
La gran juerga de Pedro Antonio y Ganivet
Tres décadas ·
Los años noventa amanecieron con sábanas blancas contra la movida en los edificios de la plaza Einstein y Pedro Antonio. Treinta años después, reaparecen en GanivetSecciones
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Tres décadas ·
Los años noventa amanecieron con sábanas blancas contra la movida en los edificios de la plaza Einstein y Pedro Antonio. Treinta años después, reaparecen en GanivetEl buen tiempo hace que en el sur la colada se tienda al aire libre, en las ventanas, en los balcones, en los tejados. Eso ya se sabe. Lo que no era normal aquél verano de 1990 es que la inmensa mayoría de las ventanas y balcones del entorno de la calle Pedro Antonio de Alarcón estuviera salpicado de sábanas blancas. Eso no parecía la colada, parecía más bien una reivindicación. Una protesta.
Más de tres décadas después, la señorial calle Ganivet se ha cubierto también de sábanas blancas. Y tampoco es la colada de ropa blanca. Es el ruido, la inseguridad, el follón, los pubs, la gente, la movida que impide una conciliación sagrada, la de la diversión con el descanso.
1990 Las protestas arreciaron en los años noventa tras una década de los años ochenta de transición y cierta permisividad. Implicó por igual a gobiernos municipales del PSOEy del Partido Popular
2021 La movida ha crecido y se ha multiplicado. Ha llegado ahora hasta el corazón de la ciudad y es patente en la calle Ganivet
Es lo que tiene Granada, que busca un turismo de calidad y una hostelería de calidad y se encuentre con una Universidad de Granada de altísima calidad repleta de jóvenes estudiantes de la ciudad, de la provincia, andaluces, de los alrededores junto a los famosos Erasmus que todo lo beben y todo lo riegan.
Granada, la ciudad de la movida del sur de Europa y de las tapas gratis, Granada la Bella, que dejó escrito el insigne Ángel Ganivet, pero también la ciudad de los ruidos que se prolongan desde la noche de los años ochenta. Es la gran juerga de Pedro Antonio y Ganivet. Un Pedro Antoniode Alarcón, otro insigne de las letras granadinas, que da nombre a la calle más famosa de Europa para varias generaciones de andaluces y de universitarios de todas las partes del mundo. Un Ángel Ganivet que presta su nombre a una calle que va desde Puerta Real a la Plaza de la Mariana y que ha vestido de sábanas blancas sus noches insomnes para protestar contra el ruido y la diversión sin límites.
Hace un año, unas imágenes de grupos de jóvenes cantando en la calle Ganivet dieron la vuelta a España. El desmadre a la granadina era un hecho, en plena pandemia. Sonrojante. Un año después, hartos de no poder descansar ni de poder dormir, los vecinos han decidido unirse, organizarse y protestar. Buscan visibilidad a su problema, piden que se pueda conciliar el derecho a la diversión con el derecho al descanso, y reivindican un ocio de calidad en consonancia con el turismo de calidad que se busca para la ciudad de Granada.
De momento, aseguran que el equipo de gobierno no les ha dado soluciones. Mucho ruido en la calle, sí; pero nadie les escucha. Su reacción ha sido la misma que hace tantas décadas cubrió de blanco Pedro Antonio de Alarcón, la plaza Einstein y las calles adyacentes. Desde el pasado día 8 de octubre, hay colgadas las sábanas blancas en señal de protesta por una situación que para ellos es completamente injusta.
De vuelta al verano de 1990, las sábanas blancas ondeaban al ritmo de la canción del verano que no era otra que 'Devórame otra vez', seguida de cerca por 'La culpa fue del cha cha chá'. Entre chupito y chupito, que arrasaban en los pubs de Pedro Antonio, las denuncias vecinales llegaban al Ayuntamiento de Granada, que independientemente de su color político, no sabía o no podía torear con la movida.
La marcha en Pedro Antonio y en la plaza Einstein y las quejas vecinales pasaron por encima de los gobiernos municipales de Antonio Jara y Jesús Quero (PSOE), del de Gabriel Díaz Berbel (PP) y de José Enrique Moratalla (PSOE), que heredó este problemón nacido a finales de los años ochenta y perduró durante su mandato (1999-2003).
Hasta llegar a este punto, año tras año sonaron las canciones del verano sin pausa ni concierto. 'Sopa de caracol (1991)', 'El tractor amarillo (1992)', o la celebérrima 'Macarena (1993)', mientras las sábanas blancas eran testigos mudos del desaguisado para unos, la mejor movida del mundo para otros.
Juan Luis Aguilera
Abogado vecinos
Los distintos equipos de gobierno municipales buscaban instrumentos legales para ofrecer soluciones, pero no fue hasta el mes de abril de 1999 cuando se recibió la primera buena noticia. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Granada logró el decisivo aval en su lucha contra los bares ruidosos: el del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). El Alto Tribunal andaluz dictó tres sentencias en las que respaldaba las sanciones municipales impuestas a otros tantos pubs de la ciudad por excederse en el uso de equipos de música. En dichas resoluciones, el TSJA recordaba que los «vecinos tienen derecho al descanso y a la salud». Era la primera vez que la justicia confirmaba actuaciones represivas municipales contra varios locales de ocio. Era un primer paso para terminar con el desmadre.
También empezaron a crearse otro tipo de herramientas además de las judiciales. Entre ellas, las policiales. La más exitosa fue la colaboración directa entre la Policía Nacional y la Policía Local. Los gerifaltes de finales de los años noventa tenían claro que no se podía dar una solución policial a los problemas de la movida, pero confiaban en mitigar sus peores efectos con este tipo de actuaciones conjuntas. «Estamos dando pasos muy pequeños, pero por lo menos avanzamos», decían, «sobre todo en el carácter preventivo de los controles».
Había otro problema que se generó con la movida en Pedro Antonio. Todo suponía un gasto excesivo para las arcas municipales. La movida nocturna costaba a los granadinos unos 360.000 euros (60 millones de pesetas de entonces) al año entre la vigilancia policial y la limpieza de la suciedad que los botellones generan en las calles cada fin de semana.
El servicio extraordinario de Policía Local (veinte agentes el viernes y otros veinte el sábado) costó a los ciudadanos 140.000 euros, cantidad a la que hay que sumar los 183.000 euros del operativo especial de Inagra. Este dinero suponía en su día (principios de siglo XXI) diez veces el presupuesto que el Ayuntamiento dedicaba a la adquisición de libros para sus bibliotecas. Con esos fondos también se podrían adquirir 25.000 libros o comprar cinco microbuses urbanos como los que recorren el Albaicín.
Mar Meseguer
Vecina calle Ganivet
Ya estaban puestos los tres pies necesarios para controlar las noches de Pedro Antonio:el judicial con las sentencias, el policial con la colaboración, y el económico para hacer ver a la ciudadanía lo que costaba la movida. Pero, como la energía, que ni se crea ni se destruye, la movida mutó y nació el botellón, que le estalló al nuevo alcalde, Torres Hurtado (PP), que entró como alcalde en 2003.
Asimismo, la movida se expandió por toda la ciudad cual mancha de aceite. Plaza Nueva y calle Elvira se pusieron de moda y Pedro Antonio nunca dejó de ser el epicentro de la juerga nocturna, aunque de manera mucho más controlada. De hecho, la ruidosa plaza Einstein, tres décadas después, es una amable zona de terrazas donde hasta se escucha el trinar de los pajarillos. Han pasado treinta años, que se dice pronto, y el ruido y sus molestias ha viajado a la calle Ganivet. Hay sábanas blancas, otra vez.
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