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'Supermán' López, por delante de Alberto Contador en 2017, el último año que la Vuelta llegó a Sierra Nevada. EFE
Gestos, regalos y un pendiente triste en Sierra Nevada

Gestos, regalos y un pendiente triste en Sierra Nevada

La montaña granadina ha sido escenario de enormes batallas ciclistas y de un episodio insólito del que se ha cumplido este año un cuarto de siglo

Manuel Pedreira

Granada

Domingo, 22 de noviembre 2020, 00:26

«En la Sierra de Granada/la Vuelta tuvo una meta/y decían los corredores/que quien la puso tan alta/no había subío en bicicleta». Así celebraba una caroca corpusera la llegada de la Vuelta ciclista a España a la montaña granadina a mediados de los ochenta. Y lo celebraba porque por entonces constituía una rareza ver a los ciclistas de la Vuelta por estos lares.

La cordillera más alta de la península ibérica tardó mucho en aparecer en el recorrido de la Vuelta. Allí al sur todo son vegas y llanuras secas, debían pensar los organizadores, a quienes les daba pereza desplazar a la carrera a Andalucía, con paisajes de sobra para diseñar etapas de extrema dureza.

Hasta 1979 no subieron los ciclistas a Sierra Nevada, que desde entonces se ha colado con frecuencia en los recorridos y muchas veces para resultar decisiva. En 1986, Álvaro Pino defendió su liderato con una inolvidable remontada al escocés Robert Millar, un ciclista melenudo y con pendiente, que a mitad de la ascensión se escapó y llegó a ser líder virtual de la general. Los dos se batían para conquistar su primera gran vuelta por etapas y a Granada llegó líder el gallego, con el del zarcillo pisándole los talones.

La página de IDEAL que deja constancia de la hazaña de Pino en 1986.

Los aficionados españoles, que ansiaban por ver coronarse a su compatriota en la cumbre granadina, enmudecieron cuando Millar arrancó sin que Pino respondiera al ataque. El maillot amarillo empezaba a desprenderse del cuerpo del ciclista del Zor y volaba hacia la espalda del escalador escocés, que en un abrir y cerrar de ojos había hecho un roto enorme. Pero el gallego no se rindió. Sin perder los nervios, se puso manos a la obra y empezó a remontar. Fignon, Lejarreta, Delgado, Kelly… todos fueron cediendo hasta que, cerca ya de la Hoya de la Mora, Pino atrapó al escocés, de nuevo derrotado.

Millar debió lamentar su suerte aquella tarde de mayo y no guardará buen recuerdo de la sierra granadina, escenario una década después de un episodio insólito y definitivamente infrecuente en el deporte profesional. Aquel día, 14 de septiembre de 1995, un ciclista le regaló la victoria a un rival. No fue el típico caso de dos corredores escapados que tienen objetivos diferentes y llegan al acuerdo de «tú la etapa, yo la general». No. Esta vez, un corredor le entregó otro una etapa por el mero placer de ver una sonrisa en el rostro de un compañero de penurias que vestía el maillot de otro equipo.

Los protagonistas de esta historia son el francés Laurent Jalabert y el alemán Bert Dietz. El primero, un figurón de los noventa que empezó como velocista y acabó como vueltómano. Un ciclista con cientos de victorias de fuste que atesoró un palmarés al alcance de muy pocos, forjado año a año desde la primera carrera de la temporada hasta la última. El segundo, un discreto corredor que apenas duró seis años en el ciclismo profesional, por donde pasó con muchas penas y una sola gloria, la de aquel día de septiembre en Sierra Nevada.

La etapa salía de Marbella y 238 kilómetros después terminaba junto al CAR de Sierra Nevada. Cansa solo de escribirlo. Por Torrox, Dietz ya marchaba escapado con un compañero, que ascendiendo el puerto de la Cabra Montés se descolgó y lo dejó solo ante el peligro. Al pie de Sierra Nevada, el alemán del Telekom llevaba más de 160 kilómetros escapado, seis minutos de ventaja, y peor cara que el Piraña en el entierro de Chanquete. Pero la renta se aventuraba suficiente si detrás no se movía mucho el árbol. Pero se movió.

IDEAL se hace eco del gesto de 'Jaja'.

La ONCE del líder 'Jaja' subió el ritmo para impedir los ataques. La ventaja de Dietz, que pedaleaba cada vez más destartalado, empezó a menguar a toda mecha. A apenas un kilómetro de la meta fue el propio Jalabert quien quiso dar un nuevo golpe de autoridad en una Vuelta que tenía ya sentenciada. Dejó a Olano y compañía y se fue a por los segundos de bonificación en la meta, dando por hecho que la etapa ya tenía dueño.

A 300 metros de la línea de llegada, divisó sorprendido a un Dietz tambaleante y derrengado. A 200 metros se puso a su altura y lo miró. Cuando todos esperaban un último apretón a las bielas para apuntarse la etapa, 'Jaja' dejó de pedalear. ¡Dejó de pedalear! Dietz, al límite de sus fuerzas y perplejo, aprovechó la inercia de su bicicleta y cruzó la meta con Jalabert media bici por detrás. Ni siquiera levantó los brazos.

«Me daba corte pasarlo», confesó el francés al bajarse de la bici. «Yo estaba fatal, bloqueado, y cuando vi que me alcanzaba di la etapa por perdida. Solo puedo darle las gracias a Jalabert», respondió el alemán. Los dos firmaron una estampa única. Ha pasado un cuarto de siglo. Puede que nunca se repita. Por si acaso, ahí seguirá Sierra Nevada. Esperando otro milagro.

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