Se nos fue. Sí, se nos fue a todos, Antonio Fraguas, también llamado Forges, según sus propias palabras. Se nos fue, y a mí más que a muchos otros, porque le conocí y peleé con él, muchos días, por la propia supervivencia en el oficio, ... cuando ya tiritaban los cuchillos bajo el polvo. Por ejemplo, estos días, Marisol ha cumplido 60 años. Un día cuando aún no había cumplido los diez, más o menos, la presenté de niña, vestida de gitana, con una rosa de papel en el pelo. Me venía recomendada por un viejo amigo desde Málaga, con el grupo de coros y danzas, a la feria del campo de Madrid. Y fue cuando aquella niña dijo, mirando a la cámara como quien ha nacido para ella: «Yo quiero cantar como Lola Flores y me llamo Pepa Flores». Y ahí nació Marisol, ahora en su silencio como he dicho tantas veces, más grande que nunca. ¡Ay aquella Mariana Pineda que hizo la tele, inolvidable!
A lo que voy. Entre el grupo de los estupefactos, de aquel estudio en el Paseo de la Habana, que siempre olía a tortilla de patatas, porque aquello era un garaje, y el bar estaba a la vera, había un muchacho, recién llegado, como quien dice, con los auriculares puestos, que hacía de regidor o de ayudante de regidor, y que sonreía, desde su cabeza grande, poderosa, genial, como demostró inmediatamente. Se llamaba Antonio Fraguas y venía de la Escuela de Telecomunicación donde estudiaba. A su lado, cerca también y más o menos con el mismo oficio, se encontraba Manuel Summers, y una muchacha de rostro pálido, de aspecto fuerte, que había llegado pocos días antes con una tarjeta mía de presentación, como les digo, para don Victoriano Fernández Asís, que era entonces el jefe de la tele en el piso de arriba, una chica que se llamaba Pilar Miró. Como les cuento, ella siempre me llamó «mi papito» y yo la conocí muy bien. ¡Ay aquella productora que se llamó 'Paraguas films', y que hicimos los tres, Pilar, Summers y yo, y que inmediatamente fue una ruina, como era de esperar en aquel ático de la calle Españoleto!
Bueno, pues aquel muchacho, de rostro infantil, genial, por encima de cualquier otra cosa, hombre del renacimiento, siempre desde la sonrisa, era Forges, al que hoy lloramos todos, incluido servidor de ustedes al que hace muchos años, muchísimos ya, le pintó aquel dibujo en el que se veía una criatura humana portando un cartelón, donde se leía: «Escolástico for president».
Y un abrazo al pie, del «genuino Forges». Lo tengo cerca, sobre mi cabeza, junto a un dibujo de Botero, que es una cabeza de toro, y algunas otras alegrías, muchas de ellas granadinas, claro. Fuimos muy amigos, 'El Forgendro', como se hacía llamar Forges, y servidor. Luego tuvimos que pelear juntos en el periodismo de reporteros en el diario Pueblo. Les explico. El cuadernillo primero de ese histórico diario, que se llamaba 'Match Hermida', lo hacían en su última pagina Hermida, que en paz descanse, y Forges, un chico que empezaba a dibujar y que tenía mucho talento. Le ayudaba a Jesús Hermida el gran reportero Manolo Alcalá, que me sustituyó cuando volví desde Méjico como corresponsal. Era un enorme profesional, un estupendo enviado especial. Hicimos juntos la guerra del Líbano, aquella en la que murió en Beirut la esposa de nuestro embajador.
La última página de Pueblo la hacía servidor de ustedes, se llamaba así: 'La Última'. La compartía con un dibujante genial, llamado Manuel Summers. ¡Y así, día a día, mojándonos la oreja, como se decía en Granada cuando éramos niños y jugábamos en la placeta de Gracia, si es que jugábamos claro, que había días que no jugábamos!
Hermida, Forges, Serna
Así durante casi tres años. Entonces, cuando no había inventos de los de hoy, veía llegar a Forges a la mesa de Hermida a dejarle el trabajo. Jesús de la Serna en la mesa de redactor jefe, Cebrián cerca. Cuando se hizo la 'Operación Informaciones' con Emilio Romero al frente, nos fuimos a la calle San Roque, además del director, venía Jesús de la Serna, tío del ministro del AVE, al que le voy a escribir un día de estos y no es una amenaza; Juan Luis Cebrián, magnífico periodista, hoy presidente de Prisa; y también Jesús Hermida, y con él, también, era de su equipo, Forges. Luego se fue con Cebrián, cuando nació El País, y cada uno para su sitio. Yo marché a América.
