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Cementerio de Granada. A. Aguilar
Granada y sus cinco calles Cementerio

Granada y sus cinco calles Cementerio

Llegan los días en los que se visita a los que ya no están. Las pastelerías se llenan de 'Huesos de Santo' y los buñuelos. Todas las hermandades de Granada y la Real Federación tendrán misas en sufragio por las almas de los cofrades que ya no están

Álvaro de la Torre Araus

Martes, 29 de octubre 2024, 09:56

Llega la festividad de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. Con ellas resurge la tradición de visitar a los que ya no están, las pastelerías se llenan con los dulces tradicionales de esta época, los 'Huesos de Santo' y los buñuelos y, como no podía ser de otra manera, todas las hermandades de Granada y la Real Federación tendrán misas en sufragio por las almas de los cofrades que ya no están entre nosotros. Estas dos festividades para los cofrades se centran en dos pensamientos: memoria y esperanza. La memoria de los que nos han precedido, que han hecho su vida, que han terminado su vida y la esperanza pues para los cristianos, la muerte, no se puede vivir con tristeza.

En 1963 el papa Pablo VI en su homilía el día de los fieles difuntos orientaba sobre el sentido de esta festividad. «Hemos orado para que brille en nuestros muertos la luz de la vida eterna, oremos ahora para que el reflejo de esa misma luz ilumine la escena de la vida presente, y nos recuerde a todos la inmortalidad, con la que Dios, al concedernos el don de la existencia natural, ha dotado nuestra alma».

Este sábado a las 19:30 horas, tendrá lugar la misa en sufragio de los Fieles Difuntos de la hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Paciencia, en la imperial Iglesia de San Matías a la que se unirán todos los cofrades granadinos pues es la misa oficial de difuntos de la Real Federación de Cofradías. La ceremonia estará presidida por el párroco y consiliario, David Salcedo.

La Real Cédula de 3 de abril de 1787

Granada es más Granada cuando se acerca noviembre. La belleza de nuestros parajes, de nuestras autóctonas rimas y leyendas, algún que otro 'Cuento de la Alhambra' y nuestro callejero nos recuerda que honrar a los difuntos es una parte de nuestra esencia. Nuestras calles y nuestra historia son testigo de ello. Carlos III prohibió los enterramientos en las iglesias, pero esta arraigada costumbre aún perduró hasta el siglo XIX. La Real Cédula de 3 de abril de 1787 refrenda esta prohibición disponiendo la construcción de «los cementerios fuera de las poblaciones siempre que no hubiere dificultad invencible o grandes anchuras dentro de ellas, en sitios ventilados e inmediatos a las Parroquias y distantes de las casas de los vecinos y se aprovecharán para capillas de los mismos cementerios las ermitas que existan fuera de los pueblos». La conocida como peste de Pasajes marcó el principio del fin de una tradición muy nuestra y singular arraigada en la península Ibérica. La eternidad se pasaba en la parroquia. Hubo un tiempo en el que para conocer la estratificación social de una localidad bastaba con una misa. Allí, en los laterales de la iglesia, descansaban en capillas los difuntos de las familias más nobles. Bajo las losas del piso, más ricas cuanto más cercanas al altar, se disponían el resto de familias. La gente sin medios yacían en el patio anexo al templo,

Callejero emocional de Granada

En Granada aún tenemos vestigios de esta tradición en los nombres de algunas calles. Qué auténtica delicia resulta la lectura del libro de Francisco González, Mikel Astrain y Juan Antonio Lao llamado 'Callejero emocional de Granada' para este cometido. Como no podía ser de otra manera, el Albaicín es el que más atesora vestigios de lo que fuimos. Entre la cuesta del Perro Alta y la calle de San José, encontramos la calle Cementerio de San José y la plaza del Cementerio de San Nicolás. En el Realejo en las cercanías del Maurón por la placeta de Berrocal se encuentra la calle Cementerio de Santa Escolástica donde se procedía a los enterramientos de la parroquia de Santa Escolástica.

Carlos III ordenó la construcción del camposanto del Real Sitio de San Ildefonso antes incluso de prohibir en la Real Cédula de 1787 los enterramientos en las iglesias. Este es el cementerio civil más antiguo de España que sirvió de ejemplo a todos. Nuestro cementerio, el de Granada, surgió a partir del de las Barreras, levantado en 1805 junto al Palacio de los Alixares, debido a una epidemia de fiebre amarilla que asoló la ciudad. La prohibición de enterramientos en suelo urbano y el gusto por el emplazamiento del cementerio, con excelentes vistas tanto de la ciudad de Granada y su Vega como de Sierra Nevada llevan al cementerio de las Barreras a convertirse en el principal cementerio de Granada, abandonando otros como el cementerio de Almengol en la ribera del río Beiro, el de Fajalauza o el del Camino de San Antón El Viejo. Así, en 1842 se propone establecer de manera definitiva y oficial allí el cementerio de la ciudad.

En el siglo XIX se abrió un camino en nuestra ciudad por la cara occidental de la Antequeruela (por la zona del barranco del Abogado). El objetivo era buscar un recorrido más corto al tradicional del cementerio de Granada como consecuencia de la pandemia del cólera de 1834

Con esta ubicación tan impresionante y única, por el corazón de la Alhambra los granadinos hacían su último viaje. Granada tenía su camino hacia el cementerio que partía del centro de la ciudad y subía por la ribera del Darro. Cualquier comitiva después de dejar atrás el Paseo de los Tristes subía por la popular Cuesta de los Chinos. El callejero nos lo recuerda porque entre las calles de está zona se encuentra una muy descriptiva; camino viejo del cementerio. En el siglo XIX se abrió un camino en nuestra ciudad por la cara occidental de la Antequeruela (por la zona del barranco del Abogado). El objetivo era buscar un recorrido más corto al tradicional del cementerio de Granada como consecuencia de la pandemia del cólera de 1834. A este nuevo camino, se empezó a llamar 'Camino del Cementerio' y originó que el tradicional empezará a llamarse viejo.

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