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Manolo Vital encontró la misma respuesta al otro lado de todas las ventanillas: vuelva usted mañana. Así lo hizo. Una y otra vez, siempre sereno, rebatió a quienes le negaron por inviable una línea de transporte para mover a sus vecinos, los andaluces y extremeños que emigraron a la Barcelona de los 50 y levantaron con sus manos Torre Baró. Harto de portazos y palabras vacías, el conductor tomó un autobús, lo dirigió cuesta arriba y se plantó en el corazón del barrio. Allí, entre vítores, exclamó: «Me dijeron: es imposible que suba el 47 a Torre Baró. Señores (señaló al bus), ¡¿esto qué es?!».
En la escena recreada en 'El 47', película que será protagonista el sábado en los Goya de Granada, el actor Eduard Fernández golpea la carrocería para subrayar lo evidente: el bus podía escalar a Torre Baró, por mucho que políticos y técnicos lo hubieran negado.
La metáfora de Torre Baró será recurrente a lo largo del debate. En el escenario del Teatro Caja Granada toman asiento el exalcalde Antonio Jara, la catedrática y promotora cultural Remedios Sánchez, el defensor de la ciudadanía, Manuel Martín, la presidenta del consejo social de la UGR, María Teresa Pagés, y el director de IDEAL, Quico Chirino, que guiará la conversación. El pretexto de la charla es un movimiento social: 11.371 personas han pedido con su firma en la web de este periódico que haya un tren más rápido entre Granada y Madrid. Una de esas soluciones imposibles. Y ahora, Granada, ¿qué?
Por el momento, el Gobierno se ha comprometido a que haya un AVE que llegue a Atocha a las nueve y media de la mañana. Entretanto, las mociones políticas discutidas en la Diputación y en los ayuntamientos solo han servido para demostrar que ciudadanos y políticos, como ocurre con los trenes, también se pueden mover a distintas velocidades. En la sede provincial, PP y PSOE coincidieron en la necesidad de un mejor servicio, pero no lograron unanimidad para rubricar la moción por el AVE directo: el PSOE la rechazó. Un día después, mientras el PSOE de Motril sí avalaba en pleno esta iniciativa, el PSOE de la capital votaba en contra del texto propuesto por el PP, pese a que hace año y medio sí apoyaron una iniciativa para solicitar un AVE más rápido.
María Teresa Pagés
Presidenta del Consejo Social de la UGR
Con estos precedentes, los invitados al debate hacen un primer diagnóstico sobre la situación de Granada. Teresa Pagés dejó la ciudad hace tres décadas y regresó para presidir el consejo social, el órgano que vincula a a la Universidad con una sociedad que, como pudo comprobar, «ha cambiado mucho» en ese tiempo. Algo, opina, sigue inmutable: «La gente no se lo cree, no se valora. Me parece que Granada es riquísima, que tiene muchísimo talento, y falta que se lo crea».
Coincide Antonio Jara, el alcalde socialista que dirigió la capital entre el 79 y el 91: «Hoy es cualitativa y cuantitativamente mejor que la Granada que yo tuve el honor de administrar». Otro cambio: las cuentas, dice, empiezan a cuadrar. «Las 11.000 firmas tienen un significado muy poderoso: dos y dos nunca han sido cuatro, pero empiezan a ser cuatro». Y tiene una lectura positiva, pero otra que tacha de «tremenda perversión democrática»: «Los ciudadanos estampan su firma y acreditan que están luchando por un determinado objetivo. Pero lo hacen porque no tienen representantes políticos. Las peleas se ganan en política, son decisiones políticas».
Concluye en su primera intervención: «¿Por qué 11.000 ciudadanos tienen, después de haber votado a sus representantes, que firmar para obtener lo que sus representantes tienen el mandato de obtener?». Responde él mismo: «Porque hay una falla, un desequilibrio. Un desajuste que en Granada es tremendo y mayor que en los 80». Esto es solo un aperitivo en el extenso menú de «desajustes» que Jara desarrollará más adelante. Solo un apunte más: «Las peleas de Granada siempre son bien vistas. Hay quien se frota las manos cuando en Granada se arma un debate».
