
El genio que regala belleza
Desde la provincia- Julio Visconti ·
El pintor accitano y almeriense cumple en junio cien años de vida en los que ha hecho de la acuarela un arte que se puede tocar con la miradaSecciones
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Desde la provincia- Julio Visconti ·
El pintor accitano y almeriense cumple en junio cien años de vida en los que ha hecho de la acuarela un arte que se puede tocar con la mirada¿Es posible atrapar un paisaje y dejarlo congelado como testigo del tiempo? Para Julio Visconti sí. El artista nacido en Fiñana (Almería) cumplirá el próximo junio cien años, un siglo dedicado a sacar la belleza de las cosas y de las personas y dejarla de por vida en una acuarela. Considerado como uno de los grandes artistas del realismo junto a Antonio López, es autor de una obra colosal repartida por medio mundo. El pintor de ascendencia italiana pero de alma almeriense y accitana, se recupera en la actualidad de los achaques de salud en su casa de Almería, que lo mantienen alejado de la pintura muy a su pesar, porque es la primera vez que las fuerzas no le acompañan para jugar con la magia de su paleta.
Solo un genio como Visconti, capaz de la combinación perfecta de agua, luz y color, puede alumbrar la belleza como una realidad que casi se puede palpar. Hay algo en la pintura de este artista que la hace irresistible, seductora. Asegura que entre las emociones y el paisaje se queda siempre con el paisaje «porque desde aquí se llega al sentimiento más profundo y se pueden acariciar las emociones».
Siendo muy joven, la familia se instala en Almería donde estudia en el Colegio de La Salle y posteriormente en la Escuela de Artes y Oficios, donde tiene su primer contacto con la pintura. Su pueblo de nacimiento sirve de frontera entre las provincias de Granada y Almería y eso seguramente explique que se haya pasado la mayor parte de su vida con el corazón partido entre dos lugares que identifica por sus contrastes y sus coincidencias, aunque encuentra mucho más de todo lo que los une, en especial el paisaje y la gente.
En un gesto de grandeza equiparable a la de su talla humana, entregó gratuitamente a la ciudad accitana su palacio del siglo XVI en el que pasó «los mejores años» de su vida. «Echo de menos el paisaje blanqueado de las chimeneas en las cuevas y el olor a historia de Guadix, y echo de menos a su gente», dice un emocionado Visconti que desde hace unos años no ha podido regresar a la ciudad granadina.
En la que fuese su casa funciona en la actualidad la fundación que lleva su nombre, que ha convertido el palacete en un museo y centro de formación artística en el que Visconti impartió clases magistrales a numerosos grupos. El pintor montó su taller en un gran torreón rodeado de ventanales desde el que se divisan tejados y torres de los campanarios que serpentean la ciudad, y entre ellas la iglesia y convento de Santiago, que siempre le sirvió de inspiración. En su estudio se pasaba horas creando la magia de la luz y convirtiendo el color en formas suaves de pura belleza. Del resto del inmueble destaca su patio y una biblioteca personal que, como el resto de las dependencias, muestra pinturas de los clásicos, algunas del propio Visconti.
«Ese edificio siempre me gustó. Yo solía pensar qué suerte tiene el que pueda vivir ahí, hasta que un día pude hacerme con él y me cambió la vida», asegura el pintor, agradecido y orgulloso de la buena labor que realiza la fundación para difundir el arte. «Me consultan todo lo que se hace y no puedo estar más feliz».
A él y al granadino de adopción Mariano Fortuny les une la pasión por lo exótico, por la vida contemplada desde la pasión. «Soy un enamorado de la obra de Fortuny y es verdad que a los dos nos atrae el exotismo del paisaje africano porque los dos pasamos por Marruecos, pero creo exagerado decir que puedo compararme con él. Él ha sido una de mis principales referencias artísticas, me gusta su obra y me atrae su capacidad para captar la vida, como Goya o Velázquez, que han sido también maestros que han guiado mis pasos».
