Aquel día fue también de abrazos. Granada había pasado a la fase 3 de la desescalada y los límites territoriales de la provincia se abrían de par en par casi tres meses después de que los hubiera cerrado el presidente Sánchez aquella fatídica mañana ... de sábado. Era 14 de marzo de 2020. España entera se veía superada por un virus que aterrizaba con el propósito de quedarse entre nosotros. Pero entonces nadie se lo imaginaba.
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Así era por los datos que arrojaban las tablas estadísticas, que se habían quedado completamente limpias de coronavirus después del confinamiento domiciliario. La desescalada fue paulatina. Yen la fase 3 –a la que la provincia accedió sin prisas el pasado 8 de junio– se levantaron todas las restricciones que pesaban sobre la movilidad interprovincial con una tasa de contagios de dos casos por cada 100.000 habitantes o con tan solo diez pacientes covid ingresados en 'planta' y seis en la UCI.
Sí, han leído bien. No se trata de ningún error. Las cifras de la pandemia eran entonces ridículas. Se había logrado doblegar la curva completamente.Una situación que dista un océano del momento actual, que es cuando la provincia ha vuelto a emprender el camino –esperemos que solo de ida– hacia otra 'nueva normalidad'. Ayer mismo empezó con la entrada en vigor de un paquete de alivios que era tan esperado como el del pasado 8 de junio. No era de extrañar, pues desde entonces los granadinos no habían estado tanto tiempo sin poder moverse libremente por su comunidad.
Han sido 101 días de cierre provincial en los que se han tenido que surfear dos olas. Y en el viaje se ha constatado una realidad: las medidas de las administraciones tras el pasado verano no han ido encaminadas a borrar al virus del mapa sino más bien a posibilitar la convivencia con él. Por esta cuestión la Junta se ha atrevido a abrir ahora con una tasa regional de 225,7 casos por cada 100.000 habitantes y una provincial de 400, que se dice pronto después de conocer la que hubo en la primera gran desescalada. Pero la principal diferencia y quizá la mayor debilidad con la que se tiene que lidiar hoy es el índice de ocupación actual en los hospitales. Este multiplica por 20 el que presentaba la provincia en el camino a la normalidad del pasado mes de junio.
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De acuerdo al Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA), en la provincia hay actualmente 348 personas ingresadas con covid. Y de ellas, casi el 30% están en las unidades de cuidados intensivos. Esto es un inconveniente porque, como dice una fuente sanitaria consultada, «está impidiendo que se pueda recuperar el pulso a la actividad normal de los hospitales, que llevan ya muchos meses sin poder ofrecer la cartera de servicios que tienen», apunta una persona que conoce de cerca cómo los hospitales se han tenido que ir adaptando a las necesidades que ha requerido el virus.
En la primera desescalada se había logrado reducir casi al mínimo la presión asistencial, una circunstancia que permitió recuperar la práctica totalidad (en concreto se operaba ya a un 75%) de la actividad quirúrgica, algo que se alcanzó completamente en pleno verano. Hoy la realidad es completamente diferente. Desde el pasado mes de septiembre no se ha podido retomar el 100% de las intervenciones quirúrgicas. No lo dejó la segunda ola, que fue terrible en Granada, ni tampoco la tercera o la cuarta, que sorprendieron a la provincia sin tiempo para haber vaciado los hospitales.
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En contraposición, estos centros sanitarios, y también la atención primaria, cuentan hoy con más medios e infraestructuras para hacer frente a la pandemia. La ocupación UCIes muy preocupante, pero hoy hay más margen que antes. No solo se sigue contando con las salas de reanimación postanestésica (URPA) o las de reanimación (REA), también se han habilitado nuevos espacios como por ejemplo la capilla del Virgen de las Nieves o la novena planta del viejo Clínico, rebautizado hoy como centro sociosanitario Doctor Olóriz, pues se ha vuelto a hacer un nombre por el partido que se le ha sacado en estos meses. Ha auxiliado a los hospitales con plantas covid y también a la atención primaria, pues allí hoy se hacen también pruebas diagnósticas o se ponen vacunas.
El director gerente del Clínico San Cecilio, Manuel Reyes, explica que hoy los centros como el suyo cuentan con mejores protocolos y además están «rodados». Esto supone que los profesionales están «más entrenados y formados» para atender a los pacientes con coronavirus. Pero también se ha hecho una inversión muy potente en modernizar y ampliar las infraestructuras sanitarias, así como en ampliar la plantilla de profesionales.
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Después del verano la Junta diseñó un plan de infraestructuras a cargo de una partida económica que se liberó para hacer frente al impacto de la covid. Trajo a la provincia 16,6 millones de euros, con los que se ejecutaron 132 proyectos. La mayoría estaban encaminados a generar estancias más espaciosas en los centros sanitarios o a crear dobles circuitos para aislar a los pacientes covid. Se realizaron obras en los cuatro principales hospitales, pero también en 29 centros de salud. Un esfuerzo inversor que hoy forma parte del patrimonio sanitario que se ha heredado por la pandemia.
A esto hay que añadir las contrataciones que se han realizado. La plantilla sanitaria hoy es más amplia que nunca antes. El pasado 1 de octubre el SAS ofertó en Granada 1.026 contratos de refuerzo. Y durante la pandemia se han vivido cosas inéditas como el hecho de que muchas bolsas, por ejemplo la de Enfermería, se quedaran vacías. Sin embargo, la pregunta que se hacen los sindicatos ahora es hasta cuándo prolongará Salud unos contratos que, a diferencia de las obras, sí tienen fecha de caducidad. «Se ha contratado mucho más, es cierto, pero también hay que tener en cuenta que en todo este tiempo no se han cubierto las jubilaciones o las sustituciones. Todo lo que se ha firmado ha sido para la covid y es precario», alerta la secretaria provincial de Satse, Fayna Gómez.
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En principio la mayoría de contratos se han prorrogado. En verano se decidirá cuál es la situación pormenorizada de un servicio en el que al menos se ha ganado tranquilidad. Ya no hay tantas bajas por la covid. Han desaparecido desde febrero. El motivo es esperanzador y supone la diferencia fundamental de este periodo de desescalada respecto al anterior. Se trata de la vacuna, que para Manuel Reyes es hoy «nuestra mayor fortaleza» respecto al pasado mes de junio.
Entonces la cifra de inmunizados por contagio apenas alcanzaba un 5%, según los resultados que arrojó en mayo de 2020 el primer estudio de seroprevalencia que realizó el Ministerio de Sanidad. Un porcentaje que se logró doblar en diciembre tras la segunda ola y que ahora además puede sumarse –al menos en parte– a la cifra de inmunizados por la vacuna. En Granada hay hoy un 10% de personas protegidas completamente y un 24% que lo están en parte al haber recibido una dosis. Las posibilidades de infectarse o acabar en el hospital son en la actualidad, por tanto, mucho menores. Para más inri, las personas que han sido citadas ya pertenecen a los colectivos de mayor riesgo y a los más expuestos, incluidos unos sanitarios que hoy sí están protegidos.
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El próximo 9 de mayo cae el estado de alarma, la norma que sostiene el toque de queda o la prerrogativa de las regiones para cerrar pueblos con tasas altas. Esto también sujeta al virus, más al menos que las restricciones que había en la primera desescalada. Entonces se abrieron las provincias, pero también las discotecas o se permitían grupos de hasta 20 personas. Medidas que hoy, tras todo lo vivido, resultan chocantes.
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