En el ámbito universitario, en el económico, en el cultural, en lo relativo a las nuevas tecnologías, Granada –coinciden– vive un buen momento. Esta realidad colisiona de frente con –palabra de exalcalde– «la peor posición política de la historia reciente». Remedios Sánchez se lleva los argumentos a su campo, el de la cultura: «Vamos a optar a la Capitalidad, pero no tenemos que dar nada por hecho solo por ser Granada. Tenemos la Alhambra y un patrimonio del que muy pocas ciudades pueden presumir. Ahora bien, ¿cuál es la inversión real en esto?». Sin tener inversión, opina, la provincia ha llegado lejos; «imaginaos si tenemos unos medios y unas posibilidades para potenciarlo».
Remedios Sánchez
Catedrática y promotora cultural
Manuel Martín es un experto en la gestión de la queja, se podría decir. Las recibe por cientos, las empaqueta y las remite con su rúbrica a quienes corresponde la solución –los políticos, por lo general–. «Si más de 11.000 personas dicen que hay que cambiar algo, es evidente que hay que cambiarlo. A raíz de esta iniciativa, Granada ha dejado el 'quejío'». Conmina a que quede atrás la confrontación política y se defienda «en conciencia» lo «realmente importante». No hay asuntos de derechas ni de izquierdas, sino de sentido común. Cita su principal lucha para demostrarlo: «Quien paga luz tiene que tener luz».
Replica Teresa Pagés y hace mención a la «crispación» política, que hace que se olviden los problemas de los ciudadanos. En este panorama, propone que los representantes cuenten con buenos asesores a los que, además, tengan en cuenta. «Normalmente –añade Chirino– buscan a asistentes que les dicen lo que quieren escuchar».
La confrontación y la crispación, que calan desde la política a todas las capas de la sociedad, van por barrios –la metáfora del 47 está aún por llegar–. En plena conversación sobre bandos políticos, Jara dispara otro titular al hilo de las disputas en las mociones sobre el AVE: «Los políticos se enfrentan entre ellos en la Diputación de Granada, pero ninguno es capaz de enfrentarse a su partido en Madrid o en Sevilla». Esta 'bala' escocerá hoy a un lado y otro de la trinchera.
Sonará quizá en otras provincias esta otra: «Andalucía no reconoce a Granada (...). La centralidad de Granada en la comunidad, en la socioeconomía, en la cultura, la ha perdido». «A veces hace falta lucirse», dice hacia el final del debate Teresa Pagés, al hablar sobre la Universidad de Granada, líder en todo tipo de rankings.
Antonio Jara
Exalcalde de Granada
A lo largo de la charla, la Capitalidad flota en los discursos como un toque de atención: estamos a tiempo de no repetir errores del pasado y aprovechar la oportunidad. El aldabonazo tiene de nuevo el sello de Jara: «Granada estuvo apoyada para ser Capital Cultural en los años 80. ¿Qué le faltó? El apoyo del Gobierno socialista de Felipe González».
Hay cuatro segundos de silencio. «¿Y qué hiciste?», pregunta Chirino. «No conseguí que el ministro Morán apoyara en Europa la capitalidad de Granada, porque había otras preferencias». «La fragilidad de nuestro tejido político permite la fortaleza de los desequilibrios territoriales. Si a la competencia entre territorios le añadimos la competencia entre partidos, tenemos un futuro negro en Granada».
Ante la inacción política, Manolo Vital tomó el volante del futuro de su barrio. A la sombra de la Alhambra hay –señala Jara y asienten los contertulios– dos Torres Baró: la Zona Norte y el Albaicín. Pero «no tenemos ni conductor para que lleve el autobús. El 47 en Granada no existe. O buscamos pronto o será un problema». Con estas palabras explica la falta de liderazgos en esta tierra. «No nos quieren (los políticos). Óigannos. A ellos tampoco les quieren».