En un primer momento trabajó el óleo y la escultura, en el taller de Ramón Mateu Montesinos, en Madrid, ciudad que le abre nuevas perspectivas artísticas en la que cursa estudios de bellas artes. Sin embargo es en la acuarela cuando encuentra su forma de realizarse plenamente y crear una fantasía artística que solo está al alcance de los grandes. Corrían los años sesenta cuando tiene su primer encuentro con la acuarela, que ya sería su inspiración el resto de su vida. En 1960 ingresó en la Agrupación Española de Acuarelistas de Madrid como alumno, institución en la que después sería profesor.
Inquieto por conocer y aprender, una búsqueda permanente en su trayectoria vital, a partir de 1962 realiza un viaje por Europa con la finalidad de ver y estudiar diferentes estilos artísticos y de un modo especial la acuarela. En Alemania realiza la decoración de la Casa de España en Stuttgart y alterna este trabajo con la preparación de exposiciones en Bonn, Milán, Viena y Stuttgart. A su regreso a Madrid dos años después se le concede la medalla del Salón de Otoño y poco después es distinguido con la medalla de Felipe Trigo del Ayuntamiento de Madrid, así como el Primer Premio de Pintores y Escultores de África, que en 1971 volvería a conseguir.
Visconti sostiene que cada sitio tiene su propia alma y lamenta que en general el ser humano relegue la búsqueda de la belleza, que se puede encontrar en lo que te rodea, por perseguir el poder, lo material o la sensación de triunfo. «Se nos escapa la oportunidad de disfrutar de la belleza con demasiada frecuencia porque no somos capaces de verla, aunque creo que todo el mundo la busca continuamente porque es una necesidad para ser feliz». Y añade: «Yo no tengo queja, he podido verla y disfrutarla, a veces en un destello de luz, a veces en una ráfaga de color, y a veces en la condición de una persona».
Aunque cree que el hombre no es bueno por naturaleza a diferencia del pensamiento de Rousseau en la Ilustración, defiende además la búsqueda de la bondad, que a su juicio debe llevar a encontrar la honestidad de las cosas.
Si se le pregunta si para él hay más belleza en la luz, el color o las palabras, el artista responde sin dudar que «siempre en la luz porque proyecta y expande las demás».
No reniega de ningún estilo ni de ninguna corriente, incluso del abstracto que algún momento de su vida llegó a tocar, pero afirma que solo la acuarela le permite transmitir cuánto percibe y todo lo que ve y siente. «Me motiva cualquier tipo de arte pero creo que en el realismo hay más arte que en el abstracto porque puedo apreciar los detalles y recrearme en ellos para que después se puedan tocar con la mirada».
Lo sorprendente es la rapidez y la agilidad con la que Visconti hace realidad su obra en acuarela gracias a un estilo y una habilidad que ha cultivado durante décadas hasta la perfección. «La acuarela tiene que ser rápida para que la impresión no se pierda contaminada por un recuerdo irreal. El resultado de mi pintura tiene que ser fiel a lo que veo, si no es así no me vale y hay que empezar de nuevo. No hay que disfrazar la realidad».
A través de su fundación accitana el artista ha trabajado mucho con grupos de jóvenes creadores seguidores de su obra, a los que siempre les da el mismo consejo: «Que sean sinceros y no disfracen las cosas, que tengan su propio estilo porque el arte se puede disfrazar de mentira solo si no es arte. El arte tiene que ser verdad, transmitir verdad».
Cuando se le pregunta si le parece razonable que una obra pueda subastarse en millones de dólares, Visconti sonríe y asegura con ironía que él no ha llegado ni a la mitad. «Yo nunca llego a esas cifras», aunque recupera el tono serio y asevera que hay un componente subjetivo, la atracción que cada persona puede sentir por una obra de arte, por un tipo de belleza, que es difícil valorar, y se pregunta: «¿Cuánto cuesta la belleza?, ¿cuánto valen las emociones?».
El maestro no es ajeno a la realidad de un tiempo tan convulso y trágico como el actual por la pandemia, de la que se protege aislado en su casa junto a su hermana María Antonia, y aclara que no le gusta la tragedia.
«El dolor se puede pintar, pero es mejor huir de él, al menos yo intento hacerlo porque todo esto es muy triste».
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Juanjo Cerero | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Lucía Palacios | Madrid
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