Dejamos de vernos, pero no de sentirnos. 'El Fraguas' crecía, crecía, y, sobre todo, mantenía en el día a día el sitio y cada mañana lo magnificaba. A veces nos veíamos, pero poco, y un día le pedí un dibujo sobre El Quijote que tenía un molino en La Mancha, en la creación de uno de tantos absurdos, concretos, que he levantado en mi vida. Una orden de los escuderos llamados sanchos, que añadía que sin la figura de Sancho, el contrapeso no habría sido posible el resplandor de Don Quijote. Ateniéndonos además a una frase del poetazo Blas de Otero que decía: «Tanto monta monta tanto/Don Quijote como Sancho».
Forges, gran tipo además, me envió inmediatamente un dibujo a plumilla, con la magia de su 'flowmaster', en negro sólido, de Don Quijote que cabalga y con él Sancho Panza, recordándole a su señor que no «se olvide aunque tenga tantas cosas bajo el yelmo en la cabeza, que le ha prometido la gobernación de una isla llamada Barataria (...)».
Ahí está, al lado de aquellos otros dibujos, muchos, de Summers, al que quise mucho y con el que hice 'La Niña de Luto' y también 'Juguetes rotos'. El padre de Summers fue, como saben, gobernador civil de Granada hace ya tanto tiempo y además era un magnífico pintor.
Se nos fue Antonio Fraguas, 'El Forges'. Toda España le llora. Yo también, porque inventó un idioma, creó una parva de humanos, humanos que son divinos, y además, a estas alturas, don Antonio ya es ceniza, con su última barba blanca, de ballenero, de náufrago, y sus treinta libros, que debían ser si es que ya no lo son, de texto, en todo tipo de escuelas, incluso en las de pago.
Quiero traerte hoy aquí, con el pésame de Miguel Ríos, que ha visto todo este pueblo nuestro, y esa foto tan buena del otro día de nuestro periódico con Martín Morales que trabajó contigo en Interviú, y al que le mando desde aquí un abrazo, a él y a mi Magdalena de mi alma a la que tanto recuerdo todos los días que voy a la Cope, donde trabajamos juntos, día a día, todas las mañanas.
Le gustaba Granada y un día me lo dijo, creo que fue en la Asociación de la Prensa, cuando aún estaba Luis María Ansón de presidente, y ya nos blanqueaba el pelo a los dos, a él más que a mí, porque tenía más pelo, después de darnos un beso en las mejillas, los dos camino de tan distintos sitios.
-¿Todavía no te has ido a Granada de una vez? Yo como soy de Madrid, me dijo.
Él era de Madrid y de todos al mismo tiempo. Cuando hace poco, le dieron el premio Pedro Antonio de Alarcón de Periodismo, en Guadix, merecido de los más merecidos, le llamé por teléfono para felicitarle, claro.
-Tico (...) ya vi que lo tuviste tú antes que yo.
-Es que soy mucho mas viejo, paisa.
En sus biografías de urgencia, multiplicadas estos días por todos sitios, aparece con el premio accitano. Granada «por mi parte y por la suya la bien nombrada, la bien amada». Tengo su dibujo, en lugar de honor, de amor, hoy de dolor, cerca de otro con el gato y la mosca, de Miranda, el nuestro.
No hacía sangre
Pintó los 'Episodios Nacionales', a su manera. Había viñetas que mejoraban a Blasco Ibáñez. Sus fusilamientos de Goya, parecía que estuvo allí, escribía como un ángel, y siempre sonreía, no hacía sangre, hacía pupa, lo entendía todo el mundo. Querido Forges, lo único que siento y es verdad lo que te digo, es que al morirte tú antes que yo me has privado de ese dibujo tuyo, estoy seguro, de ese día, por lo menos ese día, unas palabras sueltas al pie de la firma: «Y no os olvidéis de Escolástico». Por eso hoy, por lo que tanto aprendí de ti, en la distancia inclusive, te echaré mucho de menos. Gracias por tu lección diaria de esta España de la historia y de la histeria.
A ver si un día nos vemos y nos tomamos unas tapas, sea donde sea. Por cierto, ya me dirás si no es para partirse de risa, y te lo digo desde Granada que es la capital mundial de las tapas, que quieran hacer a la tapa patrimonio inmaterial de la Humanidad. ¡Como si no fuera necesario que sea materia pura!
Permíteme este grafiti en la blanca pared de la memoria . Sigue desde dónde estés recordándonos eso que ha dicho tu hijo, que se parece mucho a ti: «¡No olvidemos la sonrisa»!
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