«Me causa preocupación que no hayan sido los políticos los que hayan pedido el apoyo y haya tenido que ser un medio de comunicación quien coja la bandera que llevamos tantos años reivindicando», agrega Remedios Sánchez en la línea de la falta de liderazgo político. Un mal que, apostilla, afecta a izquierda y derecha –en ambas trincheras, siguiendo con la comparación–.
La catedrática de la UGR hace alusión a dos términos: «respaldo» y «prestigio». «Ser político no es solo tener capacidad de análisis y habilidad para la gestión. Significa también haber conseguido el apoyo y respaldo de la gente más allá del ideario del partido». El respaldo del ciudadano es, continúa, el mayor aval para cualquier político que quiera pelear por su tierra ante el resto de administraciones. «El político representa a los ciudadanos ante su partido, no representa al partido ante los ciudadanos», complementa Jara. «Yo me he visto solo, a derecha y a izquierda, defendiendo una posición financiera», rematará más adelante.
Manuel Martín
Defensor de la Ciudadanía
El defensor de la ciudadanía lo ejemplifica: «Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden, el AVE se defiende, los derechos sociales se defienden. Hay que hablar más de problemas de los ciudadanos que de mala política». Aboga por volver a los pactos entre personas de distinta ideología. «En Granada hay problemas de sentido común. Los ciudadanos se han unido, ahora los partidos deben unirse. Los engaños no nos valen. A Torre Baró dijeron que no podían subir los buses por las cuestas y un ciudadano vio que se podía».
En otras palabras, los invitados hablan sobre «vertebrar» la sociedad y la política.
Pese al diagnóstico, se puede resumir, como expresa Teresa Pagés en su intervención final, que «Granada, por muy difícil que se lo pongan, siempre va a seguir avanzando».
Algo que pasa, a juicio del exalcalde, por conseguir la inversión necesaria desde «Sevilla o Madrid». «Allí hay que dar la batalla. Al político no lo queremos aquí, con todo el respeto, presidiendo procesiones. Lo quiero peleándose con el ministro en Madrid y el consejero en Sevilla, y peleándose con su partido, jugándose la candidatura en las elecciones siguientes. Habrá ganado credibilidad ante sus ciudadanos». No solo se refiere a las infraestructuras de comunicación, o al acelerador de partículas, sino a las políticas sociales. «Tenemos el Torre Baró de los años 60, pero hoy, en el 2025, en Norte y el Albaicín».
Remedios Sánchez hace alusión al concepto «modelo de ciudad», ese que, en su opinión, los políticos no buscan pese a que lo mencionan desde hace décadas. «Siguen sin plantearse los debates ciudadanos, ese modelo de ciudad, ese '¿y Granada, qué?' de los años 90 y los colectivos sociales». De vuelta a la representatividad y al respeto a nuestros políticos, cuestiona: «¿Son respetados nuestros líderes en Madrid?». Al hacer una petición, recuerda, los cargos públicos no la hacen en nombre de un partido, sino de los ciudadanos a los que representan. «Yo quiero que, cuando mi alcaldesa, el presidente de la Diputación o la consejera vayan a Madrid, el ministro los trate con el respeto que merece una persona que representa a una multitud de ciudadanos».
«No es imposible», subraya Manuel Martín. Lograr cambios no lo es. Lo consiguió el otro Manolo, Vital, con el autobús. Lo hizo también Martín encerrándose junto al cura de La Paz para protestar por los cortes de luz en Norte. Su movilización es una de las que son historia de Granada (sigue en las páginas 4 y 5). Asegura que sirvió para que instalaran nuevos contadores y cesara la 'epidemia' –así la bautizaron– de los apagones. «Lo más importante son las personas. Granada es una ciudad preciosa, pero a las personas hay que ponerlas en el centro, y a veces se nos olvida».
Los vecinos de Torre Baró lograron su autobús. En realidad fue mucho más que eso: colocaron al barrio en el mapa. También esta lectura de la metáfora –se puede concluir tras el debate– es aplicable a la provincia. A la espera de conductores, 11.371 granadinos han pedido un AVE más rápido entre Andaluces y Atocha. Tal vez es más que eso.
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