todos los records de la pandemia: primero registró, el 31 de octubre, el mayor número de positivos en un día, y once días después el de personas hospitalizadas. Más adelante, ya con los bares cerrados, cayeron como una losa el pico de pacientes en UCI y el número de fallecidos.
Han pasado apenas tres meses desde aquella recomendación de Aguirre. Y tras un diciembre tranquilo, la Junta tiene ante sí otra encrucijada. El comité de alertas autonómico se reúne hoy. Cuando finalice su encuentro, saldrá el presidente Juanma Moreno a anunciar las nuevas medidas anticontagios que entrarán en vigor el lunes. Lo que desde el Ejecutivo andaluz se ha ido deslizando es que habrá recortes en la movilidad y, si el Gobierno lo permite, también en lo que respecta a un toque de queda que quieren volver a adelantarlo. La situación es muy peligrosa. Los datos hablan por sí solos. La incidencia está ya por encima de los 400 casos por cada 100.000 habitantes. O lo que es lo mismo, ha sobrepasado el umbral máximo de incidencia acumulada que pormenoriza el Gobierno, que alerta en estas situaciones de «riesgo extremo».
Además la hospitalización está subiendo a una velocidad endiablada, lo que supone que llegarán más enfermos críticos pronto y, con ellos, más muertes para una estadística que ha superado todas las previsiones. El contexto nacional no es mejor –ayer se contabilizaron 35.000 contagios en un día. Y son muchas las voces que ya alertan de que hay que tomar medidas extraordinarias y de forma inmediata. La vida de muchos ciudadanos está en juego y también un proceso de vacunación que podría verse ralentizado a causa de una transmisión comunitaria que lo complicaría todo.
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Los expertos o especialistas de índole sanitario casi lo dicen al unísono: la solución es conocida y muy parecida a la que se aplicó en Granada durante aquellos días infaustos del pasado mes de noviembre. «Las Navidades y la cepa británica han causado un impacto tremendo. Y lo que ya requiere esta situación es un confinamiento domiciliario», defiende el médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, José Martínez Olmos.
El también exsecretario general de Sanidad no habla de marzo, pues su propuesta es que esta restricción de la movilidad se aplicase de forma «quirúrgica» solo en aquellos territorios cuya tasa exceda del umbral máximo que recoge el Gobierno en el Plan de Actuaciones Coordinadas. Para ejecutar estas medidas sería necesario modificar el actual estado de alarma con todo lo que ello implica. De ahí que apueste, como posible alternativa, por la suspensión de toda la actividad no esencial, prerrogativa que sí tendría la Junta en el actual marco normativo y precisamente la fórmula que ya funcionó en Granada.
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«Se trata de desincentivar las salidas. Si no tienes a dónde ir, pues no vas a ningún sitio», resume Martínez Olmos, que alerta de que lo peor está aún por venir y que una supuesta progresividad en la toma de decisiones no serviría de mucho. «Yo entiendo que es muy difícil tomar este tipo de medidas y que hay muchos intereses en juego, pero hay que jugársela para demostrar el liderazgo», expone por su parte el catedrático de Inmunología, Ignacio J. Molina.
Este investigador cree que las cosas están «muy mal» y que en parte es culpa de las autoridades por no haber hecho caso a «ninguna de las recomendaciones» que recibieron de los médicos y virólogos antes de la Navidad. Es que era una «obviedad científica que esto iba a pasar», enfatiza Molina, que ve todo más complicado que en otoño porque el punto de partida de la tercera ola ha sido mucho más elevado que el de la segunda, donde los datos estaban a cero. De ahí esa sensación de «rápida expansión» del virus que hay en este periodo, explica el especialista en Inmunología. Para él es clave el cierre perimetral y que los que toman las decisiones no usen la gestión de la pandemia para hacer política. «Se está creando un clima de desapego que va a hacer que den igual las medidas que se tomen porque la gente no las va a cumplir porque está agotada», apunta.
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Federico García, el jefe del servicio de Microbiología del Clínico San Cecilio, también se abona a la idea de que el alivio normativo con motivo de la Navidad y, por tanto, el aumento de las relaciones interpersonales, no ha dejado margen para que se dejara atrás la segunda ola antes de que llegase la tercera. En su laboratorio recibe muchas PCRcada día, y le asusta mucho lo que está viendo últimamente:«En una semana veremos muchos ingresos hospitalarios», advierte el microbiólogo, que alerta de un grado de positividad que está en niveles de los peores días de la segunda ola.
En los centros de Atención Primaria se nota el aumento de la tensión. Carmen Serrano es facultativa y secretaria general del Sindicato Médico. Señala que ya se empieza a notar mucho el aumento de la actividad en primera línea. Tiene claro que sin medidas duras las consecuencias serían muy perniciosas. Por ejemplo porque se está inmerso en un proceso de vacunación que cree que hay que «protegerlo». Más que nada porque lo que se sabe de otros países. «En Israel, que han vacunado muy pronto, han presentado estudios muy interesantes que hablan de que ya se alcanza inmunidad con la primera dosis», apunta.
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«Hay que ser muy eficiente con ellas, porque es nuestra baza para salir de esta», concluye Molina.
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